Dantalian está impresionado de aquella fosa subterránea, no era muy grande, pero estaba llena de cosas como muchos pirotécnicos, cajas de dulces, juguetes que parecían desfigurados y cosas que no sabían que eran.
—Esto era un refugio antiguo que alguien olvidó que estaba aquí —explico Dantalian—, aquí guardo las cosas que mis papás me quitarían si lo dejo en mi casa.
—¿Por qué tienes tantos cohetes? —preguntó Dantalian mirando todo con admiración.
—Uno nunca tiene pocos —replicó Haniel—, salgamos de aquí, si vamos a llamar a mi papá, no puede ver mi escondite.
Los dos niños salieron del lugar, Haniel tapó la entrada con ramas y hojas secas para que siguiera pasando desapercibido. Caminaron un poco para alejarse y no levantar sospecha.
—Dame la mano donde tienes el brazalete —le pidió Haniel—, puedo llamarlo así.
Dantalian levantó su mano y Haniel la toco, puso sus pequeños dedos por ese brazalete. El pequeño Dan se sorprendió al sentir que el brazalete empezaba a calentarse solo.
Haniel tomó aire y después gritó a todo pulmón.
—¡PAPAAAAAAAAAAAA! —Dantalian quiso taparse los oídos ante el grito de Haniel—, ¡PAPÁ AUXILIO! ¡ME ATACAN! ¡OH POBRE DE MÍ! ¡SERÉ ASESINADO!
De la misma forma que lo hacía su tío Gunnar, ante Dantalian y Gunnar hubo un destello para que después alguien apareciera.
—¡¿Quién te está atacando?! —Alan apareció estrepitosamente buscando a todos lados—. ¡¿Quién se atreve a tocar a mi hijo?!
Dantalian abrió mucho la boca cuando aquel hombre se prendió en fuego y bolas gigantes de fuego aparecieron sobre ellos.
—Papa…
—¡¿Estás bien?! —Alan cargo a su hijo revisándolo de pies a cabeza—, ¿Qué te hicieron? ¿Qué te duele? ¡¿Escaparon esos bastardos?!
Dantalian estaba más que impresionado al ver que Haniel no se quemaba con el fuego.
—¡Papá! —chillo Haniel señalando a Dantalian—, ese niño necesita tu ayuda.
Alan se detuvo y el fuego de su cuerpo se extinguió. Miro a Dantalian notando su presencia.
—¿Acaso tu mocoso me has vuelto a llamar por alguna tontería? —Alan bajó con cuidado a Haniel al suelo—, cuántas veces te tengo que decir que…
Alan se quedó estático al ver a Dantalian, este lo miraba asombrado, jamás había visto a alguien usar el fuego como él. El hombre ante él era grandioso. Incluso el cuchillo que sujetaba tan fuerte se deslizó de sus manos
—¿Bael?
—Se parece mucho ¿no es cierto? —dijo Haniel.
Entonces Alan miró a su hijo.
—Tu pequeño ser maligno —Alan lo miró amenazadoramente—, ¿Qué le hiciste a tu hermano? ¿Qué te he dicho de hacerle cosas malas a tu familia y cuantas veces te debo decir que solo tienes permiso para hacerle travesuras a tus tías?
—Él no es Bael.
—No mientas —Alan atrajo a Dantalian como un muñeco de trapo—, es malditamente idéntico a como lo recuerdo de niño, ¿Le diste alguna poción de tu tío Dylan?
—Papá ese no es Bael —insistió Haniel dándose cuenta de donde salieron tan tontos sus hermanos mayores—, es Dantalian y está buscando a Bael, dice que es su hijo.
Alan abrió mucho los ojos, sujeto a Dantalian para acercarlo y olerlo mejor. Dantalian seguía impresionado ahora por su manejo de telequinesis, el solo podía hacer levitar cosas pequeñas.
El semidemonio mayor sintió como la sangre se le helaba cuando se dio cuenta que no era Bael, olía un poco a su hijo, pero era un olor combinado. Alejo a Dantalian para mirarlo mejor.
Esos ojos, esa cara, ese cabello. Ese niño era un Hoffman de pies a cabeza.
—¿Tú hablas mocoso? —le pregunto.
—Si —respondió Dantalian entre intimidado y admirado.
—¿De verdad eres el hijo de Bael? —cuestionó Alan posicionándolo en el suelo.
—Eso me dicen mis tío Gunnar y mi tío Auguste.
Alan alzó sus cejas al escuchar el nombre de Auguste.
