Un mes después…
Olivia no esperó que Alessia realmente le ofreciera su amistad. Pero cuatro semanas después, la tenía prendida como garrapata. “Su mejor amiga” había insistido para que le ayudara con las materias que no se le daba. Lo último que Olivia quería y necesitaba era: estar envuelta en más problemas que llevarán el apellido Ferrari, pero al parecer su suerte estaba echada y ahora estaba nada más y nada menos que en la casa del demonio, exactamente en la alberca, hacía calor y estar dentro sólo empeoraba el problema de concentración de Alessia.
—¿Tienes hambre? —Alessia se puso de pie. Olivia suspiro cansada, la chica Ferrari se distraía hasta con el zumbido de una mosca.
—Ponte a trabajar Alessia, no terminaremos hoy —Olivia, rogaba porque Alessia prestará atención.
—Lo siento Olivia, soy mala estudiante, si tengo estómago vació, ahora vuelvo —salió corriendo rumbo a la cocina. Olivia se frustró, pero no tenía otra opción ante la insistencia de Alessia.
—No me agradas y no confió en ti —La voz de Santino, le hizo levantar la cabeza con rapidez cosa que lamento al encontrarse con esa mirada de hielo, y ahí estaba ese maldito efecto sobre su columna vertebral ¿era idiota? No era la primera vez que Santino le decía que no le agradaba, no era este el primer enfrentamiento entre ellos, pero la insistencia de Alessia por tenerlos reunidos en el mismo lugar les obligaba a tolerarse.
—¿Crees que me importa lo que pienses de mí? Te equivocas Ferrari, no sabes nada de mí, me acosas porque en el fondo sabes que estás en deuda conmigo y que mientras no reciba tu maldito dinero, continuará estándolo por el resto de tu vida —Santino apretó los dientes, quería espantarla, echarla fuera de su casa, la niña tenía la capacidad de sacar lo peor de él. Ni siquiera podía explicar lo que le hacía sentir.
—Se todo lo que tengo que saber de ti Olivia, rechazar el dinero fue una buena táctica, debería darte un premio, conseguiste meterte hasta mi cocina y creo que…
—¿Tú crees? —Olivia se puso de pie con enfado. Santino tenía la habilidad única de alterar su estado de ánimo, con solo pronunciar dos palabras.
—¿Creer que? —Santino se había perdido por un momento en la conversación, al ver la pasión con la que Olivia lo retaba, nadie, se atrevería a tanto excepto ella.
—Saberlo todo —Olivia no midió sus actos y actuó por mero impulso al ver a Santino cerca del borde de la piscina, lo empujó con todas sus fuerzas. El demonio Ferrari maldijo en más de un idioma, al caer al agua. Olivia salió corriendo rumbo a la cocina, buscando la protección de Alessia, con una sonrisa en el rostro. No era la primera vez que era atacada, pero era la primera vez que se atrevía a ponerle las manos encima al demonio.
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—¿Que te causa tanta gracia Olivia? —Alessia, se sorprendió al verla entrar a la cocina, mientras ella esperaba por algunos bocadillos.
—Nada Alessia ¿demoraras? —preguntó, sin poder borrar la sonrisa de su rostro por lo que había hecho.
—Un poco ¿Llevas prisa? —Olivia asintió
—Tengo turno en el cibercafé donde trabajo por las noches y se me está haciendo tarde —Olivia había recibido una serie de mensajes sospechosos, desde hacía unos días y no tenía idea de lo que podía tratarse, así que aprovechaba su trabajo en el cibercafé para intentar rastrear el número. Quería comentárselo a Alessia, pero no tenía nada concreto, lo haría apenas pudiera tener las cosas claras.
Alessia asintió, pero la sonrisa en el rostro de su amiga no se borró, lo que despertó la curiosidad en ella.
—Quien sola se ríe, de sus maldades se acuerda —Alessia murmuró, decepcionada ante el silencio de Olivia. Quien para aumentar su frustración simplemente se encogió de hombros.
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Santino Ferrari, había sido sorprendido y continuaba sorprendido ¿Cómo era posible que Olivia, le tratara de aquella manera? No le tenía respeto y mucho menos parecía temerle, cualquier hombre estaría encogido de miedo, él no era un tipo con quien pudieran jugar y Olivia pronto aprendería la lección, sino puedes con tu enemigo, únete a él.
Santino lo tenía claro, desconfiaba de la chica y la mejor manera de mantenerla vigilada era teniéndola en su territorio...
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Olivia volvió a su pequeña habitación alrededor de las doce de la noche, estaba cansada por lo menos había cenado fuera, la frustración de no poder encontrar el número telefónico de donde provenían los mensajes, la tenía en una constante alerta ¿tendría que ver, con frecuentar la casa Ferrari? Esperaba que no.
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—Por favor Olivia, realmente necesito aprobar el examen, mi hermano va a matarme si descubre que tengo altas probabilidades de reprobar —Alessia no dejaba de insistir con lo mismo. Olivia había sido clara y tajante y su respuesta era definitiva.
—Alessia, las cosas no son tan fáciles, tu hermano me odia y sigo sin entender el motivo —Olivia mintió.
—No te odia, solo no confía en ti —murmuro bajito
—Muchas más razones para no aceptar tu propuesta. Alessia puedo continuar dándote clases particulares, pero lo que sugieres es una verdadera locura.
—No veas las cosas malas en mi hermano, fíjate en lo que tú saldrías ganando. Te ahorrarías los gastos de: alquiler, mercado, transporte y tendrías una sueldo fijo, voy a pagarte para que me enseñes, además realmente necesito aprobar el curso, Olivia no tengo a nadie más. Por favor —Alessia hizo un puchero que siempre le funcionaba con su hermano.
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