Su versátil esposa misteriosa romance Capítulo 7

La realidad de la situación era que Aylín no había concluido sus estudios; lo que ocurrió fue que la familia Lozano invirtió mucho dinero para que ella consiguiera su título universitario. La familia Lozano eran viejos amigos de la familia Galicia; Aylín creció amando a Alexánder, al grado que incluso su familia la habían presentado como la futura señora Galicia desde que ella era pequeña. Ella no predijo que apareciera una tal Elizabeth de la nada.

«¿Qué derecho tiene esta fea pueblerina en escoger a uno de los cinco hijos de la familia Galicia para que sea su prometido?»

Se preguntó Aylín mientras que su rostro tomaba un tono un tanto lúgubre.

«Ella puede hacer lo que quiera con cualquiera de los otros, ¡pero no puede tocar a Alexánder!»

El auto llegaba con lentitud a la residencia de los Galicia, mientras que los otros cuatro hermanos Galicia ya estaban en casa para darle una cálida bienvenida a Aylín, a la cual no habían visto en mucho tiempo. Aylín presentó los regalos que había preparado cuando estaba fuera de casa y los entregó a cada uno; después de una breve pausa, ella miró a Elizabeth una vez más y dijo a modo disculpa:

-Perdón, Elizabeth; no tengo nada para ti, porque solo me pude enterar de que venías de visita con los Galicia cuando ya venía de regreso...

Para Elizabeth, esa chica parecía alguien bastante presumida, pero no alcanzó a decir una palabra cuando Daniel, el parlanchín, se entremetió:

-¿Por qué te disculpas, Aylín? Ustedes dos ni se conocen bien -dijo para luego abrir su regalo y exclamar con asombro: -¡No puede ser! Es la más reciente consola de videojuegos... ¡Y de edición limitada para acabar! Es muy amable de tu parte, Aylín.

Elizabeth se sintió alienada de todos los demás, pero tampoco deseaba encajar entre ellos, por lo que decidió ir

a su dormitorio. Después de cierto tiempo, escuchó que alguien tocaba la puerta y, al abrirla, vio que Alexánder estaba en frente de ella y lo miró con confusión.

-Los Lozanos darán una fiesta de gala esta noche para darle la bienvenida a casa a Aylín, el abuelo me pidió que asistiera a la fiesta contigo —explicó Alexánder; dado que era su turno de escoltar a Elizabeth a todos lados en aquel día, el resto de sus asuntos cayeron en manos de él por igual.

Ella no tenía el deseo de asistir en un principio cuando escuchó la noticia, pero habría sido maleducado de su parte si no asistía a la fiesta, ya que Josué le pidió a Alexánder que fuera con ella. Después de soltar un suspiro, se dirigió a la tienda de ropa de moda acompañada por Alexánder, al igual que de Aylín.

Una vez que llegaron a la tienda, Alexánder se sentó en un sofá para esperar a las dos damas. Aylín tomó a Elizabeth de la mano como si fuera una hermana mayor mientras le decía:

-Elizabeth, no estés muy nerviosa cuando lleguemos a la fiesta; y no te preocupes, puedes decirme si necesitas algo.

Elizabeth apenas podía soportar mirar la manera tan afectuosa que esa mujer la trataba y contestó con una sonrisa:

-No te preocupes, el abuelo Galicia dijo que Alexánder sería mi escolta el día de hoy, por lo que me siento más tranquila con él cerca de mí.

Tal y como ella lo esperaba, el rostro de Aylín se petrificó con claridad y, sin saberlo, ella apretó su mano mientras que sostenía la de Elizabeth; a pesar de ello, ella continuó su aspecto alegre momentos después.

-Tienes razón. En ese caso, hay que elegir qué vestido nos pondremos; no deberíamos hacer esperar tanto a Alexánder -dijo Aylín con una sonrisa para luego continuar: -¿Qué te parece si escojo un vestido para ti? Yo me dedico a estudiar estos vestidos en ocasiones.

-Está bien.

-¿Qué te parece este?

Elizabeth echó un vistazo al vestido que Aylín sostenía, el cual era un vestido de noche sin tirantes de color verde oscuro, el cual no encajaba con su edad y era usado con mayor frecuencia por mujeres que estaban en sus años treinta.

«Como yo me lo esperaba, a esta mujer le gusta actuar como una buena samaritana».

Elizabeth llegó a la conclusión en su cabeza. Por el otro lado, Aylín estaba muy segura de que Elizabeth, dado que era una pueblerina, sabía muy poco este tipo de cosas.

-¿Qué ocurre? ¿No te gusta este? -preguntó Aylín; no fue de sorprender que Elizabeth asintiera.

-De acuerdo, me llevaré este -contestó Elizabeth.

«Como si me importara un comino la manera que me vaya vestida cuando mi cara se ve de esta manera».

«Estoy muerta de aburrimiento. ¿Debería escabullóme de la fiesta e ir a pasar el rato con Jaime más tarde?»

De repente, una figura desconocida chocó con mucha fuerza contra ella y provocó que perdiera su equilibrio, no tuvo tiempo suficiente para reaccionar o percatarse de lo que había sucedido cuando cayó dentro de la piscina que estaba a su lado. Elizabeth empezó a esforzarse para mantenerse a flote; ella no le temía a nada más que a una cosa, ¡a las aguas profundas!

La fiesta se dio en el jardín trasero, por lo que todas las personas presentes empezaron a levantar la voz ante lo que acaban de presenciar. Aylín dobló sus labios para formar una sonrisa que apenas podía ocultar, pero esa sonrisa se congeló cuando vio a Alexánder aventarse hacia la piscina.

Después de haber sido rescatada de la piscina, Elizabeth y Alexánder fueron dirigidos a diferentes habitaciones en el piso de arriba para que así pudieran secarse y cambiarse. Elizabeth estaba tan llena de ira que parecía que le saldría humo de los oídos al encontrarse parada en esa habitación, cubierta de toallas de baño.

«¡Esa persona que me empujó a la piscina va a terminar como trapo sucio por haberme hecho eso!»

En ese momento, ella escuchó que alguien tocó a su puerta para luego escuchar la voz de Mauricio.

—Elizabeth, vine a traerte algo para vestir. ¿Te encuentras bien?

Cuando Elizabeth recobró los sentidos, ella abrió la puerta para tomar las prendas que sostenía Mauricio y agradecerle.

-Tú... -Mauricio parecía estar completamente asombrado ante ella.

«Este rostro es de otro mundo a comparación a como se veía antes. Para ser honesto, se parece mucho a la chica de la fotografía que nos enseñó Daniel...»

Fue en ese instante que Elizabeth se percató de lo que acababa de pasar; su maquillaje se derramó un poco cuando fue rescatada y se lo quitó de encima con la toalla hace unos momentos porque ella no se sentía muy bien. Su peluca seguía intacta, pero su rostro...

«¡Aj, me dejé llevar por el enojo! ¿Cómo pude olvidar algo como esto?»

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