-Yo... -Elizabeth sintió como si su cerebro acabara de estallar en mil pedazos; ella ya se había imaginado un escenario en donde alguien la descubriera con su verdadera imagen, ¡pero ella no esperaba que ocurriera tan pronto!
«¿Y ahora qué hago?»
Elizabeth se preguntó.
Mauricio se quedó pensativo mientras miraba fijamente el rostro de Elizabeth, ya que muchas posibilidades se le vinieron a la mente.
«Es ella. ¿Es esta la verdadera Elizabeth? ¿Cambió toda su apariencia? ¿O es así como ella se ve en realidad después de haberse cambiado?»
Elizabeth se sintió un poco incómoda por la mirada fija de Mauricio; a pesar de ello, ella intentó mantenerse relajada.
-¿Joven amo Mauricio, qué le parece si tenemos una pequeña charla primero?
-De acuerdo.
-Bien. Por favor, pase -Elizabeth abrió la puerta con un ligero suspiro de alivio.
Mauricio colocó la ropa que tenía en sus manos en otra parte mientras que preguntaba con curiosidad:
—Bueno, ¿me permite hacerle una pregunta antes de que comencemos a charlar?
«Veo que no tiene pelos en la lengua. Grandioso, puedo ahorrarme un poco del esfuerzo cuando hablo con los más inteligentes».
Pensó Elizabeth.
-Me quiere preguntar la razón por la que cambio mi apariencia, ¿cierto? -ella preguntó. Al ver que Mauricio asintió, ella retorció un poco sus labios y dijo con lentitud:
—Porque odio la idea de un matrimonio arreglado, esa es
la razón.
—Veo que usted y yo tenemos el mismo objetivo, señorita Zamora.
-¿En verdad? -Elizabeth respondió confundida.
«¿Qué razón tendría Mauricio para oponerse a un matrimonio arreglado que beneficiaría muchísimo a la familia Galicia?»
Ella no parecía comprender lo que ocurría en su mente.
«¿Pero a quién le importa? Ese no es asunto mío».
Ella consideró y, ahora dada la oportunidad, ella dijo:
-En ese caso, joven amo Mauricio, ¿me podría ayudar a mantener esto en secreto? No se preocupe, no haré que haga esto sin que no gane algo a cambio. Le brindaré mi ayuda en una ocasión como agradecimiento.
-Usted no me puede ayudar; en realidad, nadie me puede ayudar con lo que yo deseo -respondió Mauricio de un modo burlesco hacia sí mismo. No obstante, él le hizo un favor al decirle: —Muy bien, lo prometo.
—Gracias.
La señorita Lozano dijo con un falso acto de amabilidad:
—No, eso no es lo que ocurre. Esta es la primera vez que Elizabeth asiste a una fiesta tan grande, así que yo escogí el vestido por ella. Ella no intentaba imitarme a propósito -luego, para echarle más leña al fuego, le dijo a Elizabeth: —Este es el mejor vestido de noche que he elegido para ti; aunque es una lástima que no te quede ese estilo. Haré que se te haga un vestido a la medida a la próxima.
«¡Qué maldita tan confabuladora! ¿Para quién está diciendo tales patrañas? ¿A quién le importa este ridículo pedazo de tela?»
Elizabeth pensó.
Al ver que ella estaba muy callada, Katla sintió la necesidad de demostrar quién era la jefa en el lugar.
-¡Qué imitadora tan horrenda eres, Elizabeth!
Mauricio frunció el ceño y advirtió:
-Por favor, cuide bien sus palabras, señorita Miranda.
Ante las palabras de Mauricio, Katia se llenó de celos; ella empezó a sonar mucho más arrogante cuando intentó dar provocaciones:
-Así que las pueblerinas como tú tienen algo entre ustedes, ¿eh? ¿Pusiste al joven amo Mauricio bajo los efectos de alguna poción mágica? Pero deberías de saber que los hermanos Galicia están fuera de tu alcance, por lo que no te hagas ilusiones debido a la amabilidad que te muestran; deja de hacerte la tonta y de anhelar por algo que jamás será tuyo. ¡Deberías conocer bien donde perteneces!
Elizabeth le regresó el comentario con una mueca de desagrado;
-Yo siempre supe el lugar al que pertenezco. Usted, por el contrario, ¿qué capacidad tiene como para decirme eso, señorita Miranda?
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