Un extraño en mi cama romance Capítulo 110

Abril y yo fuimos a pagar la cuenta después de que terminamos de comer. Era un corto paseo de regreso a la oficina, así que decidimos volver y hacer algo de ejercicio.

Pasamos por delante de la mesa. La puerta estaba abierta. Silvia no estaba. Sólo estaba Roberto comiendo sus ciruelas encurtidas y tofu.

—Se está tomando su tiempo con ese plato pequeño — murmuró Abril—, La gente que no lo conozca va a pensar que no tiene el dinero para pagar la cuenta.

Jalé el brazo de Abril con la intención de alejarme. Fue entonces cuando Roberto levantó la vista y me apuntó con los palillos a la nariz.

-Tú, entra aquí.

Su tono conmigo siempre era el de un comandante, exigente. Quería quitarme el zapato y tirárselo a la cara.

Pero era uno de los clientes más grandes de la Organización Ferreiro y también mi esposo. Iba a sufrir cuando regresara a casa esa noche si lo ofendía.

Empujé a Abril y le dije:

-Ve y paga la cuenta.

Abril me guiñó el ojo y me dijo:

-Muéstrale lo que tienes.

Volteé los ojos y entré. Me senté frente a él.

—Hay una sesión de networking esta noche. Ve conmigo — dijo. Estaba haciendo un gran espectáculo comiendo un pequeño plato de ciruelas encurtidas y tofu.

Tenía un compromiso esa noche. Abril y yo nunca habíamos estado en casa de Andrés. Abril había estado hablando de visitarlo. Andrés nos había invitado a su casa para cenar estofado.

Pero, no podía decirle la verdad. Roberto no me iba a dejar ir a cenar.

-Tengo un compromiso con Abril esta noche.

—Cancélalo —dijo sin rodeos.

—Es el cumpleaños de su madre -respondí desesperada. La madre de Abril acababa de cumplir años. Los padres de Abril querían ir a Rusia de vacaciones, así que lo habían celebrado con anticipación.

Roberto me miró.

—¿Estás segura?

No estaba seguro de si Roberto sabía que los padres de Abril no estaban en el país. Pero Abril siempre me había enseñado a nunca dudar y a actuar siempre con confianza cuando estaba mintiendo. Tenía que fingir que estaba diciendo la verdad.

Le respondí con frialdad:

-Tengo que irme de la oficina temprano para comprar un regalo.

No era del tipo que se anda con rodeos. Sólo dijo una palabra.

-Ruégame.

Quería maldecir en voz alta. Estaba casada con él. No me había vendido a él. ¿Había perdido toda mi libertad? ¿Por qué debería rogárselo?

Pero no quería ir a la sesión de networking de la noche. Me iba a aburrir hasta la muerte. La ¡dea de comer estofado con Andrés y Abril me llenaba de felicidad.

De todos modos, sólo se trataba de rogar. Traté de enlucir una sonrisa sincera en mi cara.

—Lo siento, pero no puedo ir contigo a la sesión de networking de esta noche.

-No te pido que te disculpes —dijo, luego recogió una ciruela con sus palillos y la acercó hacia mí—. Come.

Abrí la boca y arrojó la ciruela. Era muy agria, pero sabía aguantar los sabores así. Parecía un poco sorprendido por la falta de expresión en mi rostro.

—¿No es amarga?

—Sí. Pero puedo soportarlo.

De seguro quería ver cómo se arrugaba mi cara después de comer algo tan agrio. Sin lograr su cometido, perdió el interés y se levantó. Hice lo mismo. Estaba resbaloso y me caí de boca.

Había algo muy duro que tenía mi pie atrapado. No pude sostenerme y me recargué en su pecho.

—¿Qué estás haciendo? —dijo mientras agarraba mis hombros-. ¿Haciendo notar dominio frente a Silvia?

-Me resbalé.

-Qué mala excusa -dijo. No sonaba molesto.

Quería soltarme pero siguió agarrando mi hombro.

-¿A qué sabe tu labial? -preguntó de repente.

—¿Qué? —me acababa de poner un labial color durazno.

Me había puesto muy poco, pero aun así pudo verlo.

Abril heredó las habilidades culinarias de su madre. El precio que pagaba por comer lo que ella cocinaba era tu vida. Sin embargo, lo único en lo que era genial en la cocina era preparar la base para el estofado. Habían tenido un chef del sureste. Abril había estado enamorada del hombre durante una semana y había aprendido eso de

él.

Entonces, se enteró de que al chef no le gustaban los gatos y llegó a la conclusión de que no estaban destinados a estar juntos.

Ese no fue el romance más corto de Abril. Su aventura más breve había sido con un empleado en el supermercado. Al entrar en el supermercado, me dijo que se iba a casar con ese hombre y sólo ese hombre. Después de dar una vuelta en el supermercado, dijo que había sido un idiota, del tipo que promovía productos de belleza sólo a mujeres bonitas. Ese era su trabajo. Me había dejado sin palabras.

Abril se fue a buscar condimentos y otros ingredientes para la base. Andrés y yo nos dirigimos a la sección de mariscos para conseguir algunos langostinos y cangrejos.

-Sé cómo hacer cangrejos en curry—me dijo Andrés.

Recordé los cangrejos en curry que su padre hacía. Debe haberlo aprendido de su padre.

Quería decir algo, pero no pude. El pensar en su padre me entristeció. Sería maravilloso si el mundo no estuviera lleno de tantas separaciones y muerte. No estaría lleno de tanta tristeza y arrepentimiento.

Andrés trató de mejorar. Usó la red y pescaba un cangrejo enorme que parecía estar lleno de hueva.

—Cangrejos como este son geniales para hacerlo en curry. Vamos a atraparlo para que podamos cocinar cangrejo en curry.

-Está bien -dije-. Ha pasado mucho tiempo desde que compré en un supermercado.

-Yo tampoco he tenido el tiempo para eso. Solía comprar en supermercados cuando vivía en el extranjero.

-¿Qué hay de tu madre? ¿Le va bien en el extranjero?

-Ella está bien. Se volvió a casar -dijo Andrés con una sonrisa—. Su marido blanco la trata muy bien.

—Es bueno escuchar eso. Es bueno saber que ella es feliz.

Andrés consiguió cuatro cangrejos y los entregó al personal del supermercado.

-Son demasiados -le dije-. También tenemos estofado.

—También a Abril y su estómago sin fondo. Ella terminará con todo.

Tenía razón. Además, los tres teníamos grandes apetitos.

En el pasado, Andrés nos llevaba a Abril y a mí al parque de diversiones los fines de semana. Mi madre preparaba una mesa llena de platos cuando volvíamos a casa por la noche. Los tres terminábamos con todo. Solían reírse de nosotros y decir lo afortunados que habíamos sido de que la familia no tuviera necesidad de preocuparse por sus finanzas. De lo contrario, no podrían mantenernos vivos.

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