En julio, hacía un calor sofocante en Ingford.
Sin embargo, Alina Hughes, de pie en la puerta del estudio, sentía escalofrío por todas partes, y acariciaba temblorosamente su vientre embarazado con sus palmas delicadas mientras el aliento se le ponía incontrolablemente violento.
Mientras tanto, la plática dentro del estudio continuó.
—¡No esperaba que el estado de salud de ella se empeorara en esta coyuntura!
El hombre lanzó dos bocanadas de humo de su cigarrillo y preguntó:
—¿Cuántas transfusiones de sangre más necesitas para ella?
—Más o menos tres, pero solo darle transfusiones de sangre de Alina ya no bastará. ¡Ella necesita un trasplante de médula ósea lo antes posible!
Como médico, Nova Turner no quería ser tan cruel para extraer la médula ósea a Alina, no obstante, por el bien de su paciente, tuvo que obligar a Caleb Collins a tomar una decisión cuanto antes.
—Pero si eliges la operación, no podrás quedarte con el bebé. Aunque el bebé se salve a duras penas durante la operación, muy posiblemente se deforme o quede discapacitado mentalmente a causa de los efectos secundarios de los medicamentos. Además, la vida de Alina estará en peligro, así que tienes que deliberarlo todo bien.
El estudio se quedó en un silencio total después de las palabras del médico.
Alina miró nerviosa al hombre a través del resquicio de la puerta.
El hombre apagó la colilla que tenía en la mano en el cenicero y, tras un largo silencio, dijo en un tono indiferente que ella nunca había oído:
—Deshazte del bebé y prepara la operación cuanto antes.
Al oír esas palabras, las pupilas se le contrajeron a Alina y todo el cuerpo le tembló violentamente.
Se dio la vuelta, volvió corriendo a su habitación y cerró la puerta con un golpe. Después, se precipitó al baño, se quitó el pijama y se miró la espalda a través del espejo.
Su espalda, que había sido delicada y lisa, ahora estaba cubierta de densos agujeros de agujas y de moratones, ¡que eran causadas por inapropiados apretones después de retirar las agujas!
—No... —Alina se tapó la boca, horrorizada, y empezó a sollozar.
Alina no se había duchado por sí misma desde que se quedó embarazada y fue su marido quien lo había ayudado a hacer por ella, ¡así que ella no prestó mucha atención a su espalda!
De repente, por su mente se pasaron todos los actos extraños del hombre durante todo este tiempo.
«¡Resulta que todas esas ternuras que me han conmovido son falsas! No es de extrañar que me haya sentido cansado todo este tiempo y que no haya dormido bien. ¡Resulta que era porque me sacaban la sangre todas las noches cuando yo estaba dormida! ¡Él no se ha casado conmigo por amor, sino para sacarme la sangre!»
Alina se cubrió firmemente el vientre redondo su vientre. Ya llevó casi nueve meses embarazada y el bebé llegaría a este mundo en cualquier momento.
¡Nunca permitiría que nadie hiciera daño a su hijo!
***
Por la noche, en la mesa del comedor, el hombre le sirvió personalmente un plato de sopa a Alina y le dijo:
—La sopa es buena para ti. Bébela ya.
Tras haberse casado con ella, Caleb siempre había estado hablando con Alina en tono de mando, y ella parecía haberse acostumbrado a obedecer hacía mucho tiempo.
Sin embargo, esta vez Alina se detuvo la mano que sostenía el tenedor y miró al hombre con el que ya llevaba dos años casada. En ese momento el cariño de este, como droga, le resultaba embriagadora a ella, ¡pero iba a acabar con su vida y la de su bebé!
«¡Él mandó deshacerse del bebé!»
Al pensar en esto, Alina se levantó violentamente y golpeó el cuenco de sopa contra el suelo, que se rompió en pedazos, como su miserable matrimonio con él.
Como resultado, la ropa tibia le manchó los pantalones al hombre.
Caleb montó en cólera al instante, pero en el segundo siguiente reprimió rápidamente su ira.
Le acarició la frente con ternura falsa y le preguntó con paciencia:
—¿Qué pasa? ¿Es que quieres que venga Nova?
