Solo quedaban dos días en Sexland...
Había sido una locura y un verdadero placer la visita a la isla, estaba amando cada segundo que vivía aquí.
Mis amigas, a su manera, también lo disfrutaban sobre todo Lindsey y a pesar, de no ser una despedida común, en la que pasábamos todo el rato juntas, era todavía más increíble porque cada cual vivía la experiencia de manera particular y disfrutábamos luego de las historias que nos contábamos.
En este justo momento, me encontraba en un teleférico, con mis rodillas sobre los hombros del monitor y su boca perdida entre mis pliegues vaginales y mis placeres provocados por él mismo.
Está de rodillas delante de mí y yo gritaba como posesa. Era demasiado intenso lo que sabía hacer con su lengua y me llevaba a sitios increíbles con cada orgasmo.
Antes de meterse a mis muslos, me había puesto unas cuerdas y hebillas en las axilas y debajo de los muslos.
La vista que habíamos disfrutado a aquella altura por encima de la isla de Sexland, en pleno atardecer, no se comparaba a lo que sentía ahora que me extraía toda mi escencia con su lengua.
— Quiero que aprendas a buscar tu orgasmo junto con tu pareja — decía el moreno delicioso metiendo dos de sus dedos en mi sexo y mirando como mi cara se volvía más expresiva con cada movimiento de sus dedos.
— ¡Más por favor! — pedía, casi que implorando yo mientras el sonreía y subía a por mis pechos.
Tenía un vestido largo pero floreado y abierto puesto, que me permití usar sin nada debajo y eso le facilitó el camino a mi deseo.
Sacó sus dedos de mi centro y los hundió en mi boca.
— Pruébate — susurró obligandome a chupar mi escencia y pellizcando mis pechos muy duro en el mismo instante — no te niegues nunca tu sabor ni tu placer a tí misma... Si tú no te gustas y no te disfrutas,¿Por qué lo harían los demás?
Sacó sus dedos de mi boca y erguido frente a mí, que estaba espatarrada en mi asiento y mirando como más paisajes se asomaban a nuestras vistas, noté que me levantó los brazos para sacar mi ropa al completo y entonces, mientras el estaba vestido de jean y Polo blanco, yo estaba vestida solo con mi piel y mi excitación.
El teleférico se movía y nos balanceabamos dentro de la cabina personalizada.
Lo veía bajar del techo unas cuerdas que no sabía que eran y sin darme tiempo a enfriarme, con el inestable movimiento del transporte en el que estábamos, me tomó de una mano y aterricé contra su pecho.
Sus palmas abiertas rodaron por mis costados hacia abajo, mientras su boca se unía a la mía en un fogoso beso que duró mucho más de lo que parecía que duraría.
— Tu novio tiene un privilegio que no imagina — dijo, paseando sus manos por mi vientre desnudo, enloqueciendo mis sentidos — eres de una belleza especial y joder, me encanta el tiempo que estoy pasando contigo.
No sé porqué, en algún momento de sus palabras, creí notar cierto deje romántico y volviendo a sus códigos del primer día le dije...
— Sin detalles personales. Mi novio sabe que soy un regalo para su vida y créeme que me lo hace saber siempre, tu solo hazme gritar y no olvidar jamás estos días aquí.
Aquello lo hicieron sonreír de manera lobuna y supe, que había vuelto al ruedo.
Quizás fue un momento de confusión para él o tal vez fueron ideas mías, pero alla sido como fuere, lo que resultó a partir de ahí fue maravilloso.
Colocó mis piernas dentro de lo que parecía un columpio sexual.
Había cuerdas que se aferraban a mis muslos y una barra de lado a lado entre la zona delantera de ellos, que me abría las piernas a presión y no me dejaban moverme.
— Dios, esto se pone interesante — comenté y él, que estaba detrás de mí, manoseó mis senos endurecidos y bajó, por mi vientre su mano hasta mí clítoris y deslizó los dedos por su lado, resbalando hasta la entrada y hundiéndose en mi vagina. Recosté mi cabeza en su hombro y me mordió el cuello.
— ¿Podrás aguantar con un pequeño y delgado falo de silicona junto al mío dentro de tí ?
¡Oh mi dios!
Sentía que cada cosa que me hacía era como una escalada por una montaña de emociones y sensaciones que no tenía cúspide, creía que llegaba al cielo en cada ocasión, resultando que en realidad todavía subía más.
Cuatro de sus dedos se colaron en mí y noté sus labios sonriendo en mi cuello.
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