PERVERSIÓN romance Capítulo 13

Ahora ya me cabalgaba de forma convulsiva, haciéndome estremecer de placer mientras miraba, asombrado, como ella se entregaba más y más y daba rienda suelta a las imágenes sexuales que pasaban por su cabeza.

-Me encantaría ver como se deshace de sus mallas, enseñándote su coñito depilado y sudoroso… yo misma llevaría tu mano para que pudieras tocarlo y sentir lo caliente que la pones… Yo no daba crédito a lo que estaba oyendo pero no dije nada, dejando que ella exteriorizara todo su deseo y sus fantasías más recónditas.

-El tiempo que lleva deseando eso… sentir tus dedos recorrer su sexo… pero no se iba a conformar con eso… seguro que querría más y yo encantada de dárselo… empujaría tus hombros hasta que tu cabeza quedara delante de sus coñito húmedo y enterraría tu cara en él, para que la hicieras disfrutar como la zorra que es…

-¿Y no te importaría el verme comerle el coño a tu amiga? ¿No tendrías celos? -le pregunté curioso y sorprendido por su relato.

-Me encantaría… te miraría mientras me masturbaba, viendo cómo la haces correr y corriéndome yo a mi vez, viendo su cara descompuesta por los labios de mi marido y sabiendo lo que ha perdido… envidiándome por mi suerte… joder, sí…

Y se corrió de forma escandalosa, como solía hacer los últimos días donde exteriorizaba más su placer, sintiendo su cuerpo agitarse sobre el mío y provocando, irremisiblemente, que me corriera yo a mí vez llenando su orificio con mi leche. Sara se dejó caer sobre mí, descansando, poniéndole yo mis brazos a su alrededor, abrazándola, tocándola por primera vez desde que habíamos empezado aquel extraño encuentro.

Aun no entendía muy bien que puñetas había pasado allí pero, si una cosa estaba clara, era que aquella fantasía que me había narrado mi mujer la había encendido como pocas veces la había visto.

A parte, claro está, de los comentarios vertidos sobre Judith diciéndome que me deseaba, que la envidiaba a ella y lo que ella había perdido. ¿Acaso sabía algo de lo nuestro?

-Qué a gusto me he quedado -dijo Sara quitándose de encima de mí

- ¿Estás bien? -dijo girándose hacía mí. -Sorprendido sobretodo -dije mirándola yo a mi vez.

-Ya, supongo que ha sido un poco fuerte. Ni yo sabía qué me pasaba, me he dejado llevar… -dijo algo avergonzada.

-Eso está bien, cariño pero ha sido chocante, la verdad.

-Me imagino que al acabar de hablar con ella y conociendo vuestra historia… una cosa ha llevado a la otra… -dijo observando mi reacción que no tardó en producirse.

-Espera, ¿tú sabías lo que había pasado entre nosotros dos? - pregunté atónito.

-Claro -dijo divertida- me enteré tiempo después por una amiga en común que sabía toda la historia, aunque sigo sin entender porque nunca me dijiste nada.

-Pues porque me gustabas un montón, Sara… si hubiera intentado algo contigo justo después de haber estado con ella ¿hubiera tenido alguna oportunidad?

-Ni la más mínima… así que me alegro que lo hicieras -dijo abrazándose a mí- pero ahora quiero que seas sincero conmigo, Carlos. ¿Te acostaste con ella? -preguntó levantando su rostro para poder observar si era totalmente sincero.

-Nunca. Estábamos en esa fase de tonteo antes de empezar a salir en serio, ya sabes, besos, caricias y poco más -le dije siendo completamente franco. -Te creo –dijo- aunque ahora entiendo la frustración que siente cada vez que le habló de ti a ella… sobre todo cuando lo hacemos de sexo. La pobre se debe morir de envidia al saber lo que se ha perdido…

-¿Hablas con ella de lo que hacemos en la cama? -le pregunté asombrado. Mi mujer era una caja de sorpresas.

-Claro, es mi mejor amiga y, además, ella también me cuenta sus amoríos así que me parece que es justo ¿no? -dijo como si fuera lo más normal del mundo.

-Si tú lo dices… ¿y no te parece un poco cruel hablarle de esas cosas sabiendo lo que había pasado entre nosotros y sabiendo lo que le jode? -le pregunté no comprendiendo sus motivos.

-Qué va. Una cosa es que sea mi amiga y otra que sea tonta. Como si no me diera cuenta de cómo te mira… así que esa es mi pequeña venganza por desear a mi marido -dijo cariñosa de nuevo. No entendía nada. Según Sara, Judith seguía deseándome aunque yo no me hubiera dado cuenta de nada, y ella la hacía sufrir contándole nuestras hazañas sexuales.

Pero luego estaba lo que había sucedido unos momentos antes, en que mi mujer fantaseaba con que le comía el coño a su amiga, lo que en teoría debería matarla de celos pero no había sido así.

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