Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 698

Blanca se despertó esa mañana y el otro lado de la cama seguía vacío.

Le resultaba extraño, casi por instinto miró su celular; limpio, sin mensajes de Berto.

El que siempre compartía cada detalle de su día había quedado en silencio, un silencio fuera de lo común.

Aunque hubiera salido de viaje, ya debería haber aterrizado.

No es como si se hubiera ido al cielo.

Estaba por llamar a Berto cuando el timbre de la puerta sonó.

Blanca se dirigió a abrir.

Al ver a la persona al otro lado, quedó sorprendida por un momento y sin querer exclamó.

—Señora, ¿cómo ha venido?—

Era Ana, la mamá de Berto, quien estaba parada en la puerta. Había venido tan temprano y parecía apurada.

Ana miró hacia dentro de la casa y preguntó, —¿Dónde está Berto?—

—Se fue de viaje de trabajo,— respondió Blanca.

El semblante de Ana se tornó aún más preocupado.

Viéndola así, Blanca preguntó, —Señora, ¿hay algún problema?—

Ana negó con la cabeza mientras caminaba hacia la sala, diciendo, —Tuve un sueño anoche, soñé con él de pequeño, y también soñé que le crecían alas y volaba hacia el cielo. Me dejó inquieta y decidí venir a ver.—

Sacó su celular, quejándose, —Tampoco puedo comunicarme con él. Ese mocoso activó el modo avión y no responde a nadie.—

Blanca, al escuchar esto, sacó su propio celular, intentando llamar de nuevo.

Justo entonces, un mensaje de voz de Berto llegó.

Lo puso en altavoz y la conocida voz de Berto se escuchó.

—Buenos días mi Blanca, hoy tengo el día lleno, mil cosas por hacer, voy a estar ocupadísimo. Estos días no podré hablar mucho contigo, le pediré a Silvo que te cheque de vez en cuando, no me extrañes demasiado.—

Del otro lado se notaba la prisa, terminando el mensaje de forma abrupta.

Blanca, con intención de llamar, volvió a guardar el celular.

—Está muy ocupado,— le mostró a Ana, explicando, —Ha estado así de lleno con reuniones últimamente, no es la primera vez.—

Ana seguía preocupada.

—Siempre pensé que era un poco irresponsable, soltero sin compromisos, y de repente dice que tiene que trabajar en serio, para mantener a su esposa e hijo. Todavía no me acostumbro.—

Se dio cuenta de cómo sonaba eso y rápidamente se disculpó con Blanca.

—No es por ti, es solo que... algo no me cuadra.—

—Señora, entiendo,— Blanca interrumpió, —él siempre ha tenido buena suerte y es listo, no le pasará nada. Tranquila, en cuanto tenga un momento te llamará.—

Justo entonces, el celular de Ana sonó.

Al verlo, era un mensaje de voz de Berto, con su habitual tono despreocupado.

—Tengo que trabajar, así que por un tiempo no hablaremos, cuiden de su salud. Y por favor, vean cómo está Blanca, estar embarazada es difícil para ella.—

Al escuchar la voz de su hijo, Ana finalmente se tranquilizó.

—Ese muchacho, desaparecer así con el trabajo, casi me mata del susto.—

Guardó su celular y le entregó a Blanca los suplementos nutricionales que traía.

—Blanca, sé que estar embarazada es duro, te traje algo de nutrición y otras cosas. Con Berto fuera, tienes que cuidarte, ¿entendido?—

El corazón de Blanca se calentó.

—Entendido, gracias, señora.—

—Berto dijo que te gusta tu espacio, así que no quiero molestarte. Cualquier cosa, me llamas y estaré aquí enseguida.—

—Lo haré.—

Ana suspiró, mirando el vientre de Blanca, que había crecido un poco más desde la última vez, ya se notaba.

—Cuando nazca el bebé, deberían casarse, crear una familia feliz y completa sería lo mejor.—

Blanca bajó la vista a su vientre, asintiendo sin dudarlo.

—Lo haremos.—

No sabía qué estaba pasando.

Quizás era por el embarazo, hoy se sentía particularmente preocupada.

...

Los días pasaron lentamente.

El olor del desinfectante en el hospital era más fuerte que nunca, impregnando todo el piso.

A las ocho de la mañana, como de costumbre, la enfermera tocó la puerta y entró con su carrito hasta la cama.

—Berto, es hora de tu análisis de sangre.—

Berto, recostado en la cama con los ojos aún vendados y un rostro tan guapo como siempre, ahora con una sombra de barba en su mandíbula, obedeció y extendió su brazo, lleno de puntitos de agujas anteriores.

—Adelante.—

La enfermera desinfectó y le tomó la sangre.

Justo cuando ella estaba guardando el carrito, Berto intentó levantarse de la cama.

—Hoy quiero salir a caminar un poco, ¿puedo?—

Silvo, que estaba justo en la puerta, entró rápidamente a sostenerlo, —Berto, el doctor dijo que es mejor que descanses, no es bueno que andes por ahí, podrías lastimarte.—

Berto protestó insatisfecho, —No puedo ver, pero mi cuerpo está bien, no puedo quedarme acostado todo el día, necesito caminar un poco, sentir el sol.—

Silvo dudó un momento pero su corazón se ablandó.

—Está bien, te ayudaré a salir.—

Lo sostuvo firmemente y avanzaron paso a paso hacia fuera.

Justo al salir de la habitación, Berto frunció el ceño y de repente su cuerpo se desplomó.

Con un sonido sordo, vomitó un gran chorro de sangre.

—¡Berto!—

—¡Berto!—

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