Rúan Cheng se marchó. Mu Chenjue dejó a un lado el plano que tenía en la mano, se dirigió al aparador y se sirvió una copa de vino hasta la mitad. Frunció el ceño y lo bebió de un trago. «¡Esos malditos deseos!».
Era bien tarde cuando Rúan Cheng salió de la oficina. Por fortuna, consiguió tomar el último tren a casa. Cuando llegó, respondió al mensaje que Li Ye le había dejado en WhatsApp. Después de enviarlo, buscó una maleta adecuada y comenzó a empacar lo necesario para el viaje del día siguiente. En ese momento, sonó su teléfono. Era Li Ye.
-¿Por qué no te has dormido? ¿No te dije que te acostaras temprano y no llamaras? -preguntó Rúan Cheng con preocupación al contestar la llamada.
-Todavía no hemos terminado. Voy a hacer horas extras en el hotel. Acabo de recibir tu mensaje. ¿Por qué te vas también de viaje de negocios? ¿Con quién vas? -respondió Li Ye.
-Todavía no estoy segura de con quién voy. Lo sabré mañana —contestó ella.
-Si vas con compañeros hombres, asegúrate de mantener la distancia. Acabamos de empezar a trabajar con ellos, no los conocemos bien todavía -le aconsejó L¡ Ye.
-De acuerdo, entiendo —contestó Rúan Cheng. Oyó una serie de golpes, como si alguien estuviera tocando la puerta, en realidad parecía que trataban de derrumbarla-. ¿Qué pasa? -preguntó preocupada.
-Na... Nada en lo absoluto. Hablaré contigo más tarde. Voy a ver qué pasa fuera —tartamudeó.
L¡ Ye colgó antes de que Rúan Cheng pudiera decirle que se mantuviera a salvo. Ella miró su equipaje y luego su teléfono. No podía evitar preocuparse de que le pasara algo, ya que no estaba familiarizado con la provincia extranjera. La noche transcurrió sin problemas.
Al día siguiente.
Rúan Cheng recibió un mensaje de sus compañeros a primera hora de la mañana. Esperó a su colega en el vestíbulo de su apartamento. Se veía muy cansada pues había esperado por la llamada de Li Ye hasta altas horas de la noche. Este último nunca la llamó; intentó localizarlo, pero su teléfono estaba apagado.
Menos de veinte minutos después, un Bentley negro se estacionó y un hombre y una mujer salieron de él. Se presentaron de forma breve antes de subir todos juntos al auto. El viaje duró siete horas. Como también necesitaban un auto para desplazarse allí, los de arriba se encargaron de que el hombre condujera uno de la empresa para mayor comodidad. Rúan Cheng conversó muy animada con sus colegas durante el trayecto y en el auto se podía percibir una atmósfera muy cordial. Cuando llegaron a Ciudad H, ya era por la tarde.
—Primero podemos tomar un descanso y asearnos en nuestra habitación. Te llamaremos cuando sea la hora de cenar —le dijo su compañera Su luego de que se registraran en el hotel.
—De acuerdo -asintió Rúan Cheng.
Llevó su equipaje a su habitación y tomó una ducha antes de ponerse su pijama. Luego, sacó su ropa de trabajo, la planchó y la colgó. Después de acomodarse, ya eran las cuatro de la tarde. No había tenido noticias de L¡ Ye desde la noche anterior, ni siquiera un mensaje o una llamada. Aprovechó que tenía algo de tiempo libre y lo llamó. Su teléfono estaba encendido esta vez. Sonó varias veces, pero nadie respondió. Rúan Cheng se preocupó aún más. Volvió a llamar, pero la llamada fue rechazada. Li Ye envió de inmediato un mensaje por WhatsApp:
«Lo siento, estoy ocupado. Ahora no puedo atender las llamadas, pero me pondré en contacto contigo pronto».
Rúan Cheng respondió:
«De acuerdo, concéntrate en tu trabajo».
Parecía que estaba sano y salvo. La persona que le había tocado la puerta el día anterior podría haber sido un borracho que entró en la habitación equivocada.
Después de responder, Rúan Cheng dejó su teléfono a un lado para hacer otras cosas. En ese momento, el teléfono vibró. Se giró de nuevo para ver la notificación. Era un mensaje de WhatsApp lleno de tonterías:
«Ja, ja, ja, ja, supongo que mi bola de fuego abrió la cuota de localización...».
El remitente era el «ocupado» Li Ye. Rúan Cheng frunció el ceño y respondió con un signo de interrogación. Después de un momento, Li Ye le respondió:
«Estaba haciendo un dibujo técnico y mi mano se apoyó en el teléfono por error. El auto corrector hizo el resto, de ahí el mensaje incoherente».
Rúan Cheng ni siquiera tuvo la oportunidad de objetar.
Después de que Dong Liyan se marchara, los miró a los ojos y dijo:
—Pueden entrar los dos.
La niña tomó la mano de su hermano y entraron juntos en la habitación.
«¿Quieren algo de beber? -Rúan Cheng no tenía experiencia con niños y menos con los de estatus especial
como ellos.
-Leche -respondió la niña mientras tomaba asiento en el sofá con obediencia.
Rúan Cheng se apresuró a buscar lo que la niña había pedido. La leche del minibar era cara. En un supermercado costaría centavos, pero su precio allí era mucho mayor. Suspiró por el precio, pero aun así abrió el recipiente y sirvió una taza para cada uno. El niño, aún distante, no bebió nada. Su hermana, sin embargo, movió las piernas con alegría mientras bebía y se lamió los labios, feliz. Rúan Cheng, un poco incómoda, miró a los dos niños en el sofá e intentó iniciar una conversación:
-Entonces, ¿son gemelos?
—Por supuesto —respondió el hermano con indiferencia y miró a Rúan Cheng con puro desprecio. «¡Idiota!
¡Cualquiera puede decir que somos gemelos a juzgar por nuestro aspecto!».
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