Sorpresa de una noche romance Capítulo 134

El hombre tiraba de su brazo, y otra mano le rodeaba el cuello.

—¿Crees que hoy vendrá alguien a salvarte, Lydia? Deja de soñar. Te voy a enseñar lo que es que te pisen hoy...

—¡Ah! No te acerques, vete...

Lydia retrocedió, se dio la vuelta y echó a correr, pero la risa cacareada del hombre llegó por detrás, rodeándola como susurros demoníacos.

Corrió y corrió y de repente se cayó. Intentó levantarse, apoyándose en las palmas de las manos, pero entonces vio la cara del hombre, hinchada en proporciones enormes.

—¡Corre! Vamos, ¿por qué no corres? Sigue corriendo!

La sonrisa contorsionada del hombre se acercó y su puño se cerró. Lydia gritó:

—¡Agh! Eduardo, ayúdame... ayúdame...

—¡Eduardo!

Un chillido agudo rompió el cielo. Eduardo tenía el sueño ligero y se despertó de golpe, encendiendo la luz al final de la cama. Vio a Lydia forcejeando y gritando, con el rostro pálido cubierto de sudor, e inmediatamente se dio cuenta de que estaba teniendo una pesadilla.

Probablemente algo relacionado con lo que había sucedido aquella tarde.

—Lydia, despierta —Eduardo respiró hondo y le dio una ligera palmada en la mejilla. Pero ella no se quedó dormida, sino que alargó la mano y le agarró del brazo.

Normalmente, Eduardo la echaría, pero esta vez... no lo hizo.

La llamó por su nombre unas cuantas veces más antes de que Lydia abriera los ojos aturdida. —¡No!

Con el rostro cubierto de ceniza, se apartó del abrazo de Eduardo, balbuceando:

—Lo siento, yo... lo siento —No pudo encontrar una excusa, y siguió disculpándose.

—Ya que estás bien, vete a dormir —Eduardo no tenía intención de sacar el tema contra ella, principalmente porque no tenía el corazón para hacerlo con ella pareciendo un conejito que acababa de ser intimidado.

Pero... parecía que la tarde había dejado un gran impacto en ella. El rostro de Eduardo se ensombreció.

Al ver que Eduardo se había dormido como si nada, Lydia se tranquilizó ella misma y trató de acostarse, cerrando los ojos. Tal vez porque Eduardo estaba a su lado, pero ahora no tenía tanto miedo.

Eduardo había dicho que Ismael desaparecería de Ciudad S, y ella creía que podía lograr tal cosa. Teniendo en cuenta eso, volvió a quedarse dormida lentamente...

Pero, cuando Lydia empezó a respirar larga y profundamente, Eduardo abrió de repente los ojos, con su profunda mirada brillando en la oscuridad. Sintió que algo estaba cambiando lentamente.

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