Poséeme romance Capítulo 38

- ¡maldito canalla! – vociferó con ira al ver de quién se trataba.

El video mostraba a Gastón regresando, luego de dejar a Abril dentro de la mansión, con un hombre quien tenía algo parecido a una cámara de video en sus manos y éste entregándoselo inmediatamente. Él ver esto le hizo entender una sola cosa, que él era el culpable de haber filtrado los videos de aquella noche y que era el único culpable de haberla expuesto ante miles de televidentes. Tuvo que apagar la cinta porque si seguía repitiéndose la rompería en mil pedazos, pero ahora lo único que necesitaba era buscar la manera de hacerle llegar la misma a Abril, solo así podría mermar el odio que tanto le tiene.

- Haremos una cosa. – le dice al dueño del lugar. – necesito que usted invite a todos los integrantes a una cena este fin de semana, con listas de invitados y todo, y que él asista. El hombre le hace señales a su guardaespaldas, quien ya entiende lo que debe hacer y no se tarda en ir a dar las ordenes al personal del club. – veremos quien ríe al último. – dice furioso saliendo del lugar a toda prisa.

Santino tenía dos opciones, entregarle en mano a Abrió la prueba de que aquel hombre era un patán o exponerlo ante cada miembro del Traje Clímax. Por lo que no dudó un solo segundo en elegir la segunda opción. Estaba convencido de que deje escoger la primera, ella no querría oírlo. Después de todo él no dejaba de ser el imbécil que defenderá al asesino de sus padres, aunque las cosas no sean tan así.

Él se había dado cuenta que la quería en aquel momento que la vio en la ama con otro hombre, que la escuchó venir otro nombre porque allí comprendió de que ella ya no era suya y que e pertenecía a alguien más. Si se piensa, es contradictoria esa actitud, después de todo en el acuerdo que le hizo firmar Abril podía acostarse con otros hombres, y de echo aún lo aceptaba. La diferencia estaba en que todas esas veces el tuvo el control de la situación, ella no era de otros, ella era suya, ella obedecía sus órdenes. Pero ahora ya no al tenía, no le pertenecía. Se le había escurrido de las manos y eso era lo que le dolía.

Conducía por las calles de Buenos Aires rumbo a su casa, para pensar un poco en frío, a qué si quería exponerlo ante la verdad no debía dejar que el resentimiento le gane. Debía tener fuerza de voluntad, de no correr donde él y arrebatarle a su mujer, porque, aunque ella ya había decidido pertenecer a otro hombre y todo por culpa de él, no había nacido mujer en el mundo capaz de despertar en el un solo sentimiento y por ello no solo la concebía como suya, sino que por primera vez sentía suyo.

Ni bien llega a la oficina, Andrés le comenta la reunión que tuvo con el señor Whitsen y le muestra los documentos que le trajo diciéndole, además, que ya había enviado los mismos al Licenciado Rossi, para que él, desde Italia pueda mover sus contactos para intentar recuperar a la niña.

- ¿Qué piensas? – pregunta curioso Andy al observar cómo él miraba preocupado el informe.

- ¿tienes idea de lo peligrosos que son estos dos? – mostrándoles las fotos. – ojalá podamos devolverle a esa familia su hija, pero yo dudo en que si Adriano Rossi no lo logra, entonces no se podrá hacer nada.

Más allá de lo verdadero en lo que decía, su atención estaba en otro lado y no en el caso. Por primera vez el gran y exitoso abogado Santino Rivas, le importaba algo más que su carrera.

- ¿sucede algo? – su amigo lo conocía perfectamente.

- Quien filtró las imágenes fue el mismo tipo que esta con Abril. – suelta dejándose caer en el sillón, Andrés se sorprende al escuchar la sinceridad de su amigo.

- ¿qué harás? – pregunta sentándose a su lado.

- Lo expondré ante todos y hare que ella se de cuenta del patán que tiene al lado. – dice firme y serio.

- ¿y por que no vas tu mismo y le dices en la cara? –

Santino giro su cabeza y lo miró fijamente. Sí, tenía lógica, pero mejor así. Él debía decidir que hacer de ahora en adelante porque por más que la adoraba, por más que sentía que le faltara el aire sin ella, ya había hecho de su vida un infierno y realmente no la merecía.

- Creo que así es mejor. – confiesa.

- No creo que esa sea una buena decisión. – pero a él no le importa su opinión, porque ya lo tenía decidido.

En tanto Abril, recorría los bares, kioscos y demás lugares de la ciudad dejando hojas de vida, de historia laboral. Necesitaba urgentemente un trabajo, pero no había tenido suerte aún.

Cada vez que ingresaba en algún lugar, los presentes se ponían a cuchichear y eso le hacía sentir nerviosa y por sobre todo de lo peor. Sabía que para muchos ella era una cualquiera que si quiera sabía quien era el padre del supuesto niño que llevaba en su vientre. Un embarazo que no existió, pero que le sirvió en ese momento para separarlos.

Su cabeza era una ensalada de cosas, aun no sabía quien era el que había pagado el tratamiento y aunque había ido a la clínica, le decían que esa era información confidencial, que aquel que entregó el dinero pidió, exclusivamente que no dijera absolutamente nada. Y sí, es probable que el que haya pagado fuera Santino, pero ¿por qué lo hizo? Y ¿por qué no quería que lo supiera? Todo aquello la estaba volviendo loca.

Ni bien llegó a una plaza, decidió sentarse en uno de los bancos a mirar cómo los niños jugaban. Se sentía frustrada. Habían pasado varios días de aquel donde todo explotó y nadie quería darle trabajo, su hermana no quería hablar con ella y Gastón estaba tras de ella sin dejarla respirar y cómo no tenía pruebas de que él no pagó el tratamiento tenía que seguir siendo su títere. Para la suerte de ella, algo había sucedido con la fecha de operación, por la que se había atrasado dos semanas más. Sabía que, en esas condiciones, Cathy no querría viajar y no se equivocaba.

De momento a otro, le suena el teléfono celular, aparato maldito que Gastón le había entregado para no perder el tiempo de hacerle la vida un infierno y como era el único que tenía ese número, no había muchas opciones entre las que adivinar.

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