Igor dejó a su hermana y a su sobrinito en casa y dijo que tenía que volver al estudio a terminar unos bocetos. Se llevó el carro también. Melody sacó unas comidas preparadas del refrigerador para dárselas, —No te vayas a matar de tanto trabajo, ¿oíste?—
Igor le respondió, —Mantenerlos a ustedes sí que me tiene a mil. Ni siquiera tengo esposa todavía.—
Melody lo echó fuera de casa de un empujón y cerró la puerta. Detrás, Eric se reía en el sofá, —¡El tío es un solterón!—
Melody también se rio, —¿Te divertiste hoy o no?—
Eric asintió con la cabeza, —¡Fue súper divertido!—
—Me alegro. Y recuerda, tienes que...—
—Lo sé, le tengo que agradecer a mi tío.— Eric la miraba con los ojos bien abiertos, —Lo tengo claro, mami.—
Melody pensaba que haber tenido un hijo tan listo era como si se hubiera ganado una fortuna en la lotería.
Justo cuando se disponía a dormir, sonó el timbre de la puerta.
Melody estaba limpiando el piso y le gritó a Eric que abriera. El niño saltó del sofá y corrió hacia la puerta, —¿Será que mi tío se olvidó de algo...?—
Al abrir la puerta y ver la cara del visitante, la expresión de Eric cambió por completo.
Briar tampoco esperaba que fuera su hijo quien le abriera. Había imaginado muchas formas de reencontrarse después de cinco años, quizá Melody sería indiferente, o lo vería como a un extraño, o aún estaría resentida con él, pero no esperaba que su propio hijo le cerrara la puerta en la cara.
Al ver a Briar, Eric sintió un nudo en el estómago y, reaccionando de inmediato, cerró la puerta de un portazo.
¡Carajo! La primera vez que Briar iba a visitarlos y lo recibieron con la puerta en las narices.
Y encima fue su hijo el que le cerró la puerta en la cara.
Aunque pensándolo bien, se sintió orgulloso de que su hijo tuviera su mismo carácter. Volvió a tocar el timbre.
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