Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 672

Amanda echó a correr, y su amiga la alcanzó, tomándola del brazo.

—¿Para qué fuiste a la sección de maternidad? Si ni estás embarazada.—

Amanda suspiró profundamente. —Ni me lo recuerdes, me encontré con un conocido y por poco Farel me lleva de vuelta, pero hoy estaba de buenas y me dejó ir, si no, no habría nadie para acompañarte al cine.—

Su amiga soltó un suspiro de envidia. —Te envidio, te escapaste tan fácil, nadie te controla y eres libre, no como yo, que hasta me obligan a ir a citas a ciegas...—

Amanda soltó una risa orgullosa. —¿No tienes nada que envidiar? Todo tiene su precio.—

—...—

Con esa frase, dejó a su amiga sin palabras.

Llegaron a la entrada del cine y de repente, su amiga tuvo una idea brillante, sacudiendo el brazo de Amanda.

—Amanda, ¿por qué no vas tú a mis citas a ciegas? En un par de días tengo otra y ya estoy harta, tú podrías tomar mi lugar.—

Amanda alzó una ceja.

—Claro, nunca lo he hecho, ¡será como jugar a las actuaciones!—

—¡Ay, eres la mejor! Cuando ya no estés, prometo llevarte flores todos los días.—

—¡Hecho!—

...

De vuelta en el apartamento, Blanca le había preparado un montón de provisiones a Isabel.

Berto jugaba en la sala con su hija.

—Diga tío.—

La pequeña con voz dulce dijo, —Tío.—

—Bien.—

Quizás porque ya tenía una niña, Berto disfrutaba de la compañía de los niños y la entretuvo por un buen rato.

Blanca e Isabel estaban en el dormitorio, ella abrió el armario y le pasó a Isabel la mitad de su ropa de oficina.

—Estas son las prendas que uso para trabajar, como somos más o menos de la misma talla, escoge lo que quieras. En el tocador tienes maquillaje, no olvides cuidarte la piel. Este lugar será tuyo por ahora, quédate tranquila, trabaja bien y gana dinero.—

Por suerte, el apartamento no quedaba lejos del Grupo Médico Asana, y justo afuera había una estación de metro que llegaba directo.

El trabajo de —logística— no pagaba mucho, era lo normal del mercado.

Pero para Isabel, ya era suficiente.

—Blanca, gracias.—

Isabel se sentía tan agradecida que no sabía cómo expresarlo.

Desde que vino de su pueblo y se asentó aquí, todo lo había logrado fue gracias a la ayuda de Blanca.

De otra manera, nunca habría salido de aquellas praderas.

Blanca le agarró los hombros, seria. —Con tus estudios solo puedes hacer trabajos de logística, y la paga no es alta, no hay mucho futuro.—

Isabel bajó la cabeza, sintiéndose un poco inferior y arrepentida.

Aunque tenía un padre, no se sentía valorada.

No recordaba haber sentido amor paternal, así que le tenía un cariño especial a Berto.

Berto se agachó para consolarla, —Claro que volveré, juega tranquila en casa, la próxima vez que te visite, traeré a mi perro grande para jugar contigo.—

Al salir, Blanca seguía bromeando con él.

—Berto, sí que sabes cómo tratar a los niños, eres el rey de los chicos en tu barrio.—

Berto sonrió con ligereza, pasando su brazo alrededor de su cintura, —Pronto seré papá, no tengo experiencia, así que practico con los niños de los demás, pero el resultado no está mal, ¿verdad? Mira cómo esa niña me adora. Definitivamente voy a ser un buen padre.—

Entre risas, subieron al carro, Berto encendió el motor y pisó el acelerador.

—¿A dónde vamos?— preguntó Blanca.

—A casa, a buscar a mi hijo mayor.—

Blanca se dio cuenta de repente, después de varios días de celebración del año nuevo, casi se le olvida que Auwuu, su perro tonto, todavía estaba esperando en casa.

Ahora que volvían al trabajo, era hora de que él regresara también.

Valerio Pinos no la estaba pasando bien últimamente.

Nieve lo había estado presionando para ir a citas a ciegas.

Desde el comienzo del año, ya había visto a no menos de tres.

Y hoy... tenía otro de esos arreglos.

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