Sorpresa de una noche romance Capítulo 152

Eduardo frunció el ceño y su brazo alrededor de Lydia se tensó un poco. Le dedicó a Rubén un gesto cortante con la cabeza y luego miró a Lydia.

—¿Estás cansado ya? Vayamos a casa —dijo suavemente.

—Pero... yo... —dijo Lydia, evitando la mirada de Eduardo. Captó la indirecta de que Eduardo quería alejarla de Rubén, pero dudó en obedecerle esta vez, pues le gustaba mucho la pintura y no quería perder su oportunidad.

Cuando vio que Rubén le guiñaba el ojo, Lydia tomó una decisión. Respiró hondo y por fin se animó a decir:

—Rubén es el último alumno del señor Ramón y está dispuesto a enseñarme. Debo aprovechar esta oportunidad y me gustaría que me apoyaran en esto.

dijo Lydia y le sacudió el brazo, tratando de convencerle.

Lydia sabía que esas palabras probablemente molestarían a Eduardo, pero no tenía otra opción en este asunto, ya que la pintura era su sueño.

Para su sorpresa, Eduardo dijo:

—Si quieres aprender a pintar, puedo conseguirte un profesor mejor, uno de los más famosos. Incluso podría intentar convencer al señor Ramón para que te enseñe. Así que, ahora, deberíamos ir a casa primero, Lydia —Había un matiz de ira y majestad en su voz.

Al oír esto, los ojos de Lydia se iluminaron de repente, pues las palabras de Eduardo parecían una oferta muy tentadora, pero al pensarlo mejor, sintió unas dudas pasajeras. Eduardo no sabía nada de su sueño, ¡pero Rubén sí lo sabía!

¿Y si Eduardo la engañaba? ¿Y si sólo lo decía para que dejara a Rubén? Ante este pensamiento, Lydia miró al suelo con decepción, pero no tuvo el valor de decir que no. Vio a la gente que entraba y salía de la fiesta y conoció su identidad. No sólo era Lydia, sino también la esposa de Eduardo y la señora León. Ella representaba el honor de la familia León en ese momento.

—Ya me voy. Hasta la próxima, Rubén —dijo Lydia, y logró una sonrisa.

Eduardo notó la decepción en su rostro y entendió que Lydia odiaba dejar a Rubén. Ante este pensamiento, Eduardo miró a Rubén con frialdad y frunció más el ceño. Su enfado se mostraba claramente en su rostro. En realidad, se le daba bien ocultar sus emociones, pero parecía que no podría volver a hacerlo después de estar con Lydia. Ahora que lo piensa, hasta el propio Eduardo se sorprendió. Se preguntó si se había enamorado de Lydia, pero lo negó inmediatamente. Era imposible para él, pues pensaba que sólo quería aprovecharse de ella.

Cuando Eduardo y Lydia salieron del vestíbulo, una ráfaga de viento frío picó en la cara de Lydia. Su vestido sin mangas no era suficiente contra el frío. Así que se abrazó con los brazos para protegerse del frío. Sus brazos eran blancos y delicados, lo que hizo que Eduardo quisiera sentir lo suave que era su piel.

Se dio cuenta de que Lydia parecía bastante deprimida.

—¿Ya echas de menos a Rubén? —se mofó.

—¿Qué quieres decir, Eduardo? —Lydia no entendía nada de esta pregunta. Sólo pensaba en cómo ponerse en contacto con Rubén. Tenía que aprovechar esta oportunidad para hacer realidad sus sueños. Había oído el sarcasmo en su voz, pero no sabía por qué.

—No te hagas la tonta, Lydia. Sabes de lo que hablo, ¡pero recuerda quién eres! —dijo Eduardo con sarcasmo. Al oír esto, Lydia estaba demasiado indignada para hablar. Para desahogar sus sentimientos, Eduardo intentaba provocar a Lydia.

—Rubén sigue allí. Si quiere volver, no me interpondré en su camino —continuó.

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