Alba y Micaela se asombraron mucho por el suicidio del asesino.
—Quién es esa persona? —Ernesto preguntó.
—He mandado que la averigüen y me van a enviar los datos muy pronto.
A Ernesto se le ocurrió lo que había dicho el sortero c noche.
—Ese ciego ha acertado. De verdad, a Carlos le ha pasado un accidente… —él dijo.
—No, no se refirió a Carlos sino a mí —Micaela dijo tras un buen rato.
¿Qué?
—El sortero me lo dijo eso. Si hoy no fuera por Carlos, la persona que recibió el disparo sería yo…
Micaela comenzó a llorar otra vez.
Alba y Ernesto se quedaron estupefactos. ¿Acaso Carlos tenía superpoderes?
—Señorita, usted no se culpe. Aunque el asesino ya está muerto, podemos encontrar la verdad a través de su identidad —Diego la consoló.
—¡Es muy posible que sea el mismo que planeó el accidente antes! —de repente, Alba reaccionó.
—Micaela, Carlos se sentirá consolado pese a la herida. Para él, todo merece si estás bien ahora. Si estuvieras herida, preferiría sufrir él mismo —Ernesto dijo a Micaela.
Incluyendo a Alba, todos creían en eso.
Mirando su mano apretada por Carlos, Micaela todavía se sentía muy culpable. Se sentó en la silla y se le encogió el corazón…
—Carlos, lo siento...
Carlos abrió los ojos lentamente y se notaba más consciente que antes.
—Me gustaría escuchar otras palabras más significativas —mirándola, Carlos dijo.
—Carlos, solo te amo a ti —Micaela dijo sin reflexionar.
Él se puso un poco asombrado. Como estaba boca abajo, trató de levantarse con la mano que no estaba tomando a Micaela. Pero le dolieron las espaldas al intentarlo…
—No te muevas, Carlos. ¡No te levantes!
Todos todavía estaban atónitos por la declaración de amor de Micaela. Dándose cuenta de que Carlos se había despertado, ellos se les aproximaron.
—Carlos, no te muevas. ¿Te atreves a recibir el disparo y la operación, pero no puedes descansar un poco? —Ernesto le dijo.
Carlos se sintió un poco desalentado por no poder abrazar a Micaela…
—Micaela, te amo, ¡muchísimo! —él dijo mirándola.
Micaela se enrojeció.
—Quería decirte que te amo muchísimas veces, pero me daba vergüenza. Cuando estábamos en el parapente, quise decírtelo pero no me atreví. Cuando estaba inconsciente, me sentía muy arrepentido. Debería decírtelo más antes. Aunque me entiendes, debo decírtelo en persona. Micaela, te amo, solo te amo…
A Carlos le costó decir tanto…
Ella lloró de emoción.
—Carlos, también te amo, solo a ti —ella le dio un beso sin importar los demás.
—¡Ánimos! Tienes muchas oportunidades. No eres como yo... —Diego asintió con la cabeza.
—¿Cómo? ¡Qué excepcional es! ¿Quién te gusta? Te voy a ayudar. ¡Seguramente la conseguirás! —Ernesto se burló de él.
—No hace falta. Ya tiene novio —Diego sonrió.
—No pongas todos los huevos en la misma cesta. ¡Busca otra que te guste! —Ernesto puso la mano en su hombro.
—Si fuera tan fácil, tú y la señorita Alba no os sentiríais tan tristes, ¿no?
—¿Ya lo sabías? —a Ernesto le pareció muy increíble.
—Sí, lo sabía muy bien. Los espectadores siempre ven las cosas más claramente —Diego asintió.
—En comparación con Carlos, me siento inferior. ¿Crees que a ella le gustaría yo? —como Alba todavía no había vuelto, Ernesto le preguntó en voz baja.
—Claro que sí. Al menos te ha elegido —Diego dijo con una expresión rara.
Ernesto se sintió apaciguado…
En la habitación de hospital, a Carlos se le había ido la anestesia. A pesar de que la bala no había hecho daños a los órganos, le dolían las espaldas.
Pero Carlos no se quejó de nada, ¡incluso se levantó cuando Micaela se había ido a buscar agua!
—Carlos, ¿qué estás haciendo? Qué pasaría si se tocara la herida… —ella se asustó y corrió hacia él.
—Estoy bien. Me siento incómodo boca abajo. Ayúdame a poner más almohadas aquí —Carlos se puso feliz por su preocupación y la consoló.
Micaela le puso unas almohadas debajo de la cintura para que se sintiera más cómodo. Luego le movió la infusión a otro lado…
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