Pía Melina.
Había despertado acurrucada en los dulces brazos de mi madre. Me levanté en segundos al sentir el sol colarse por las enormes ventanas de cristal que estaban en aquella sala.
El olor a café recién echo se coló por mis fosas nasales ocasionando que las ganas de vomitar fueran incesantes. Apresuradamente me dirigí al baño del apartamento, sintiendo las arcadas venir por cada segundo.
Coloqué mi cabeza en el vater, liberando el té que me había calmado la noche anterior. No comprendía que era lo que me estaba sucediendo y aquello me tenía más nerviosa de lo normal.
Lavé mis dientes antes de que mi madre se diera cuenta de lo que había sucedido, también hice lo mismo con mi cara y luego introducí mi cuerpo en aquella ducha con cristales polarizados de color negro.
El agua comenzó a caer encima de mi cuerpo en el momento que abrí la pequeña pila de plata. Aquella agua caliente relajo mis tensos músculos para luego calmar las raras sensaciones que me estaban absorbiendo.
Minutos después envolví mi cuerpo en el albornoz con estampados de flores que había comprado nuevo hacía unos días. Mi cabello fue cubierto por una toalla blanca y mis pies por las cómodas pantuflas con el mismo estampado que lo que cubría mi cuerpo.
Entré en la alcoba en segundos. Me aproximé a la cómoda, abriendo una de las gavetas observando que conjunto llevaría el día de hoy.
No me decidí hasta el último momento así que tomé un traje igual al que había usado el día anterior pero esta vez de color lila, me realizé un moño alto, unos tacones alto de diez centímetros marca Louboutin, me maquillé un poco y luego tomé mi bolso Victoria Secrets.
Mi mirada se fijó en el reloj que estaba en mi mano provocando que una sonrisa se alzara en mis labios por estar sintiendo el haberme vestido en tiempo récord.
Me dirigí a la sala sintiendo el delicioso olor de unas magdalenas que ya me estaban haciendo rugir mi estómago.
Los hermoso ojos de mi madre me observaban de una manera indescifrable, además de esas sonrisa que siempre poseía en sus labios como sí yo fuera su mayor orgullo en esta vida.
—Estas preciosa mi niña —me elogió dejando de lado el libro que descansaba en su mano.
—Gracias mamá —agradecí acercándome a la isleta de la cocina tomando cinco magdalenas con chispas de chocolate y crema por encima.
—Te hice unas cuantas —informó pero yo no podía quitar los ojos se aquellas delicias.
—De nuevo gracias —susurré y ella solo negó dejando un beso en mi coronilla.
—No es nada y cuídate —asentí plantando un beso en su mejilla a la vez que caminaba en dirección a la puerta—, come bien.
—Lo haré —grité segundos antes de salir y cerrar la puerta tras mi espalda.
Cómo siempre repetí el procedimiento.
Entré en el ascensor. Pasaron unos segundos en los que me entretenía mirando a la nada hasta que mi móvil comenzó a sonar.
Lo tomé un poco asustada cuando el primer nombre que ví hizo que arrugara mi ceño en señal de molestia.
Llamada entrante de Dante.
No se podía negar que me había quedado estática en mi lugar. ¿Qué debería hacer? Era algo que no sabía con total certeza.¿Debería contestar? No se sí es lo correcto pero por un simple impulso creí que sería la mejor forma de que me dejara en paz así que respondí.
—Alo... —hablé.
—Pia, ¿¡Dónde demonios te has metido!? —su voz sonaba estresada, más de lo normal.
—En un lugar donde no es de tú incumbencia —respondí saliendo del ascensor.
—Dime dónde demonios estás y esto es una maldita orden —su tono cada vez sonaba más duro y fuerte, ocasionando que algunos sobresaltos se escaparan de mi.
Pase por delante de la joven Tiana con el celular en el oído, recibiendo una mirada de desconcierto por su parte.
