Te Quiero Como Eres romance Capítulo 362

Tras una pausa, Micaela volvió a preguntar con curiosidad:

—¿Por qué me miran de esta manera?

Carlos no pudo evitar fruncir el ceño, sintiéndose un poco abatido.

«No importa. Aunque mi Mica se haya olvidado de mí, podré hacerle que se enamore de mí de nuevo.»

Sin embargo, por dentro Carlos estaba un poco molesto por un resultado así. La razón por la que la había traído a Micaela a la Nación Fracimon para el tratamiento era porque en el fondo estaba convencido de que ella no lo olvidaría.

«¿Un resultado totalmente contrario? ¿Mica me ha olvidado tan fácilmente? Desde el encuentro hasta la intimidad de anoche, me costó tanto tiempo conseguir que ella me aceptara y me abriera el corazón, ¿acaso todo esto se queda en vano ahora?»

Alba también se quedó incrédula.

«¿El doctor Wade no ha dicho que la probabilidad de afectar a la memoria actual es muy baja? ¿Cómo puede ser así?»

Micaela miró a su alrededor, finalmente posó su mirada en el hombre, que estaba sentada en el borde de la cama, y preguntó de repente:

—Carlos, ya tengo mucha hambre. ¿Cuándo vamos a comer?

Al escuchar las palabras de esta, tanto Diego como Alba soltaron un grito sofocado.

Ernesto, a su vez, gritó directamente en voz alta:

—¿Qué demonios está pasado?

Carlos se quedó muy asombrado, la tomó de la mano a Micaela y preguntó con extrema alegría:

—Cariño, ¿cómo me acabas de llamar?

Mirando la cara emocionada del hombre, Micaela se sonrojó de repente, se mordió el labio inferior y dijo tímidamente con la cabeza gacha:

—¡Carlos, no seas tan odioso! Alba y los demás están presentes aquí...

Carlos recordó en un instante que la noche anterior le había pedido a ella que lo llamara por «amor mío» cuando hacían el amor.

«Resulta que mi cariño relaciona mi pregunta con nuestra pasión loca de anoche, ¡así que su memoria no se ha visto afectada!»

Alba se levantó, quitó la mano de Micaela del agarre de Carlos, y luego abrazó emocionada a Micaela:

—Mica, ¡todavía te acuerdas de mí! Me has dado mucho susto.

Micaela también la abrazó. Aunque no sabía por qué estaba tan emocionada, se disculpó al oírla decir que estaba asustada:

—Alba, lo siento mucho. No era mi intención asustarte.

Carlos se quedó mucho más aliviado en el interior al ver que la mujer todavía lo recordaba a él mismo e indicó a Diego que buscara a Wade.

Diego salió inmediatamente para buscar a Wade, y en el camino de vuelta le había contado brevemente la reacción de Micaela después de despertarse.

Al ver entrar al médico, Alba soltó a su amiga, pero siguió sujetando su mano.

Wade echó un vistazo a Micaela y preguntó en inglés:

—Señorita guapa, ¿cómo se llama?

Micaela se quedó un poco desconcertada, pero respondió obedientemente:

—Me llamo Micaela Noboa.

—¿Me podría decir cuál es su profesión?

Micaela frunció el ceño y miró con confusión a Alba y a Carlos a su alrededor antes de volver a decir:

—¿No soy modelo?

Wade asintió con satisfacción y se dirigió a Carlos sonriendo:

—Señor Aguayo, ¡felicitaciones! Micaela tiene mucha suerte de que su memoria no esté afectada. Solo es que su menta está un poco confundida por acabar de despertarse. No te preocupes. Podrá ordenar sus confusos pensamientos después de un rato.

Tras escuchar el diagnóstico del médico, todos se quedaron completamente tranquilizados.

Ernesto preguntó a Wade:

—Entonces, ¿podemos salir ya del hospital? Micela dice que tiene mucha hambre. Podemos ir a almorzar, ¿verdad?

Alba le puso los ojos en blanco y dijo:

—Eres tú quien tiene hambre, ¿no? ¡No uses a Mica como excusa!

Ernesto admitió francamente:

—Aunque es ahora exactamente la hora de almorzar aquí, con la diferencia horaria entre Anlandana y la Nación Fracimon, en realidad ya hemos retrasado la comida tres horas, ¿entiendes?

Carlos, que también estaba preocupado de que Micaela tuviera hambre, inmediatamente le indicó a Diego que arreglara un lugar para almorzar.

—Mica, me has dado un gran susto en el hospital...

Micaela rodeó con sus brazos la fuerte cintura del hombre, oliendo su familiar aroma, y dijo tímidamente:

—¿No me has dicho que aunque te olvide, tienes la confianza de hacer que me vuelva a enamorar de ti? Entonces, ¿de qué tenías miedo?

Carlos contestó bajando la voz:

—Por supuesto que yo tenía miedo porque no estaba seguro de cuánto tiempo tardarías en enamorarse de mí de nuevo. Tenía miedo de que mi placer contigo en la cama se viera afectado, también. Después de todo, mi bebé eres tan «deliciosa» que ya no puedo contenerme la apetencia más después de saborearte...

Micaela se sonrojó y quiso apartarlo al hombre.

—¡Carlos, eres muy malo!

En vez de soltarla, la abrazó, se dio la vuelta y la sujetó contra la pared, de esta manera su frente se apretó contra la suya. Después, le susurró con un tono provocativo al oído:

—¿No te gusta un yo «malvado»? ¿Eh?

Micaela vio que alguien se acercaba, se puso muy avergonzada y apresuró al hombre:

—Suéltame ya. Alguien se está acercando.

Sin embargo, Carlos no movió ni un músculo y dijo:

—Dije que nunca te dejaría.

Micaela apartó la cabeza y dijo con una voz fina y suave:

—Nos están esperando en el restaurante.

Carlos se llenó de alegría al ver su carita sonrojada y ansiosa. Lo que más le gustaba a él era su aspecto tímido.

—Dame un beso y volvamos al comedor.

Micaela miró a su alrededor, vio que había varios extranjeros, ojeándolos, y apresuradamente bajó la cabeza avergonzadamente.

—No, nos están mirando. Te besaré cuando volvamos a casa, ¿vale?

Sin embargo, Carlos le dijo con tono pícaro:

—Cuando volvemos, lo que quiero será más allá de un beso...

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