Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 224

Zeus entró a la casa de manera despreocupada.

—Oye, si la matas, ¿quién va a atender a los clientes el próximo mes?—

Zeus miró insatisfecho a Leandro y añadió.

—Esta chiquilla es una joya, tiene muchos clientes que la adoran, puede atender a unos diez al día, ¡y eso es dinero!—

Las manos de Leandro se aflojaron un poco, recobrando la cordura.

Aprovechando el momento de debilidad de Leandro, Zeus agarró a la chica del suelo y la llevó a sus brazos.

—Fresa, no temas, él no va a lastimarte, sólo es un loco sombrío, ven conmigo, esta noche te voy a consentir.—

Dicho eso, sin esperar la reacción de Leandro, se llevó a la chica, abrazándola por los hombros.

La chica era demasiado inocente, y encima llevaba el camisón de Evrie, lo que lo hacía hervir la sangre.

En menos de unos minutos, se empezaron a escuchar sonidos reprimidos de un hombre y una mujer desde la habitación contigua.

Leandro cerró los ojos, sintiéndose cada vez más pesado por dentro.

Hacía años que no sentía esa sensación de amar a alguien y no poder tenerla.

La puerta se abrió de nuevo.

Leandro respiró hondo para calmar la agitación en su interior.

—Adelante.—

La puerta se abrió y Natalia entró con un montón de papeles en mano, que puso sobre la mesa de cristal.

—Sr. Reyes, aquí tiene el informe financiero del mes pasado.—

Leandro murmuró sin prestar atención.

Se dirigió al bar para servirse una copa de vino y se paró frente al ventanal. Podía ver en el patio del Parque LR, bajo las luces nocturnas, a un grupo de gente corriendo como castigo.

Ese era su reino, donde el poder era lo más importante. Para Leandro, ese lugar era un paraíso tremendamente gratificante.

Pero... Evrie no lo apreciaba.

Leandro se bebió medio vaso de vino, sus ojos se oscurecieron con la noche.

—¿Qué crees que pasa por su cabeza?—Preguntó Leandro.

Natalia bajó la mirada y soltó una palabra:

—La conciencia.—

—La conciencia...— Leandro repitió suavemente, con una sonrisa irónica en su rostro.

—En estos tiempos, ¿aún hay gente que cree en algo tan ridículo? Qué estupidez, qué gran estupidez.—

—Evrie, Evrie...—

—Si Farel puede tenerte, yo también.—

……

Pasada la medianoche, Natalia salió de la habitación.

Era la una de la madrugada y todavía había gente en el patio del Parque LR cumpliendo su castigo; no era raro que los que rendían poco no pudieran dormir toda la noche.

El Parque LR no mantenía a gente perezosa; si no ganabas dinero, esperabas ser castigado.

Natalia cruzó por el pasillo interno hasta llegar al sótano, donde el frío se mezclaba con el olor a sangre.

Óscar estaba encerrado en una jaula para perros que le llegaba a la cintura. Estaba cubierto de heridas, con la cara tan hinchada que parecía un enorme dedo, y con la mano izquierda envuelta en un grueso vendaje por haber perdido un dedo.

Si había que golpear, se golpeaba; si había que curar, se curaba.

Lo que importaba era castigar sin piedad, hasta el borde de la muerte.

Natalia dio una patada a la jaula y dijo con un tono despectivo— Otro niño mimado, producto del favoritismo hacia los hombres sobre las mujeres.—

Óscar se despertó sobresaltado, acurrucado en la jaula con una mirada de pánico.

—No me pegues, por favor, mi hermana vendrá a salvarme, seguro que viene. Cuando llegue, ustedes podrán hacerle lo que quieran...—

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