—¿Conoces a tu papá? —preguntó Alan empezando a sentir el fuego de la ira arremolinándose en su interior—, ¿Lo has visto?
—Si, nos atacó a mi mamá y a mí en el bosque la primera vez que lo vimos y después nos obligó a venir aquí —hablo Dantalian con voz lamistera, como el niño pequeño que era—, se llevó a mi mamá para lastimarla, eso le escuche decir a mi tío Auguste después de que se fueran ese otro hombre feo que se parece a mi papá y su esposo.
Alan iba a decapitar muchas cabezas ese día. Se metió la mano al chaleco de su uniforme, encontró su billetera y sacó una foto doblada.
—Señala a quienes conozcas —le indicó Alan.
Dantalian miro la foto.
—Ese es el señor que dicen que es mi papá —Dantalian frunció mucho el ceño de una forma que era muy familiar para él mayor, Alan ya no tuvo dudas de que ese era su nieto, su corazón se agito—, ese es el otro hombre feo —dijo Dantalian señalando a Estefan—, ese es el príncipe que será Rey, esa es Liana, ese es ¿Mateo?, no recuerdo bien su nombre, pero sonreía mucho y esas dos chicas no las conozco.
Las dos eran Odette y Gabriela.
Alan empezó a armar un rompecabezas, su nieto no conocía a las que no fueron a la misión de las tierras libres. Conocía a Auguste y lo llamaba tío. Y Bael está lastimando a su mamá.
El semidemonio iba a torturar a su querido hijo por ocultarle la existencia de su nieto.
Alan se sintió mareado, el peso de la verdad parecía golpearlo de repente. Tenía un nieto, su primer nieto. Un nieto que parecía tener la edad de su pequeño Haniel. Se hubiera desmayado si no fuera por el hecho de que dejaría desamparados a los dos niños.
El semidemonio mayor revolvió el cabello de Dantalian, sus ojos amenazaban por llenarse de lágrimas. La sangre no podía ocultarse, los genes de los Hoffman estaban impresos en el rostro de ese niño.
—¿Quieres que detenga a Bael?
—¡Por favor! —lloriqueó Dantalian—, no quiero que le haga nada a mi mamá.
Alan asintió sin evitar atraer a Dantalian a un cariñoso abrazo, su fortaleza se estaba debilitando. Estaba a punto de llorar.
—¿Ese mequetrefe bueno para nada es quien te atacó y después se llevó a tu mamá para hacerle daño? —Alan señaló a Bael como si no lo conociera.
—Gunnar —Auguste se puso detrás del hechicero temblando—, ¿Sabes teletransportarte?
—Si —habló Gunnar más asustado que el alfa francés.
—Sácanos de aquí —susurro Auguste—, ese el papá de Bael, este es un asunto familiar que no nos compete.
—¡Si! —Dantalian gritó señalando a Bael—, ese es el hombre feo.
Bael no iba a negar el dolor que sentía de ver a su propio hijo señalándolo de esa manera. Acusándolo de hacerle daño. Alzó su brazo protegiéndo e intentando ocultar a Jessy.
No pasó desapercibido el acto por Alan, quien miró el rostro de aquella muchacha. Olió la unión de mates y vio destellar ese par de ojos color morado que a Alan a veces le causaban pesadillas.
La había encontrado, al fin la había encontrado.
Vio el dolor reflejado en los ojos de su hijo mirando desconsuelo la mirada de odio de su nieto hacia su propio padre.
Alan empezó a entender las cosas.
Se acercó a paso ligero, puso a los niños sobre el suelo poniéndose de rodillas para hablar con ellos.
—Haniel te quedaras con Dantalian y no te despegaras de él ¿entendido? —le preguntó Alan.
—¡Esto no es justo! ——chillo Haniel—, yo quiero ver como lo matas.
—Haniel —Alan le dio un golpecito en la nariz—, te estoy dejando a ti la tarea de cuidar a tu nuevo sobrino, ¿Puedes hacerlo?
Haniel suspiró y miró a Dantalian.
—Me pegó como chicle —asintió Haniel.
—Dantalian —el niño miró expectante a Alan—, prométeme que no volverás a escapar.
Dantalian asintió.
El mayor se levantó viendo como Dantalian se acercaba a abrazar a su madre, ésta cargaba a Dantalian y lo sostenía muy fuerte.
No le dijo nada y se dio la vuelta para enfrentar a Bael, este ya había desaparecido todo rastro de dolor y lo miraba expectante.
Alan suspiró, le sujetó del hombro y los dos desaparecieron.
—Pobre Bael —Auguste hizo un gesto de dolor—, lo que le espera.
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