Dante Vivaldi.
Quisiera nunca despertar, al menos es un deseo que no sería tan complicado sino fuera de esas personas que ni siquiera es capaz de acabar con su vida, odio esta sensación de ahogo que me está absorbiendo por cada pensamiento que me aborda.
Abro los ojos, siento los rayos del sol impactar en mi rostro, pero ni siquiera creo estar verdaderamente despierto ya que es como si todo fuera irreal...
La mujer que amo no está, mis demonios quieren salir a buscarla para tener el placer de sostenerla en mis brazos por una última vez, y solo me queda el recuerdo de cómo se marcho sin decir adiós, sin siquiera darme una oportunidad para explicarme, para contar que no la odio y que he sido todo un hijo de puta para protegerla.
Me remuevo en el cómodo colchón que ahora solo me resulta demasiado grande, con su olor impregnado en las sábanas que me cubren, haciéndome ansiar algo que en mi vida desee.
Sin embargo, nada es como uno desea y antes de poder pensar en salir huyendo la puerta se abre de un solo golpe, mostrando a cada uno de los secuaces de mi padre y a quien más odio en estos momentos por su encaprichamiento conmigo.
—¿A que esperas para alistarte? Son casi las once de la mañana —su voz chillona intensifica mi jaqueca, un dolor de cabeza que no me abandona desde el día de ayer, ahogar mis penas en alcohol es una mierda, pero es lo que mantiene sano.
—Me da igual la hora que sea, solo no quiero verte ni escucharte hasta que nos veamos en el altar así que vete antes de que te mate yo mismo —espeto cubriendo mi cabeza con la almohada queriendo permanecer bajo mi manto por toda la eternidad hasta el momento en que me pueda reencontrar con mi dulce Pia.
Unas cuantas carcajadas salen de sus labios, la maldad viene dentro de ella, lo sé; llevo años queriendo deshacerme de esta promesa de mierda, pero cada día es más imposible por el simple hecho de que siempre que alguien se interpone acaba muerto o sin algunos de sus miembros.
No quiero que nadie sufra el mismo destino, es lo único que me importa; menos que Pia muera solo por no querer llegar acabo algo que prometí cuando era un estupido chamaco.
—Hay Dante, pues que sepas que ni siquiera puedes tocarme, estos hombres me protegen hasta que seamos marido y mujer —declara, acomodándose en él silla que se encuentra delante de mi escritorio, cruzándose de piernas con dos guardaespaldas a su lado manteniendo expresiones neutrales.
—¿Acaso crees que mi padre siendo un mafioso de mierda no aprendí nada de sus tácticas asesinas? —inquiero acoplando mejor mi anatomía en el borde de la cama, introduciendo lentamente mi mano debajo de la almohada sintiendo el filo de mi daga—, nunca me tientes Glinda, o podrías perder tu precioso cabello rojo sangre.
Las comisuras de su boca se alzan en una sonrisa cruel, despiadada, a la misma vez que se acerca más a mi, mostrando su más que descarado escote que quiere provocarme cuando en realidad no tiene idea de quién se acostaba con ella...
Mis pensamientos son interrumpidos con las carcajadas de la pelirroja con cara de demonia.
—Bueno, de todas formas debes saber que si me matas a mi... —deja la frase a medias, abriendo su bolso con suavidad, a la misma vez que una sonrisa se extiende por sus ojos—... tu hija
Me quedo de piedra, estáticamente ya que no puedo creer lo que dice; al ver mi expresión su sonrisa aumenta, sin embargo, la sonrisa que ahora adornaba su rostro, se ha apoderado del mío.
—Bueno, que pena que tenga que matarlas a ambas —demando llevando acabo un movimiento rápido en donde terminó con la pelirroja entre mis brazos y su cuello siendo oprimido por mi daga que rápidamente deja un ligero corte demostrando que no me ando con juegos.
Sin embargo, ella no teme a pesar de que soy quien la puede asesinar, sus secuaces me apuntan con sus armas, no enseñando ni siquiera un poco de duda en su mirada y eso es algo que aprecio.
—Mátame, y no será el único que perderá algo —amenaza, haciéndole una seña a sus hombres para que me muestren una foto de Pia riendo con el moreno de la discoteca—, sería una pena que ella también muriera, ¿no es verdad?
Mis músculos se tensan, y no dudo en soltarla para finalmente caer de rodillas en el suelo alfombrado de mi habitación, completamente acabado, destruido y despedazado.