—Ten —me alejé el dispositivo tecnologíco de la oreja y le extendí una magdalena a la joven castaña.
—Grazie —murmuro mientras yo asentía y volvía a colocarme aquella cosa en mi orificio auditivo.
—No sabrás donde estoy ni de coña —debatí extendiendo mi mano a un taxi.
—¡Ohh, si lo sabré!, Sino me lo dices tú, lo averigüaré por mi solo y te aseguro que cuando te encuentre te llevaré al primer hotel que halle y te follaré como llevo deseando hacerlo —los vellos de mi cuerpo se erizaron por completo en el momento que escuché aquello, segundos después ya me encontraba finalmente en un medio de transporte en dirección a mí nuevo centro la laboral, todavía discutiendo con Dante.
—Me da igual lo que hagas, no podrás saber dónde carajos estoy —volví a repetir muy segura.
—Perdonare il ritardo signorina è che il traffico è spaventoso in questi giorni —cubrí la bocina del móvil antes de que el lograra escuchar aquellas palabras italianas y lograra encontrarme.
perdonare il ritardo signorina è che il traffico è spaventoso in questi giorni(perdone la tardanza señorita es que el tráfico es espantoso en estos días )
—Gracias —susurre por lo bajo sin girar mi cuerpo en su dirección.
—Tengo una maravillosa idea —hablo él y yo continúe haciendo mi trabajo pero cada vez más nerviosa al sentir su mirada encima de mi cuerpo—, ¿Por qué no vamos a cenar?
Aquello fue la bomba detonante para que me atragantara con el trago de café dulce que me acababa de dar.
—Tranquila —susurro mientras me daba unas palmaditas en la espalda calmando mis nervios—, aún así no es una broma, quiero ir a cenar contigo.
Aun estaba conmocionada con sus palabras y él me las repetía por segunda vez como si deseara que me desmayara o algo así.
—Lo siento, pero tengo planes —mencione demostrando que no sería de esas que se meten con su jefe.
—No sabía que tenías novio —sus ojos tan azules se me quedaron fijos en los míos del mismo color, la pena se plasmó en su expresión fácil, ocasionando que me sintiera fatal.
—No tengo novio, solo estamos saliendo —sus labios formaron una o y eso fue suficiente para que impusiera su distancia.
—Bueno, entonces lo mejor es dejarte en paz, pero no me daré por vencido —mencionó dejándome completamente sola en la oficina segundos después.
Continué en mi faena por unos minutos más, queriendo finalizar los últimos acuerdos de las nuevas entrevistas que estaban casi listas, a la misma vez que ataba mi cabello en un moño alto.
Mi teléfono móvil comenzó a sonar en el instante en que ya me preparaba para salir, lo sostuve admirando la pantalla con mis dientes agarrando mi obvio inferior con firmeza y los nervios haciendo mella en mi.
—Ya Justo estaba...
—Lo siento Pia, llamaba para decirte que se me presento un problema personal y no podré llevarte a cenar, estaré un tiempo por Amsterdam —mi pecho se oprimió porque de cierta forma si le había cogido cariño, pero comprendía que su familia estaba primero.
—Lo entiendo —murmure más para mi, que para el.
—No quiero que estes enojada conmigo preciosa, sabes que nada más finalice esto te llevare al mejor restaurante en Roma —sonreí porque sabía que si lo haría.
Hablamos por un tiempo corto, pero suficiente para hacer que la oferta de mi jefe sonara un poco más tentadora de lo normal, lo suficiente como para hacerme pensar que si podía, pero igual no estaba bien; así que tome un taxi directo hasta la casa, necesitando un buen baño de agua tibia que calmará los calambres que se apoderaban de mis pies por cada paso que daba, manteniéndome ya como un zombie.
En mi cabeza continuaba lo mucho que extrañaba las molestas y desconcertantes actitudes del castaño que ahora no me dejaba en paz, incluso en mis sueños me perseguía; aunque era en mis más húmedos deseos.
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