PERVERSIÓN romance Capítulo 31

-Un par de cervezas más –dije- mi mujer se encuentra algo

acalorada... -le dije como si él no se hubiera ya dado cuenta.

-Enseguida se las traigo -dijo dándole un último vistazo a los

muslos de mi mujer. Cuando se alejaba vi cómo, con

disimulo, el chico se acomodaba la erección que había

empezado a crecer bajo el pantalón ante lo que acababa de

contemplar.

-Eres un cabrón -me dijo Sara a mi lado. No había reproche

en su voz y su mirada seguía al camarero al que también

había visto recolocarse su miembro.

-Tú también, no te jode. Supongo que ahora me tendré que

hacer una paja para contentar a tu amiga -le dije sacando a

colación la conversación del móvil.

-Como si te fuera a costar tanto... ya me he fijado en cómo

la mirabas -me lanzó ella.

-No tanto como tú a su novio, amante o lo que sea -disparé

yo.

-Sus consumiciones -dijo el camarero poniéndonos las

cervezas pedidas en la mesa. De paso aprovechó para echar un nuevo vistazo al muslamen de Sara que todavía seguía

con las piernas separadas y el vestido subido.

-Gracias -dijo mi mujer con coquetería.

-A ti -respondió él dándose la vuelta de camino al local.

Cuando lo perdimos de vista estallamos en una carcajada

conjunta mientras Sara, ahora sí, recomponía su ropa.

-Estamos locos -dije yo.

-Pero te encanta ¿a que sí? -dijo buscando mi complicidad.

Yo se la di besándola de nuevo.

Apuramos las cervezas, abandonamos aquella cafetería y

pasamos el resto de la tarde paseando por las calles de

aquella ciudad donde tan bien lo habíamos pasado y donde

aún nos quedaba una última noche que disfrutar.

Volvimos al hotel para cambiarnos y salir a cenar y, quizás,

tomar una copa después dependiendo de lo que nos pidiera el

cuerpo. Y a Sara se la pedía, ya que eligió para salir una

minifalda de escándalo y una camiseta de tirantes que se

pegaba a su pecho de una forma impúdica.

-Ya veo que has vuelto a las andadas... -dije observándola

detalladamente.

-¿No te gusta? Es como antes me has dicho... -respondió

confusa.

-Para, para. No lo decía como un reproche, solo constataba

que has vuelto a vestir como te pide el cuerpo, nada más. Y

sí, me gusta -le dije sinceramente.

-Y mira que he estado tentada de no ponerme sujetador...

pero se me hubiera visto todo ¿no crees? -me preguntó

sabiendo la respuesta de antemano.

-Mira que te gusta provocarme -le dije pegándome a ella y

besándola mientras acariciaba sus tetas que lucían

imponentes bajo aquella camiseta. -Te quiero lo que no está escrito -me dijo- no sabes lo que

me alegra que confíes en mí de esta manera. Venga, vamos.

Tenemos que aprovechar nuestra última noche aquí -me dijo

cogiéndome de la mano camino a la puerta.

Sara había vuelto. Aquella forma de andar, luciendo cuerpo

desde que se abrió la puerta del ascensor, camino del

mostrador para darle todo un espectáculo al recepcionista

que se relamió al ver lo que se le avecinaba. Y en el

restaurante, tres cuartos de lo mismo, haciendo enloquecer al

camarero con sus sugerentes poses. Y aun nos quedaba la

traca gorda, que era volver al pub donde le habían metido

mano por primera vez.

-¿Estás seguro? -me preguntó antes de entrar- sabes que

podemos dar media vuelta y no pasa nada -me dijo

comprensiva aunque notaba que estaba deseando que le

dijera que sí.

-Si estás deseando entrar -le dije- te he dicho que confiaba en

ti y te lo voy a demostrar. Además, necesito material que me

inspire para la foto de tu amiga -dije guiñándole un ojo.

Sara se abrazó a mí y traspasamos la puerta del local. El

local lucía igual de abarrotado que la noche anterior, lo que

presagiaba otra noche de toqueteos que hoy iba a notar más

debido a lo escueto de la falda. Nos encaminamos a la barra

recepción ella iba a llamar al ascensor para ganar tiempo, tal

era su urgencia. Ya dentro se colgó de mis labios de forma

desesperada mientras refregaba su cuerpo contra el mío con

autentico frenesí.

Llegamos a la habitación entre besos y caricias ansiosas.

Nada más entrar Sara me apartó de su boca y, empujándome

con fuerza por los hombros, me obligó a arrodillarme ante

ella que se abrió de piernas.

-Cómemelo -me ordenó.

Y eso hice. Subí raudo su escueta minifalda, encontrándome

con sus braguitas empapadas y pegadas a su sexo,

llenándome con el embriagador olor que desprendía su coño

y abalanzándome sobre él para cumplir sus exigencias.

Bajé sus braguitas a la vez que mi lengua se lanzaba a lamer

sus labios, mis manos surcaban su piel alternando entre sus

muslos y sus nalgas y Sara, totalmente entregada, apretaba

mi cara contra su sexo mientras gemía sin parar.

Mi lengua alternaba entre sus labios y su clítoris, atacándolos

sin piedad, provocándole estremecimientos de placer en todo

su cuerpo. Era tal la calentura que llevaba encima mi mujer

que solo aguantó un par de minutos antes de correrse,

apretando mi cara contra su vagina, que se licuaba sobre mi

rostro famélico.

Pese a haberse corrido, no me dio tregua alguna y me hizo

levantarme para estampar su boca contra la mía probando así

su propia corrida. Pero no le importaba, Sara estaba

desbocada y quería más. Me empujó sobre la cama,

inclinándose sobre mí para deshacerse de mis pantalones y

bóxer, liberando mi polla que saltó como un resorte. -Quítate la camisa y prepara el móvil que tenemos una foto

que enviar -me volvió a ordenar.

Yo seguía sin entender que le pasaba a Sara pero volví a

obedecer. Pronto estaba completamente desnudo, con el

móvil en la mano esperando el momento de disparar la

cámara y con mi mujer engullendo mi polla con una avidez

que pocas veces había disfrutado

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