—Prepárate que tenemos una boda a la que asistir —demanda dejándome solo con sus dos guardias siguiéndole el paso.
La rabia me consume, mi pecho se un de la rabia por todo el daño que le estoy provocando a la rubia sin ella saberlo, ponerla en la mira de dos mafiosos fue algo estupido, pero me es imposible no sonreír a pesar de mi dolor al ver que al menos no le faltarán sonrisas porque si es feliz yo lo seré el resto de mi vida.
_________________$_________________
Salgo de mi cuarto de baño agotado emocionalmente, liberando uno que otro bostezo que se suma a la larga lista de mis pensamientos.
Despeino mis cabellos, mostrando la frustración que me sostiene, mientras agotado termino de abotonar los botones de mí esmoquin. Le doy un trago a mi botella, desviando mis ojos color miel a la pequeña fotografía de la rubia que ella ni siquiera sabe que le tome.
—Cuanto siento no haber sido merecedor de tu amor rubia con lengua viperina —una leve lagrima se desliza por mi pómulo y antes de darme cuenta la limpio con todo el odio del mundo.
Me coloco mi traje, eliminando las arrugas que se han apoderado de la chaqueta y los pantalones azules Prusia, entre tanto coloco la pequeña evilla de oro con diamantes que posee mis iniciales y que solo he usado dos veces en mi jodida vida.
Ato mis zapatos, para finalmente mirar mi imagen en el espejo del baño donde aún guardo el recuerdo de una rubia que me continúa teniendo a sus pies.
La marcha nupcial comienza, mientras que yo solo puedo imaginar que quien se acerca con un vestido bordado y bien ajustado a sus curvas es la rubia de ojos verdes con motas azules. Me fascino el como su sonrisa se extiende por sus labios, achicando y creando unas pequeñas arrugas en la esquina de sus ojos, haciéndola ver muchísimo más hermosa de lo que ya es.
El escote en forma de corazón, el velo blanco que cubre su rostro, el ramo de tulipanes que descansa en su mano, y quien sostiene su mano son lo que llaman toda mi atención.
Muerdo mi labio inferior continuando en una fantasía de la que jamás me gustaría despertar, y menos hasta que nuestros labios no se unan y digamos juntos el si acepto donde ya será oficialmente mi esposa ante los ojos del señor que está allá arriba, que por primera vez quiero estar seguro de que me está escuchando, al menos estás suaves plegarias que no dejo de repetir en mi mente cada dos por tres.
Extiende su larga y pálida mano hacia mi, recibiéndola más que emocionado de convertirla en quien siempre debió ser, cuando la cruda voz de quien mas detesto llego a mis oídos, provocándome una terrible decepción de que solo hubiera sido producto de mi imaginación
—Así me gusta, cumpliendo como debe ser —cambia mi expresión de felicidad, a una de completa frialdad, sintiendo como mis ideales se van destruyendo y los trozos de mi corazón se vuelven mierda sin llegar a valer nada, absolutamente nada.
Nos volvemos hacia el sacerdote que comienza a dar su respectiva muela de siempre, causándome un estrepitoso agotamiento.
Escuchó las voces lejanas, hasta el momento en que me preguntan lo que no quería oír.
—¿Acepta señor Vivaldi? —cuestiona con voz temblorosa el cura, que desvía su mirada de vez en cuando a donde se encuentra su hija, cierro mis ojos, recordando de por quien hago esto, y que se lo merece.
—Si señor —respondo con un hilo de voz, odiando el nudo que cada vez aumenta más.
Llega el turno de la mujer que tengo al lado, esa qué solo sabe sonreír y sostener con premura el ramo entre sus manos, que emocionada y feliz grita un estrepitoso si acepto que pone a su familia a aplaudir.
Llega el momento de las palabras esperadas que me ponen el corazón a latir, esperando ver entrar por esa puerta a mi rubia, a mi Pia.
—Si alguien se opone a esta boda; que hable ahora o calle para siempre —ordena el sacerdote, ocasionando que todos desviemos nuestras miradas hacia las dos enormes y cerradas puertas.
Todo queda en silencio, nadie emite un sonido o se mueve, y por una cantidad exigente de segundos mi corazón está a punto de salírseme del pecho porque sé que después de estas horas mi mundo abra acabado para peor.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Peligrosa 21+ (COMPLETA)