Ernesto se quedó helado.
«¿Se ha vuelto a acordar de mí? ¿Tan rápido? Ni siquiera he dicho una sola palabra, ¿y entonces me recordó? ¡Qué bueno!»
Al instante, Ernesto se sintió muy alegre, la abrazó a la mujer y la consoló suavemente:
—Cariño, siento mucho haber llegado tan tarde...
—Ernesto, no puedo olvidarte más. Si te olvido de nuevo, no volveré a ver a Mica. Wau... Carlos es muy odioso y ha advertido que tengo que desaparecer de su vida si sigo obsesionándome por él.
Ernesto no se mostró demasiado sorprendido, porque acababa de salir de casa de su padre justo cuando recibió la llamada de Carlos, quien le dijo que Alba estaba en Barrio Fanslaño y que fuera a buscarla rápidamente.
Antes de colgar, Carlos añadió:
—Alba, probablemente, está poniendo sus sentimientos por ti en mí. Si no puedes arreglar esto bien, llévatela lejos y no vuelvas a aparecer delante de Mica.
Por lo tanto, tras la llamada, Ernesto había venido con toda prisa, pensando en cómo solucionar el lío. Sin embargo, nada más llegar, descubrió que Alba había recuperado las memorias sobre él.
Para la sorpresa de Ernesto, Carlos había sido tan directo con ella, pero al mismo tiempo, él sabía que a lo mejor era por las palabras amenazantes y decisivas de Carlos que había dejado a Alba recobrar sus recuerdos tan rápidamente.
Muy satisfecho, Ernesto la soltó ligeramente y le besó la mejilla.
Alba, presa en sus brazos, giró la cabeza para evitar su beso, pero no lo pudo. Y se puso un poco tímida, pero al mismo tiempo le gustaba mucho ser mimada y apreciada por el hombre y no quería salir de sus abrazos cálidos.
Ernesto finalmente detuvo sus besos, la llevó al interior, cerró la puerta y se sentó en el sofá con ella.
Inmediatamente, Alba dijo con ansiedad:
—Carlos...
Antes de que ella pudiera terminar, Ernesto se inclinó y la besó en los labios. Al instante, el corazón le latió un poco más rápido a Alba e inconscientemente respondió a su beso. Como resultado, Ernesto la abrazó con más fuerza.
Cuando el beso terminó, Alba ajustó su respiración y volvió a hablar:
—Carlos...
No obstante, Ernesto la besó de nuevo y le impidió hablar.
Alba se quedó atónita, lo miró a los ojos cerrados y no lo apartó al ver que este estaba tan embriagado en el beso.
Después de un buen momento, Alba abrió la boca por tercera vez:
—Es que Carlos...
¡Ernesto volvió a acercarse a ella con la intención de besarla otra vez! Alba no pudo más con él, le tapó la boca y dijo enfadada:
—¡Cabrón, basta ya! ¡Amanecerá pronto si sigues sin dejarme hablar!
Ernesto le sonrió dulcemente y dijo con la voz baja y apagada:
—Cariño, ¿puedes dejar de mencionar a Carlos? Al menos, deberías preguntarme quién se me llevó y si me hicieron daño, ¿no?
Alba se quedó un poco atónita y, tras un largo momento, explicó con ansiedad:
—Ernesto, no me malinterpretes. No es que no me importes. Mira, ¿no estás todo bien delante de mí? No tengo miedo ahora que has vuelto, pero tengo miedo de que Carlos quiera que me aleje a Mica. Sabes que Mica es alguien que nunca podré dejar...
—Correcto, así que Carlos la utilizó para amenazarte, aprovechando tu miedo a perder a Micaela. De esta manera, creía que dejaría al lado tus sentimientos por él, pensaría en los momentos que había pasado conmigo y sería más posible que me recordaras.
Alba se congeló un poco al oír la explicación del hombre.
Ernesto apretó su frente contra la de ella y dijo en voz baja:
—Te quiero tanto y solo cuando estás conmigo, te sientes mujer tierna, ¿no?
De repente, Alba sintió que el corazón le dio un vuelco.
Exacto, cuando estaba a solas en el estudio, ella estaba pensando por qué Carlos la había amenazado con Micaela, que era la persona que más le importaba a ella en este mundo. Resultó que la verdad era así.
—¿Volvamos a casa o pasamos la noche aquí?
Alba se puso tan contenta que le cogió la mano, se levantó del sofá y contestó:
—¡Regresemos a casa!
Satisfecho, Ernesto la siguió hasta la puerta, tomó la maleta que Alba había dejado en la entrada, apagó las luces y cerró la puerta.
Alba le cogió del brazo y le preguntó:
—Ernesto, ¿quiénes son los que se te llevaron? ¿Estás herido?
Ernesto desvió la mirada a propósito y dijo:
—¡Humph! No hasta el momento empiezas a preocuparte por mí. ¡No te lo digo!
Alba le soltó el brazo, aceleró el paso y dijo:
—Bueno, ya que no me lo quieres decir, ¡no pregunto más!
Ernesto, al verla así, se rindió al instante, la alcanzó y la abrazó y se disculpó:
—Vale, sé que me equivoqué. Cariño, te lo diré todo, por favor, no te enfades. Solo son unos insignificantes y me he encargado de todo. Estoy ileso y no te preocupes, cariño. Pero, para ser honesto, me dolió mucho el corazón al verte marchar con otro hombre...
Alba enarcó ligeramente las cejas, sin embargo, al ver que Ernesto no parecía dispuesto a entrar en detalles, ella no lo presionó más. Mientras que él estuviera a su lado, sería bueno.
Pensando en el hombre que se había hecho pasar por él, Alba dijo con suficiencia:
—No me fui con él, ¡ya le di una buena paliza!
Ernesto se mostró increíblemente cooperativo y exclamó con una mirada de adoración:
—¡Vaya, no esperaba que mi novia fuera tan fuerte y valiente!
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