Soy más rica que mi exmarido multimillonario romance Capítulo 184

Emma estaba en desventaja por no saber esto.

—Sí, ahora la Sra. Alina es completamente diferente de lo que era hace tres años —dijo el mayordomo.

—¡Me gusta su cambio!

Aunque a Vanessa no le gustaban las chicas astutas, no le parecían agradables las chichas con carácter débil, que no devolverían el golpe cuando era intimidadas.

—¡Según la situación actual, Emma ni siquiera puede quejarse de su sufrimiento en absoluto!

—Sí, ella intentaba vivir en la Villa Werland con todos los medios, pero ahora que vive allí, no lo disfruta para nada.

—Sí —Vanessa asintió con la cabeza, satisfecha—. ¡Dile a Chester que no deje que el alboroto de la Villa Werland acabe fácilmente!

—De acuerdo.

El mayordomo comprendió lo que quería decir Vanessa.

Si Chester insistía en mandar a Emma a Eglinton, Caleb no se atrevería a dejar salir a Emma de la Villa Werland.

Emma había sacado muchos beneficios de Caleb durante muchos años, al mismo tiempo, también le había creado un montón de problemas.

Esto era la mayor razón por la que Vanessa odiaba a Emma.

Además, debido al incidente de tres años atrás, Alina tenía resentimiento hacia Emma. Ahora que las dos vivían juntas, sin lugar a dudas, Alina desahogaría su furia sobre Emma.

Emma había sacado muchos beneficios de Caleb estos años, por lo tanto, ¡era justo que sufriera ahora!

A la familia Collins le encantaría que Caleb terminara divorciándose de Alina.

Emma nunca habría imaginado la situación actual. Si hubiera sabido que Alina era tan importante en el Castillo Collins, ¡nunca se habría atrevido a correr el riesgo de provocar a Chester!

Ahora Emma se quedaba sin ninguna solución.

***

Probablemente Emma no tenía idea de que las personas del Castillo Collins también habían ayudado para que Emma se encontrara en una situación embarazosa.

En esta noche, Caleb no regresó, y después de que habían llevado a Emma a su habitación, ella se quedaba sola.

Con los sucesos durante el día, Emma no durmió bien en toda la noche, ya que temía que Alina irrumpiera en su habitación a la medianoche.

Sin la necesidad de pensar, Alina era tan loca que podía hacer esta locura.

Emma estaba asustada, ya que Alina estaba loca y haría cualquier cosa.

Por fin amaneció.

Pensando que Caleb no había vuelto a casa anoche, Emma no tenía ni idea de qué le pasaría durante el día.

Aunque Alina no le había hecho daño físico ayer, parecía que iba a hacerle algo en cualquier momento.

Realmente Emma tenía mucho miedo de que, durante el día, si se descubría lo que había pasado hacía tres años, ella...

Emma se sentía ahogada solo pensándolo.

En la mesa del desayuno.

Ya que Caleb no estaba en casa, todas las comidas eran las favoritas de Alina.

—Lois.

—Sí, Sra. Alina.

—Vamos a comer anguilas para el almuerzo.

Al escuchar estas palabras, Emma, que estaba sentada enfrente, se puso pálida. En este momento, pensó en lo que quería hacer Alina.

Temblaba de miedo.

—¡Compra las vivas, ya que son más frescas! —dijo Alina.

«¡Anguilas vivas!»

Solo pensando los aspectos de las anguilas, Emma se estremecía.

«¡Alina incluso quería las anguilas vivas!»

—Alina, no puedes tratarme así, yo...

Emma miró a Alina locamente.

Solo imaginar la escena aterrorizaba a Emma, y ella creía que Alina era loca y si seguía tratándola así, ella también se volvería loca.

¡¿Desde cuándo Caleb nunca respondía a sus llamadas cuando él estaba fuera?!

¡Fue por Alina!

Todo fue por Alina, pero por qué Alina podía...

—¡Alina!

Emma se estremeció mucho en el momento en que Alina la miró despreocupadamente.

Le temblaba todo el cuerpo.

¡Estaba realmente asustada!

Desde que era pequeña, las anguilas le aterrorizaban.

—No son horribles —dijo Alina.

—Tú, no te me acerques...

Emma fue incoherente de miedo en el momento en que Alina se levantó.

—¡Te lo ruego!

Finalmente, suplicó a Alina.

No importaba lo ambiciosa y digna que hubiera sido y se hubiera dicho a sí misma una y otra vez que no rogaría a Alina, Emma sentía que su mundo se había eclipsado cuando veía que las anguilas se acurrucaban.

Justo cuando Alina estaba a punto de arrojar la anguila a Emma, su teléfono vibró.

Sacó su teléfono y le echó un vistazo.

—Diga.

—Señorita Hughes, somos...

No se sabía qué dijo la persona que telefoneaba, pero la expresión facial de Alina cambió.

—¡Llegaré enseguida!

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