Orgasmo con el millonario romance Capítulo 13

Narra Jackson.

Veo a Elizabeth dos veces durante los siguientes cinco días, la cena había estado llena de emoción, le volví a comer en coño en mi pethouse.

Mi pene comienza a despreciarme por este juego de provocación y negación. No quiero follarme a otra mujer. No me había sentido así por alguien desde mi ex esposa, Jessica. Exigió y necesitó hasta que ya no pude más, pero todavía la deseaba incluso después de que se fue para estar con el viejo bastardo con el que está ahora. Sin embargo, Elizabeth es diferente. Es desinteresada y dulce, el tipo de mujer que quiere dar, no tomar. Me imagino poniendo bebés en su barriga. Despertar cada mañana con su sonrisita y sus piernas abiertas mientras me invita a pasar.

Joder, ¿en qué estoy pensando? me estoy imagino el matrimonio con una universitaria y la casa llena de niños. Centro mi atención en el recuerdo de su cuerpo, mi polla está en mi mano debajo de mi escritorio cuando mi secretaria asoma la cabeza en mi oficina.

—Señor Ferrari.

—¿Qué?—gruño. Mi estado de ánimo está de mierda porque mis bolas están llenas. Pensé que ya se habría rendido, pero a elizabeth no le gusta caer sin luchar. Me vuelve loco. Me hace desearla el doble. Me devuelve a esos pensamientos no deseados que son peligrosos.

—Elizabeth White, está aquí para hablar con usted—anuncia vacilante, bajando los ojos al suelo.

Realmente me voy de la ciudad por negocios, me voy a Santa Barbara esta noche, pero no hay forma de que me vaya sin ver a Elizabeth.

—Hazla pasar

—Está bien, Señor Ferrari—dice.

Segundos después ella ingresa. Cerró la puerta antes de sentarse en la silla frente a mi escritorio

—¿A qué debo este... placer?

—Vine a darte esto— mete la mano en el costado de su bolso y saca un sobre doblado. Lo abro y encuentro un cheque de caja por $50 mil—.Creo que eso salda la deuda de mi abuelo. Ha pasado más de una semana desde que... desde que hiciste la oferta ganadora.

Suena un poco demasiado engreída señalando que su preciosa virginidad todavía está intacta y me ha demostrado que estaba equivocada al no rogarme que la tome todavía.

—Veo el dinero despejado— sus mejillas se tiñen del tono más sexy de rosa mientras asiente y se lame los labios. Mi pobre polla no aguanta la presión y me reacomodo—.Haré que mi abogado trabaje en la escritura mientras no estoy.

La confusión teje su hermosa frente.

—¿Te vas?

—No luzcas tan triste, Elizabeth Te prometo que siempre volveré—dudo que algo pueda mantenerme alejado de ella en este momento. Me levanto, camino hacia su lado del escritorio. Ella comienza a decir algo, pero luego se enfoca en mi polla abultada en mis pantalones—.No luzcas tan sorprendida. Estaba pensando en ti.

—¿En  mí?— ella tartamudea Asiento lentamente, tomando su mano y presionándola contra mi dura longitud. Muevo sus dedos arriba y abajo de mi eje a través de mis pantalones, apreto mi mandíbula porque su toque es un desastre esperando a suceder. Mi paciencia es tan escasa y sus dedos son tan vacilantes—.¿Cuándo vas a estar de vuelta?—pregunta sin aliento.

—Sábado por la tarde—digo.Tiro de mi cremallera, guío su mano hacia mis bóxers. Se estremece de pies a cabeza cuando nuestra piel se conecta, pero mantengo mi expresión pétrea—.¿Pensarás en mí los dos días que me haya ido?—pregunto. Chupo su labio entre sus dientes, ella asiente—.¿Tocarás ese coño rosado perfecto para mí mientras estoy fuera?—interrogo.

Ella gime, cierra los ojos y luego asiente de nuevo—.¿Pensarás en mi sabor?— exijo, y sus ojos se abren de golpe.

—Nunca he probado tu... yo...—tartamudea. Está tan deliciosamente nerviosa que es un milagro que no le descargue la mano en este momento. Después de aguantarme a pesar de todas las veces que la he hecho correrse, ella merece ser la que limpie el desastre.

—Ponte de rodillas—ordeno, haciendo que sus ojos se agranden—.Abre la boca. Déjame escucharte gemir mi nombre de una nueva manera.

Trago saliva, luego se desliza lentamente de la silla y se arrodilla. Me tiro de mi pantalon alrededor de las rodillas. Mi polla salta, a centímetros de sus labios, y ella mira entre ella y mi cara, sus ojos verdes atónitos.

—¿Quieres que yo...?

—Si—digo. Empujo la cabeza de mi pene contra sus labios y ella jadea, dándome una bocanada de aire nerviosa—.Hazlo.

—No creo que sea muy buena en esto— susurra.

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