¿Qué podría saber una chiquilla de dieciséis años que aún no ha terminado de desarrollarse, de amor y pasión?
Además, cuando Maurino decidió llevarla consigo, fue por lástima y ofrecerle refugio, la familia Soler le había salvado la vida y él simplemente estaba devolviendo el favor.-
A fin de cuentas, Violeta no podía compararse con Lucrecia.
"No te preocupes de más, yo te llevo a casa."
En los ojos de Lucrecia había una mezcla de tristeza y reproche. "¿Y qué pasa con nuestra boda? Maurino, finalmente has vuelto y sabes que siempre he esperado que me digas esas palabras.
Todo el mundo habla de nuestro compromiso y aunque nosotros sabemos que no es cierto, yo realmente deseo que se haga realidad.
He esperado más de una década por ti, ¿todavía recuerdas cuando dijiste que me harías la señora Paz y la mujer más feliz de todas?"
Lucrecia se acercó y con sus manos en la cara del hombre, le pidió con una voz dulce: "Maurino, nunca me ha importado la presencia de Violeta, ni sus sentimientos hacia ti. Una vez que nos casemos, la trataré como a una hermana menor y juntos nos ocuparemos de ella, incluso podríamos dejar que se mude a nuestra nueva casa.
Han pasado trece años Maurino, realmente no quiero esperar más."
El hombre miró a la mujer frente a él y sus palabras lo sumieron en un profundo pesar.
"Ya entiendo."
Esa fue su respuesta.
Al día siguiente, al despertar.
Violeta había sido tratada con suero y la fiebre había bajado.
Ella misma se encargó de los trámites de alta del hospital.
Sin embargo, de camino a casa, todavía se sentía un poco mareada.
Violeta vivía en un edificio viejo y deteriorado a punto de ser demolido, en una zona pobre, sucia y desordenado, llena de gente de todo tipo y sin ley.
Vivía allí porque era donde el alquiler era más barato.
Pero su sueño no fue tranquilo.
Soñó con su vida pasada.
Vio una oscura mazmorra, se vio encadenada, viviendo cada día como un animal, siendo el juguete de un hombre sin escrúpulos.
Tenía miedo, en esta vida, ya no se atrevía a desafiar a Maurino.
Si ella no hubiera cometido esos errores contra Lucrecia, Maurino no la habría entregado a otro hombre.
Tampoco habría terminado torturada hasta la muerte.
En esta vida no aspiraría a más, esperaría a ser mayor de edad, al día en que tuviera la capacidad de decidir por su cuenta, y entonces dejaría a Maurino.
Para vivir su propia vida.
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