Y había llegado el último día en la isla del sexo... Me despedía de Sexland hoy mismo, pues mañana en la mañana me iría de regreso a los brazos de mi novio, para cumplir nuestro sueño de casarnos y si todo salía como lo habíamos planeado, no me arrepentía de estar con él ni un solo segundo, porque había podido comprobar, que el sexo no es más que una práctica estudiada si no hay amor.
Había descubierto, que efectivamente mi hermana tenía algo con Darius, algo además, que se adivinaba bien tóxico porque incluso por teléfono el la controlaba bastante, pero no conseguí intervenir mucho porque los «te amo mi niña», de él en altavoz, derretían a mi hermana y no dejaba que nadie la convenciera de que el amor es libre.
En cambio por otro lado, ¿Por qué mi versión del amor tenía que ser la correcta?
Pueden amarse las personas de tantas y tantas diversas maneras, que no necesitamos leer en un esquema, la forma correcta o más sincera y sana de amor.
Total... Que estaba caminando hacia mi despedida de la isla. Esto era surrealista. “ La montaña rusa del placer ”...
Así era como me daban el adiós aquí.
Iba con el atuendo común para tener buen acceso a lo que representaba cada disciplina, por decirlo de alguna manera en Sexland, vestido corto, ancho, sin sostén y a veces incluso sin bragas, como en este caso.
Había un señor muy sexi aunque madurito ya, organizando por nombres las plazas en la montaña.
Parecía una montaña rusa común, aunque ni tanto, pues tenía forma de vagina, había incluso un recorrido que parecía el final del camino, que hacía parecer que era una penetración vaginal el rumbo de la maquinaria. Surreal todo aquí.
Desde lejos se veía tan increíble, que si conociera al diseñador le daría mis respetos por una creación tan peculiar.
Hice una pequeña cola entre otras chicas, pues en el fondo, era una isla para despedidas de mujeres evidentemente, y cuando llegó mi turno de entrar me guiaron hasta una cabina de glande.
— Madre mía...
El sexi madurito me sonrió cómplice y pude notar como la cabina en la que subiría, tenía forma de cabeza de polla, con sus pequeñas venas y demás especificaciones perfectamente diseñadas.
Lo curioso era, que todas las atracciones de Sexland, eran privadas y nadie veía lo que hacías, salvo en la galería del placer.
Cuando entro a mi cabina, la puerta se cerró encima de mi cabeza, nunca mejor dicho pues estaba dentro de la cabeza de una polla, y allí, me esperaba mi monitor, masajeando su miembro erecto ya.
¡Menudo recibimiento!
Tenía la boca echa agua y estaba en la puerta, ya encerrada allí con él, y era de locos poder mirar hacia afuera como por un cristal y que sin embargo, no se pudiera ver hacia adentro.
— Tú sí que sabes dar una bienvenida — le dije divertida. Y visto lo visto, y por la.cantidad de días que llevaba follando a lo bestia con aquel hombre, me subí el vestido desde la puerta en la que permanecía como detenida y me quedé en pelotas.
Su vista se centró en mis pechos llenos, su mano apretó con fuerza su grandísima polla y su boca fue relamida por su lengua rosada y perfecta.
— Siéntate frente a mí y abre tus piernas.
Joder, es que una sola palabra de él ya calentaba.
Obedecí, aguantandome del techo para avanzar y llegar hasta mi asiento. Lo conseguí dignamente.
Cuando estuve sentada, poco a poco yuy lentamente, sonriendo para él, paseé mis manos por mis muslos y las detuve en mis rodillas, de manera sensual y suave, fuí abriendo cada pierna hasta mostrar mi sexo húmedo ya.
Deslicé las manos por mis muslos en ascenso nuevamente y una de ellas no se detuvo hasta pellizcar un pezón, mientras la otra se dedicó a abrir mis pliegues y jugar con mis humedades bajo la total atención del monitor.
Él apretaba y masturbaba despacio su miembro mientras yo humedecía mi clítoris con mía jugos extraídos por mis dedos de mi entrada latente.
* Tomen sus posiciones y accionen el boton verde cuando todos estén listos para salir*
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