Fuimos en busca del coche cual pareja de recién enamorados.
Cualquiera que nos viera no se creería que llevábamos cuatro años de casados y seis de relación pero así era. Me sentía plenamente feliz a su lado y ahora, más que nunca. Y algo me decía que aquello era solo el principio, que lo mejor aún estaba por llegar.
Ese día llegamos con el tiempo justo y para mi sorpresa, igual que el día anterior, volvió a besarme delante de todo el mundo cosa que como dije no solía ser habitual en ella debido a su timidez.Otro día más, la mesa llena de incidencias que me hacía presagiar otro día de locos.
Por suerte, siendo previsor, esa mañana le había dado las llaves del coche a Sara. Mucho me temía que ese día también iba a salir tarde del trabajo.Y así fue, a media tarde ya estaba seguro de ello y le mandé un mensaje a mi mujer avisándole que no me esperara.
Me contestó minutos después de forma melosa, pidiéndome que no llegara muy tarde y finalizando con un “estoy deseando contarte lo que me ha pasado hoy”.
Aquello me intrigó, le mandé otro mensaje intentando sonsacarle algo pero ya no recibí respuesta. En fin, no quedaba otra que esperar a la noche a ver qué era eso que le había pasado. Solo esperaba que fuera algo bueno, no más faltaba que ahora que empezaba a soltarse un poco algo la frenara y se echara para atrás.
Durante toda la jornada le fui dando vueltas a lo que había descubierto la tarde anterior, la conversación de Roberto donde dejaba claro que Sara no tenía ni la más mínima posibilidad de hacerse con el puesto.
Seguía dudando si contárselo o no a Sara, ahora en frío me parecía que lo más correcto era decírselo pero, por otro lado, también me temía que aquello fuera a cortar en seco el cambio que estaba empezando a experimentar mi mujer.Porque, claro, lo de intentar convencer a Roberto que cambiará su parecer no sabía ni cómo abordarlo.
Hablarlo con él quedaba descartado, sería confesar que había estado escuchando su conversación tras la puerta y, seguramente, le daría otro motivo más para afianzar su postura.Lo único que se me ocurría era buscar algo, lo que fuera, que me permitiera obligar a cambiar de idea.
Pero como todo, tenía sus riesgos. Como informático tenía acceso a su ordenador y al servidor donde se alojaban sus datos pero corría el riesgo que alguien me descubriera y eso supondría el despido inmediato y quién sabe si no algo peor
.De momento, decidí meditar mejor mis posibilidades y ver cómo iban discurriendo los acontecimientos. Total, estábamos a finales de abril y hasta junio no se iba a hacer oficial la decisión. Aún quedaba tiempo.Aún quedaba otro cabo en el que no había caído y con el que me fui a topar otra vez en la caja del ascensor.
-Vaya, qué casualidad -dijo con alegría Daniela cuando entró en el ascensor al pararse éste en su planta, mientras yo volvía de nuevo al sótano a buscar material para una reparación.
-Hola Daniela. Ya ves, nos tiramos semanas sin vernos y ahora nos topamos dos días seguidos -le dije devolviéndole la sonrisa.
La verdad es que a mí la chica siempre me había caído bien y no hacía mucho caso a lo que decían las malas lenguas de ella.Fue en ese instante en que caí en que lo oído el día anterior también le afectaba, Roberto pretendía jugar con ella buscando el pretexto para llevársela a la cama y empecé a dudar si ponerla sobre aviso o no.
-Será cosa del destino ¿no crees? -me dijo Daniela sacándome de mis pensamientos.
-¿Cómo dices? -le pregunté al no haberla escuchado bien.-He dicho que debía ser cosa del destino el que hayamos coincidido. ¿No me escuchabas o estabas mirando dónde no debías? -me preguntó irónicamente.
-No, no que va... -me apresuré a responder.Era verdad, ese día había conseguido no fijarme en su generoso escote ya que, al estar solos encerrados en el ascensor, iba a ser demasiado evidente.
Pero claro, fue decirlo y mis ojos se apresuraron a lanzar una rápida mirada a su escote y vaya espectáculo.Al ser yo más alto que ella, mi posición elevada me permitía ver el nacimiento de sus abultados pechos y el borde superior de un sujetador morado de encaje. Y claro, me pilló de lleno.
-Bien, muy liado como siempre. ¿Y tú? ¿Qué es lo que me tenías que contar?
-Ven, siéntate aquí junto a mí -dijo palmeando la cama.La hice caso de inmediato. Algo me decía que iba a volver a tener una sesión memorable de sexo y lo estaba deseando.
-¿Te has fijado que aún llevo la blusa abierta como esta mañana?Claro que me había fijado, había sido lo primero que había mirado en cuanto la había visto allí sentada. Afirmé positivamente.
-No veas qué día ha pasado. Las primeras horas fueron un manojo de nervios, me sentía observada todo el rato, lo que me hacía sentirme algo incómoda pero poco a poco me fui relajando y dándome cuenta que nadie me prestaba atención. Bueno, al menos no más que otros días. Los nervios desaparecieron y me fui sintiendo mejor, más tranquila. Como si fuera otro día más.
-Me alegro cielo. Ya te dije que era una cosa de lo más normal y estoy feliz que lo hayas asumido con tanta naturalidad -dije satisfecho.
-Espera, que lo mejor está por llegar -dijo mientras su mano buscaba mi entrepierna y empezó acariciarme por encima del pantalón.Aquello me sobresaltó al no esperarlo. ¿Qué habría pasado para provocar ese estado de excitación?
-Después de comer nos avisaron a Daniela y a mí para que fuéramos al despacho de Roberto. Tenía algo importante que decirnos y, como comprenderás, fuimos inmediatamente.Sara me seguía contando lo sucedido a la vez que su masaje sobre mi pene se intensificaban, encontrándose éste completamente duro, molestando ya la prisión del pantalón.
-Roberto, nada más entrar, empezó a explicarnos que había conseguido un nuevo cliente, algo grande, y necesitaba que preparamos un informe sobre cual creíamos que debía ser la estrategia a seguir con ese cliente recalcando que, la que mejor propuesta presentara de las dos, se encargaría del proyecto dejando entrever que eso influiría y mucho en su decisión.
Yo estaba disfrutando y mucho de los toqueteos de mi mujer pero seguía sin entender qué había de excitante y morboso en todo aquello que me estaba explicando. Pero para ella, recordarlo, la calentaba a más no poder ya que empezó a desabrochar el pantalón para mi alegría y la de mi verga. Ésta saltó libre por fin, golpeándola en su mejilla al salir pero Sara no protestó, solo la lamió un par de veces antes de proseguir con su relato
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