Querido bebé, amo a tu mamá romance Capítulo 10

Cierta parte del cuerpo de Mu Chenjue estaba a punto de estallar. ¡La mente de Rúan Cheng se quedó en blanco por un instante! Frunció el ceño y se reprendió a sí misma por ser incapaz de controlarse. ¿Cómo su cuerpo podía reaccionar de esa manera ante un beso de un hombre que no era su novio...? «Rúan Cheng, ¡no olvides que en tu vida ya existe Li Ye! ¡Solo puedes excitarte con él!».

-¿Cómo te atreves a distraerte mientras hacemos el amor? -Mu Chenjue le quitó la chaqueta blanca con brusquedad.

La sensación de humedad en los labios de Rúan Cheng recorrió su cuerpo. Las manos grandes de aquel hombre le arrancaron el sostén y sus ásperos dedos recorrieron sus senos blancos como la nieve. Era en extremo doloroso, pero le provocaba un picor insoportable en todo el cuerpo.

«lócame. —La voz grave y seductora de su jefe penetró en su oído mientras bajaba la cabeza y le besaba el cabello.

¡Rúan Cheng fue conducida hasta el límite por aquellos susurros! Mu Chenjue tenía un aroma leve a gel de baño, el mismo que tenía ella. Estaba claro que lo había usado antes. Ella sabía que las cosas solo irían a peor si no se resistía por completo ahora. Tratar de apartarlo ya había resultado inútil. ¡Ofender a su jefe no era una buena idea, pero era mejor que perder su castidad de esa manera!

Los ojos de Rúan Cheng se adaptaron a la oscuridad y poco a poco pudo distinguir los rasgos bien marcados de Mu Chenjue. Debido a la iluminación tenue su cuerpo tenía un brillo surrealista y sus labios lucían muy atractivos. Si ella no lo conociera, podría creer que ese hombre era el actor porno más famoso. No desperdiciaba ni un solo movimiento y con cada gesto lograba que ella se perdiera en el placer. Los dedos de Rúan Cheng se aferraron con fuerza al cuerpo de él y reunió todo su valor para golpear su abultada entrepierna con la rodilla.

-¡Ah! -Mu Chenjue soltó un gemido sordo. Frunció el ceño y se preparó antes de que el dolor le llegara a la garganta.

-¡Suélteme! -exclamó Rúan Cheng mientras se movía de lado a lado, tratando de soltarse.

Él la sujetaba por las muñecas con tanta fuerza que le dolía. No podía liberarse por mucho que lo intentara. Rúan Cheng casi pensó que estaba perdida. Sin embargo, él la soltó de repente unos instantes después. Lo primero que se le ocurrió fue escapar. El sonido de la puerta al abrirse y cerrarse fue tan fuerte como para despertar a los gemelos.

No se atrevía a quedarse en el corredor del hotel a altas horas de la noche, pero tampoco podía volver a la habitación. El baño era un callejón sin salida, así que elegirlo sería un suicidio. Tomó el ascensor y se dirigió al primer piso. El lobby del hotel estaba muy iluminado. En la recepción se encontraban dos señoras y cuatro guardias de seguridad. Nadie podría acosarla aquí. Aunque lo intentaran, los guardias estarían a dos metros de ella. Era muy seguro.

-Señorita, esto es para usted. -La recepcionista le sirvió una taza de té caliente.

-Gracias. -Rúan Cheng la sujetó y bebió un sorbo. El calor del té se extendió por su cuerpo, que se había enfriado por el susto.

Esa sería una larga noche. La espera sería difícil de soportar, pero al final terminaría.

Rúan Cheng se despertó por la mañana debido al frío. Estaba cubierta con una cobija, pero tenía la nariz tupida y temblaba sin cesar. Con seguridad se trataba de un resfriado. Ahora tenía que afrontar las consecuencias del incidente de la noche anterior. Se cruzó de brazos y pensó que, si el jefe se disculpaba sinceramente por lo ocurrido, consideraría aceptarlo. Sin embargo, si él no mostraba ningún signo de arrepentimiento, ella renunciaría de inmediato. Sabía que, de alguna manera, en cualquier empresa local o extranjera, un superior masculino podría acosar a una subordinada. Aunque ella renunciara, podría ocurrir lo mismo en la siguiente. A los ojos de los hombres, las mujeres pueden ser débiles, pero eso no significa que todas se sometan a los deseos de estos. Era imposible para ella aceptarlo.

Sus colegas de trabajo, Zhou Xiaosu y Li Tao, habían bajado sobre las ocho de la mañana.

-Llegas temprano, Cheng. —Zhou Xiaosu estaba a punto de desayunar con Li Tao cuando vio a Rúan Cheng.

Rúan Cheng se sintió más segura al verlos. Estaba a punto de salir con ellos cuando se abrió la puerta del ascensor a su izquierda. El jefe había bajado con sus hijos y salió del ascensor. Ella se puso pálida al mirarlo. Mu Chenjue fijó la mirada en su cabello despeinado.

-Vayan con el Señor Dong por ahora. -Mu Chenjue bajó la mirada y les indicó a sus hijos.

Ruanruan caminaba de la mano de Dong Liyan y al pasar junto a Rúan Cheng, hizo un gesto adorable. Su corazón se derritió al ver a la niña. Dong Liyan llevaba a los gemelos a desayunar e hizo una señal para que Zhou Xiaosu y Li Tao lo siguieran.

Él frunció el ceño y bromeó:

-No robó nada, pero parece que tocó mis partes íntimas.

Rúan Cheng se sonrojó sin querer.

-¿Está... está bien? ¿Necesita ir al hospital? -preguntó preocupada.

La mirada penetrante de aquel hombre se clavó en sus pupilas.

-Me preocupaba que su rodilla pudiera estar lesionada.

Rúan Cheng guardó silencio.

»No importa. Si ella trabaja en el hotel, estará acostumbrada a las lesiones laborales. —Mu Chenjue dio por terminada la conversación y encendió un cigarrillo. La ignoró y se puso a fumar al lado.

Solo en ese momento ella sintió que la rodilla le dolía un poco. Su miembro era demasiado... ¡Enorme! «La madre de Anan y Ruanruan debe de haber fallecido hace tiempo, si no, ¿por qué el jefe parecía tan carente de mujeres?».

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