Te Quiero Como Eres romance Capítulo 339

Mientras tanto, Carlos examinó la gran cama a su lado, queriendo ahorrar fuerza para moverse ahí. De esta manera, podría dormir con Micaela esta noche…

Después de acomodar a Carlos, Micaela se fue a llevarle un agua templada.

Aunque estaba tomando agua, Carlos seguía mirando a Micaela.

—Carlos, ¡no me mires! —Micaela se avergonzó.

—¿Acaso no es tú quien me sigues mirando? —Carlos dijo en un tono astuto después de darle el vaso.

—¡No!

—¿Cómo sabrías que te estoy mirando si no me miraras?

Micaela se quedó sin palabras, mientras a ella le pareció familiar lo que dijo él.

—Chiquita, te he hecho preocupar —dejando de bromearla, Carlos apretó las manos de ella.

—Todo es mi culpa. No te he escuchado —ella se sentó y movió la cabeza.

—Tontita, es destino. Tienen que hacerme daños para probar cuánto te amo.

Él todavía recordaba que había temido muchísimo al verla salir del coche. Tuvo la sensación de que a ella pasaría algo si no fuera a su lado…

A Micaela le vinieron ganas de llorar de nuevo…

Carlos soltó sus manos y le acarició la mejilla.

—Tontita, Ernesto tiene la razón. Quiero soportar el dolor por ti. Micaela, me volvería loco si te hicieran daños. Tu resistencia a los medicamentos es diferente. No puedo imaginarme cómo te harían la operación para sacar la bala si no puedes ser anestesiada…

A él le dolía el corazón solo por pensarlo…

—¿Has escuchado todo? —Micaela le preguntó curiosamente.

¡Recién él estaba con ojos cerrados!

—Sí, solo no podía abrir los ojos.

Acariciándole la mejilla, él pensó que cuando se mejorara, ¡capturaría a ese cabrón que quería hacer daños a Micaela!

—Micaela, afortunadamente estás bien —él le dijo con una mirada amorosa.

Micaela se sintió muy conmovida y también culpable.

—Carlos, gracias. Siempre me salvas… —Micaela le contestó con los ojos brillantes.

—Pues ahora ya puedes entregárteme, ¿no? —Carlos sonrió.

Ella se quedó con la boca abierta y se ruborizó.

Mirándola así, Carlos se olvidó del dolor.

Pero también sintió la pena porque al principio creía que podrían hacer el amor esta noche. Por su herida, ¡ella lo rechazaría!

—Hablamos de eso cuando te mejores… —Micaela dijo.

—Vale —Carlos le besó en la mano.

Llamaron a la puerta y Micaela se fue a abrir la puerta.

Eran Ernesto, Alba y Diego.

Ernesto llevaba comida y frutas en las manos. Y Diego también trajo comida. En cuanto a Alba, estaba con ropa de Micaela.

Todos se sorprendieron al ver a Carlos sentado.

—Señor, ¿está bien?

—Carlos, ¿por qué te has levantado?

Diego y Ernesto hablaron al mismo tiempo.

Enrique también entró. Y Micaela vio que fuera estaban unos guardaespaldas cuando cerró la puerta.

—La bala no ha herido los órganos. Como el señor siempre hace ejercicios y es fuerte, no os sorprendáis de que ya pueda moverse —Enrique explicó.

Micaela se alivió.

Ernesto puso la comida en la mesa.

Estaban en una habitación VIP lujosa. La habitación era muy amplia y equipada con muchos equipos como cocina, baño, sala de estar, sofá, televisor, nevera…

Cuando Ernesto se volvió, encontró que Alba también se calmó…

—Chiquita, anda a comer —él dijo.

Alba había puesto la mesa.

—Micaela, todos te estamos esperando para cenar. ¡Ven! —ella dijo.

Micaela vio a Carlos, quien ya podía usar el cuchillo para comer por su propia cuenta, y se fue a comer con ellos.

Se veía rica la comida, pero Micaela todavía no tenía apetito y miraba a Carlos con frecuencia

Carlos estaba con una bata de hospital. A través del escote, se veía que él estaba envuelto de gasa.

Con el ceño fruncido, parecía que a Carlos no le gustaba la sopa de arroz…

—El señor es sofisticado. No le gustaría la sopa de arroz —Diego dijo con voz baja.

Micaela lo miró.

«¿Carlos es tan quisquilloso?»

Pero en el Barrio Fanslaño, ¡él comía todo lo que cocinaba ella!

—Ernesto, hace mucho tiempo que no he comido lo que cocinas. Pues, tendrías que llevarnos comida estos días —después de comer, Carlos dijo a Ernesto.

¡Carlos realmente sabía aprovecharse de él!

Como Carlos estaba herido, Ernesto solo tuvo que prometérselo.

—Alba, no podremos divertirnos estos días… —cuando todos estaban sentados en el sofá, Micaela le tomó la mano a Alba y dijo.

Incluso Ernesto había comprado billetes de avión. Tendría que devolverlos…

—Nadie quiere viajar ahora. Además, en el futuro hay muchas oportunidades. No te preocupes, ahora cuida bien a Carlos.

—Por cierto, he avisado al señor Tomás que venga aquí —Diego estaba contando los asuntos de la compañía a Carlos.

Carlos asintió con la cabeza y le echó un vistazo.

—No he mencionado que está herido.

—¿Cómo anda la investigación? —Carlos se tranquilizó y preguntó.

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