Receta para robarle el corazón al Dr. Farel romance Capítulo 699

La sangre no paraba de correr, tiñendo su pijama de hospital.

El frente de su camisa se había teñido de un rojo intenso, un espectáculo desolador.

Berto se limpió la boca y solo sintió un fuerte sabor a sangre esparciéndose por su boca, se apoyó con una mano en el suelo, tardando varios segundos en recuperarse.

—¡Rápido, llama al doctor!—

Silvo gritó con urgencia, su voz cargada de ansiedad.

Al ver esto, la enfermera corrió a buscar al médico de inmediato.

Silvo intentó ayudar a Berto a levantarse, pero este esquivó su mano.

—No te muevas,— dijo Berto con un tono bajo y ronco, apoyándose en el suelo. —Me levantaré solo.—

Silvo, lleno de preocupación, no tuvo más opción que dejarlo hacer.

La dignidad de un hombre, a veces, se define en un instante.

Berto, apoyándose en la pared y jadeando, se levantó del suelo poco a poco.

Aún delgado, su figura alta y esbelta irradiaba un orgullo indomable.

Extendió la mano buscando el muro, intentando volver a su habitación por su cuenta.

Cuando extendió la mano al vacío, una mano definida y firme lo sostuvo.

Esa mano era fresca, segura y fuerte, con un toque de la dureza del viajero.

Berto se sorprendió un momento, luego esbozó una sonrisa ligera.

—Vaya, el Sr. Haro ha vuelto de su viaje.—

Farel, vestido de negro con el abrigo aún húmedo de la neblina, parecía haber venido directamente del aeropuerto. Agarró fuertemente la muñeca de Berto, su expresión oscura como la noche.

En el siguiente segundo, presionó directamente en su pulso.

Después de escuchar solo unos segundos, su expresión se volvió cada vez más sombría y amenazante.

Berto sintió la presión de sus dedos y retiró su mano, sonriendo despreocupadamente.

—Deja de escuchar, acabas de volver y ya estás tomando mi pulso, qué aburrido.—

Farel no respondió, solo giró su cabeza hacia Silvo con una orden fría.

—Ve por el departamento de investigación y desarrollo, el departamento de control, el departamento de patología, el director del hospital, el subdirector y todos los expertos. Reunión en el noveno piso en diez minutos.—

Farel lo miró, su expresión inmutable.

Las venas de su mano, tensas, revelaban su enfado contenido.

Solo dijo, —Si tienes algo más que decirme, dilo ahora.—

Berto pensó un momento, tocó su teléfono en la mesita de noche y dijo, —Ahora que has vuelto, no me andaré con rodeos. Primero, ocúltalo, no le digas a mis padres ni a Blanca. Segundo, cuida bien de ella.—

—Está bien.—

Farel aceptó de manera concisa y decisiva.

Berto, satisfecho, se acostó en la cama y tocó sus ojos, con un tono relajado pero con un toque de arrepentimiento.

—Está bien, mi compa ha vuelto, puedo descansar tranquilo.—

—Es una lástima...— dijo, —Habíamos quedado en que me traerías esos antiguos libros de medicina cuando volvieras, una pena que ahora no pueda leerlos, ni cocinar esos platos que me enseñaste.—

Levantó la vista hacia el techo, con un suspiro melancólico.

—Blanca realmente va a sufrir por mi culpa.—

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