—¿Qué tal si hacemos una apuesta, Letizia? —propuso Beatríz con confianza—. Creo que este hombre la dejará a finales de este año, es decir, dentro de tres meses. O ella lo echa, o él se va por voluntad propia. Si lo consigue e incluso pasa el Año Nuevo en la residencia Quillen, ¡yo pierdo!
«Es imposible que un hombre tolere a mi hermana misándrica durante tres meses. Sé que sólo se ha casado con él para complacer al abuelo. Nada sustancial saldrá de esta relación, mucho menos un bebé. Cuando al abuelo se le acabe la paciencia y la haga casarse con alguien, Macarena será libre».
Mientras tanto, Letizia se divertía.
«¿Qué voy a apostar con ella? Sólo soy una trabajadora a tiempo parcial».
Emocionada, Beatríz continuó:
—Si gano, seguiré soltera el resto de mi vida. Si pierdo, ¡me casaré con alguien y daré a luz a un niño para la familia Quillen!
Al ver el entusiasmo de Beatríz, a Letizia no le pareció bien rechazar la apuesta.
«Sin embargo, que gane o pierda la apuesta no me afecta. Parece que sólo está haciendo una apuesta consigo misma».
—¿De qué están hablando fuera? Adelante —ordenó Macarena con actitud fría desde el interior de su despacho.
Por muy bulliciosa y caprichosa que fuera Beatríz, ni siquiera ella pudo evitar estremecerse al oír la voz de su hermana. De inmediato, entró en la habitación mientras sacaba la lengua.
—¡Buenos días, Macarena!
—¡Buenos días, señorita Quillen! —Letizia la saludó con una sonrisa.
En respuesta, Macarena se burló mientras tiraba su teléfono a la mesa. Eran las fotos que Letizia había hecho y que Beatríz le había enviado.
—¿Te importaría explicarme qué pasa con esto?
Letizia temblaba un poco ante el gélido semblante de su jefe.
Tras volver a sacarle la lengua, Beatríz replicó:
—¡Como hermana tuya, tengo la responsabilidad de velar por tu felicidad, Macarena! Es normal que tenga que desenmascarar los actos de coquetería de mi cuñado cuando me enteré.
—¿Exponerlo? —Divertida, Macarena preguntó retóricamente—: ¿Incluso cuando asiste a un banquete con su hermana?
Letizia asintió.
«¡No es imposible que una mujer como la señorita Quillen pase un año entero sin hablar con un hombre!»
—¡No me vengas con esas! No quiero que vuelvas a hacer algo así! —reprendió Macarena.
«¡No tienen ni idea de lo incómoda que me sentí anoche! ¡Nunca me había sentido tan avergonzada!»
—¡Sí, señora Quillen! —Letizia asintió.
—¡Entendido! —Beatríz le sacó la lengua.
A pesar de su promesa, seguiría investigando a Emmanuel si lo viera pasando tiempo con otras mujeres.
En ese momento, sonó el teléfono de Macarena. Era de Emmanuel.
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