Rompiendo la Ternura romance Capítulo 3

Perla sentía cómo el sudor recorría por su frente, descendiendo por su cabellera.

Román sostenía su pie con una mano y con la otra se extendía.-

El guardaespaldas de al lado le entregó de inmediato un puñal, de esos que se usaban sin funda.

Él se sentó allí, presionando el frío filo de la hoja sobre el dorso del pie de Perla, deslizándolo lentamente hacia arriba, pasando por su suave pantorrilla, sus ojos estrechos revelaban un brillo enfermizo de emoción.

"Perfecto, aún no he visto las entrañas de una mujer, deben ser más delicadas que las de un hombre..."

¿Acaso pensaba diseccionarla viva?

Perla empezó a temblar involuntariamente, "Por favor, no... te lo ruego..."

A pesar de haber estado recluida en su casa estos últimos cinco años, conocía la infame reputación de Román.

Román, de 25 años, primogénito y nieto mayor de la poderosa familia Báez en Somnia, había sido desde su nacimiento objeto de grandes expectativas. Desafortunadamente, a los 5 años sufrió un accidente automovilístico con su madre, quien murió en el acto, mientras él desapareció.

Cuando la familia Báez finalmente lo encontró, ya tenía 20 años y se había convertido en el líder de los matones en un casino, impregnado de un aura asesina y actuando con brutalidad y perfidia.

En los cinco años desde su regreso, se había vuelto aún más desenfrenado, llevando una vida disoluta y, con su propia fuerza, manejando todos los asuntos turbios de la familia Báez.

Tenía toda la arrogancia de un niño rico y mucho más, poseía una crueldad que ningún otro rico poseía. Se burlaba de las actrices, torturaba a sus subordinados, se atrevía a golpear a un congresista hasta dejarlo inválido y se divertía conducía a toda velocidad por las calles, causando accidentes e incluso atropellando gente.

Cada uno de sus actos era escandaloso, y la poderosa familia Báez tuvo que emitir un certificado de diagnóstico de enfermedad mental para silenciar a los críticos y evitar que él fuera a prisión.

Sabía que él era un joven heredero famoso y retorcido, pero nunca imaginó que llegaría a tal extremo.

La familia Leyva sólo la tenía a ella ahora.

No podía morir de esa manera.

Perla luchaba, pero su pie estaba firmemente sujeto por Román, incapaz de escapar, solo podía sentir el filo frío del puñal deslizarse sobre su piel.

De repente, la hoja levantó el borde de su vestido blanco...

Perla dejó de respirar y su rostro se volvió pálido.

"Señor."

Desde afuera del coche, el mayordomo Pedro continuó transmitiendo el mensaje de la matriarca, "En tres días será un día auspicioso, y la matriarca organizará personalmente su boda. Todos los rituales necesarios estarán presentes."

Aún se atrevía a seguir hablando.

Román giró el puñal en su mano y miró al mayordomo con una sonrisa irónica, "Ven aquí y dímelo en la cara."

El mayordomo miró el puñal, sudando frío, sintiendo un escalofrío en el cuello...

"Señor, aunque me matara hoy, tengo que transmitirle este mensaje. La matriarca dijo que si usted no está de acuerdo, ella y el patriarca se colgarán en la puerta de su habitación."

El rostro de Román se puso un poco pálido.

"Hay algo más. Ella dijo que cuando usted vea esto, accederá al matrimonio."

El mayordomo le pasó su teléfono a Román, mostrándole el vídeo que había recibido.

Él bajó la mirada y la observó fríamente, su expresión gradualmente se endureció.

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