PERVERSIÓN romance Capítulo 26

El agua dejó de caer en el baño y al poco entró en el dormitorio Sara, desnuda todavía, mientras con una toalla iba secándose el pelo. Ver las gotas de agua correr por su cuerpo escultural provocó que mi miembro cobrara vida de nuevo, no lo podía evitar. Sara sonrió pícaramente al ver mi reacción pero no quiso darme a pie a más.

-Anda, date una ducha que mira qué hora es. A ver si aprovechamos el día tan bueno que hace hoy -dijo descorriendo las cortinas sin importarle estar completamente desnuda.

Me levanté, desnudo como estaba y con la polla tiesa, encaminándome a la ducha donde esperaba que el agua fría hiciera bajar la tremenda calentura que empezaba a tener. Aunque Sara no me lo iba a poner fácil, claro está. Acababa de meterme en la ducha cuando se abrió la mampara y apareció mi mujer con el móvil en la mano para seguidamente empezar a hacerme fotos. -¿Qué haces? -pregunté intentando cubrirme no sabiendo que pretendía con aquello.

-Tranquilo y no te tapes. Después de ver la foto de anoche me apetecía tener algunas fotos de mi maridito en plan sexy para consumo personal -dijo mordiéndose el labio de forma lasciva.

-¿Seguro que no es para enviárselas a nadie? -dije sin saber muy bien si confiar en ella. -Claro, luego te dejaré que me hagas unas a mí. Si te apetece

claro... Decidí confiar en ella y aparté la mano, mostrando de nuevo mi cuerpo desnudo y, sobre todo, mi v3rga enhiesta de nuevo. Volvió a disparar la cámara varias veces inmortalizando el momento mientras yo me lucía para deleite suyo. -Joder, qué bueno estás cielo... porque ya me he duchado

que si no.... -¿No eras tú la que me metía prisa por salir temprano a hacer turismo? -le dije aunque deseaba que se metiera dentro y bajar mi calentura con un buen polvo bajo el agua. -Tienes razón -dijo cerrando la mampara y dejándome con las ganas. ¿Por qué tenía que haber abierto la boca? Acabé de ducharme mientras sentía a Sara trastear por la habitación, supuse que vistiéndose, y ya me moría de ganas de ver qué ropa había escogido para ese día. Salí igual que ella, desnudo y secándome el pelo, con el agua resbalando por mi cuerpo. La imagen de mi mujer con un vestido súper escueto y con un escote de vértigo me impactaron y, más, cuando se dio la vuelta mostrando su espalda abierta delatando que no llevaba sujetador debajo. Otra vez mi polla se hinchó al ver semejante espectáculo no dándome cuenta que Sara volvía a disparar la cámara de su móvil. -Joder, Sara. ¿Piensas salir así? -pregunté estupefacto. -Claro. ¿No te gusta? -preguntó inocentemente sabiendo mi respuesta. -Tú que crees... -le dije señalando mi erección- es que como

decías que querías ir poco a poco... -Ya lo sé, pero después de lo de ayer y lo cómoda que me sentí me apetecía dar un paso más, para probar sensaciones

nuevas. ¿Te molesta? Si quieres puedo cambiarme... -No, si a mí no me molesta... bueno, un poco sí... la verdad

es que vestida así creo que voy a acabar con dolor de huevos

-Me vas a matar -le dije sabiendo que lo había hecho aposta. Ella solo rio y empezó a recoger sus cosas para salir de una vez a hacer turismo como habíamos planeado.

Bajamos al hall e, igual que el día anterior, fue Sara la que se aproximó al mostrador a dejar la llave y provocar al incauto hombre que sufrió o gozó, según se mire, de los encantos de mi mujer. Cuando volvió junto a mí, lo hizo risueña y algo menos ruborizada que el día anterior.

Sara se estaba acostumbrando a esa clase de situaciones y cada vez le daba menos vergüenza exhibirse de aquella manera, al menos allí, a kilómetros de nuestro hogar. Fuera nos esperaba otro día radiante, soleado y con una agradable temperatura que presagiaba calor a horas más avanzadas. Desayunamos en una cafetería de camino a nuestro primer destino siendo objeto, tanto allí como de camino, del escrutinio de todo hombre con el que nos topábamos. Y no era para menos ya que Sara estaba espectacular.

Ella disfrutaba siendo objeto de tales atenciones y yo, orgulloso de ir cogido de la mano de tal belleza y de ser el objeto de las envidias de todos esos admiradores. Toda la jornada transcurrió igual, nosotros disfrutando descubriendo las maravillas de aquella ciudad y, a la vez, de los efectos que causaba Sara allá por donde pasaba.

Como el día anterior, tanto trajín de ir de un lado para otro nos dejó agotados y decidimos volver al hotel a refrescarnos y cenar en el mismo restaurante que la noche anterior con la salvedad que esa noche, algo más frescos que la anterior, cerraríamos la noche tomando algo en un pub musical que también había cerca de nuestro hospedaje y que nos habían recomendado en el mismo hotel. Sara volvió a ponerse deslumbrante para la cena y posterior salida, con un vestido negro que se ajustaba a sus excelsas formas, de escote generoso y bastante corto y, aunque éste iba cerrado por la espalda, decidió prescindir también del sujetador. Estaba claro que mi mujer iba con la clara intención de provocar y yo no sabía ya si alegrarme o temer aquello

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