—¿Qué? ¿Quieres que Nova venga a sacarme más sangre?
Tras estas palabras, un silencio sepulcral cayó sobre el comedor.
Alina se mordió el labio inferior, tratando de contenerse las lágrimas que se daban vueltas en los ojos, y miró ferozmente a Caleb.
Ella estaba esperando a que este le diera una explicación.
El hombre la acercó bruscamente de un tirón, dejando atrás su pretensión de cariño, y le preguntó con frialdad:
—¿Ya lo sabes todo?
Este le estranguló el cuello con fuerza y continuó:
—Entonces debes de saber la situación que estás. ¡Sé obediente y coopera conmigo!
Efectivamente, ella no tenía opción frente a este hombre.
La familia Collins se podía considerar como la más poderosa e influyente en el país, con un vasto patrimonio empresarial y una gran riqueza.
¡Y Caleb contaba con el mayor poder del imperio de Collins!
Nadie se atrevía a o podía impedirle hacer lo que quisiera.
Al ver lo fría que era la mirada del hombre, Alina no pudo controlar más las lágrimas. Y por el estrangulamiento fuerte de este, a Alina le faltó el aliento y se quedó tan dolorida que la cara se le puso muy pálida.
Al notar esto, Caleb la soltó inmediatamente y le dijo con cara fea:
—Ahora que lo sabes todo, piensa en la compensación que quieres. Te satisfaré tanto como pueda.
Con eso, se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás. A su vez, Alina chocó contra la pared por un empujón fuerte de este y se dejó sentar en el suelo.
Alina cerró los ojos, muy desesperada.
«¿Compensación? ¿Acaso este matrimonio es una conspiración desde el principio?»
Temblando, ella gritó al hombre:
—Dime quién es ella.
A cuántas mujeres les encantaría subirse al coche de Caleb, pero ahora Alina sentía que era un coche funerario para llevarla a la muerte.
En cuanto se subiera a este coche, sería enviada directamente al infierno.
—No voy a ir.
—Ha ocurrido un accidente en el hospital y la operación se tiene que adelantar. Sr. Collins dijo que yo tuviera que llevarla a usted al hospital a toda costa. Señora, por favor, no me lo ponga difícil.
El tono de Brandon era respetuoso y cortés, pero se podía notar un atisbo de amenaza.
Alina, muy impotente, esbozó una sonrisa amarga y triste. Tal y como iban las cosas, ella no tenía otro remedio que obedecer.
¿Cómo podía ella, una mujer embarazada, enfrentarse a un hombre tan grande y fuerte?
De camino al hospital, ella preguntó a este con voz serena:
—Si no voy al hospital, esa mujer morirá, ¿sí?
—Sí.
—Pues que muera.
¡Caleb había elegido a esa mujer a sabiendas de que Alina estaba embarazada de nueve meses y que el bebé en su vientre estaba a punto de nacer!
Brandon no dijo nada más y se concentró en conducir.
Alina respiró profundamente, miró por la ventanilla hacia el puente de Hasnan y volvió a preguntar:
—¿Quién es ella?
—Emma Bell.
Alina se quedó muy sorprendida.
«¡¿Emma Bell?! ¡¿Cómo puede ser Emma?!»
De repente, Alina alargó la mano y agarró con fuerza el volante.
Y se oyó la voz de pánico de Brandon:
—Señora Alina, ¡¿qué está haciendo?! ¡Suelte el volante!
Sin embargo, Alina le hizo caso omiso. Ya no le quedaba nada y no permitía que Emma alargara su vida a costa de la suya y la de su bebé.
Debido al acto inesperado e irracional de Alina, el coche perdió el control, se estrelló pesadamente contra la barandilla del puente Hasnan y cayó al río.
Mientras el agua fría ahogaba sus pulmones, Alina extendió los brazos y se dejó invadir por el agua. De repente sintió una punzada en el vientre.
«¿Mi bebé sabe que su padre nos ha abandonado y que vamos a morir pronto?»
En cuestión de minutos, el puente se quedó atascado de tráfico debido al accidente y, como resultado, los coches de la policía y los de la familia Collins quedaron bloqueados en la entrada del puente.
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