Sorpresa de una noche romance Capítulo 153

Había un frígido desprecio en el tono de Eduardo. Lydia sintió que sus mejillas se enrojecían por la repentina ira. Parecía que Eduardo la miraba con desprecio. Claro que era pobre y que nunca había terminado el bachillerato, pero no era una cazafortunas. Quería ser igual a Eduardo algún día.

—Bueno. ¡Si tú lo dices, Eduardo! Voy a volver con Rubén —Lydia se mordió el labio con fuerza.

Comparada con Eduardo, era pobre, ignorante e impotente, pero no era inferior. Firmó el acuerdo y se casó de mentira, pero en sentido estricto, eran socios y ella era independiente. En realidad, cuando Eduardo la había salvado valientemente hacía varios días, Lydia había sentido de alguna manera un flechazo por él. Pero en ese mismo momento, se reía de sí misma sólo de pensarlo, porque Eduardo siempre tenía un sentimiento de superioridad frente a ella.

—Bien. Adelante. Haz lo que quieras —La ira hizo que Eduardo dijera las palabras que no quería. Los sentimientos le incomodaban. Para ser sincero, no sabía por qué estaba tan molesto si Lydia no significaba nada para él.

Las palabras de Eduardo hicieron que Lydia se enfadara más.

—¡Está bien! ¡Volveré a la fiesta! —argumentó Lydia. Justo entonces se levantó un viento. Lydia parecía estar más consciente en el viento helado. Le lanzó una mirada a Eduardo y al segundo siguiente recogió su vestido y se dirigió al salón.

Eduardo seguía de pie, en silencio, mirando tras ella. Apenas podía creerlo. Nunca se había imaginado que le diría esas cosas a Lydia.

En ese momento, su conductor detuvo el coche delante de él y le vio allí solo.

—¿Por qué ha vuelto la señora León, señor León? ¿La esperamos? —dijo el conductor con curiosidad.

—No te preocupes por ella —Para Eduardo, era difícil mantener su temperamento. Así que se subió al coche sin dudarlo.

—¡Vamos! —ordenó Eduardo con frialdad. Entonces, el coche se alejó a toda velocidad.

Lydia se giró y vio el coche de Eduardo perderse de vista.

—¡Eres un imbécil! —dijo Lydia con rabia, apretando los puños. No podía creer que Eduardo la hubiera dejado tirada. Al pensar esto, se puso roja de rabia reprimida. Durante un rato, Lydia permaneció en silencio observando el ajetreo de los caminos. De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas. Rechazó la invitación de Rubén, pues no quería poner a Eduardo en una situación incómoda, pero Eduardo se volvió ingrato.

—Será mejor que no vuelvas —Dijo Lydia con rabia y luchó por contener las lágrimas. No valía la pena estar triste por su marcha, ya que ella y Eduardo eran personas completamente diferentes. Ante este pensamiento, se dio la vuelta y entró directamente en el salón. La fiesta era maravillosa y colorida, con mucha música, mucho vino y muchos buenos momentos, pero Lydia no encajaba. Miró a su alrededor, parpadeando bajo la luz brillante, y observando la diversión desde la distancia. Después de un rato, no pudo soportar el ruido. Así que salió a tomar el aire.

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