Un extraño en mi cama romance Capítulo 128

Esta noche había sido una de las pocas en las que Roberto y yo habíamos conseguido pasar nuestro tiempo juntos con tranquilidad. Cuando por fin llegamos a la residencia Lafuente y nos dirigimos a nuestras habitaciones, le di las buenas noches a Roberto antes de entrar en la mía y aproveché para decir algo en nombre de Abril.

-Me disculpo en nombre de Abril por lo ocurrido ayer. Así es ella. No piensa antes de actuar, mantuvo esa horrible idea suya en secreto durante los últimos días. Siento mucho lo que hizo.

Me miró sin ninguna expresión y dijo:

—Estoy cansado.

Luego entró en su habitación y cerró la puerta tras de sí, suspiré, esperaba que Roberto fuera el más maduro en esta situación y no le hiciera la vida imposible a Abril. Giré el picaporte de mi puerta, alguien apareció por detrás de mí de forma repentina y me dio un susto.

—Isabela —dijo Emanuel mientras me daba una fuerte palmada en el hombro. Casi se me doblaron las rodillas por la fuerza.

-Me asustaste -dije mientras empujaba la puerta para abrirla-, ¿Qué quieres?

-¿Por qué regresaste tan tarde?

-¿Qué tiene que ver eso contigo? -dije con disgusto.

-¿Estabas en una cena con mi hermano?

-¿Qué tiene que ver eso contigo?

-¿Por qué eres tan agresiva conmigo?

—¿Cuándo volverás a la universidad? Me estás molestando con tu presencia.

-Isabela, el estofado del otro día estaba genial. ¿Cuándo vamos a comer otro de nuevo?

—Puedes olvidarte de eso. Tu hermano se dio cuenta la primera vez que le mentí y fue un infierno para mí los días siguientes.

—De todas formas, no te quedas en la misma habitación. ¿A quién le importa? -dijo y se escurrió en mi habitación -. Compré un nuevo juego, vamos a jugarlo juntos.

Bostecé ruidosamente.

—Estoy agotada, mañana tengo que trabajar, déjame.

—Sólo jugaremos treinta minutos.

-Puedes buscar a Abril si quieres jugar a los videojuegos. Ella también los juega.

-¿De verdad? -Pensó con intensidad-. ¿Cuál es su número?

Miré mi reloj, era pasada la medianoche.

-Te matará si la llamas tan tarde. Volvamos a hablar de esto mañana —le dije y lo empujé hacia la puerta.

No quería marcharse así que lo empujé con más fuerza de la debida y terminé levantándole las mangas de su pijama mientras lo hacía, noté unas enormes manchas rojas y moradas en sus brazos. Se bajó las mangas a toda prisa.

-Hay demasiados ojos en la residencia Lafuente. La medicina tiene un fuerte olor, tengo miedo de que mis cuñadas lo huelan mientras lo preparo.

-La residencia Lafuente es enorme. Se puede jugar un partido de baloncesto en la sala de estar, ¿Tienen el olfato de un perro? Además, tú también eres parte de la familia. Se te permite hacer cualquier cosa.

-Sólo conducir -dije. No podía molestarme en dar más explicaciones, le arrojé las llaves del coche.

Abril se había convertido en mi chófer personal desde que me habían suspendido la licencia. Tenía un chófer de la residencia Lafuente que me llevaba al trabajo por las mañanas, pero me daba demasiada vergüenza molestarlo para que me llevara a mis diligencias personales, le pedí a Abril que me llevara en su lugar. Fui a su casa a preparar la medicina, sus padres aún no habían vuelto así que nadie me molestaría, aunque quemase toda la casa.

La medicina tradicional tardaba mucho tiempo en prepararse, tenía que destilar tres tazones de medicina en uno pequeño. Abril se pellizcó la nariz con los dedos y aseguró que la medicina olía a insecticida. La medicina tradicional solía tener un olor desagradable, las que se destilaban de varias medicinas olían peor.

—Este es el olor —dije con entusiasmo—. Recuerdo ese olor, mi madre me lo aplicaba y yo lloraba mucho, le decía que me convertiría en una niña apestosa y que entonces nadie jugaría conmigo.

-Siempre has olido bien. ¿Por qué te convertirías de repente en una niña apestosa? En ese entonces, esos niños maleducados siempre decían que yo apestaba. —

Abril apretó los dientes.

Desde que era una niña le gustaban todo tipo de deportes, había hecho deporte todos los días y terminaba llena de sudor, sólo se duchaba cuando su madre la arrastraba a las duchas, sin su madre, ella habría seguido sudando y oliendo mal.

Una vez terminada la medicina, la llevé a casa para Emanuel. Abril dijo que estaba volviendo a mis viejos hábitos, volvía a ser amable con un desconocido sin una buena razón. En la actualidad no tenía sentido ser una buena persona, si eres una mujer debías trabajar duro para convertirte en una malvada. La idea de una mujer hermosa con un corazón negro era irresistible, a Abril su madre le había lavado el cerebro a conciencia. Su madre siempre nos había dicho que, como mujeres, nunca debíamos ser demasiado amables, especialmente con los hombres, debíamos ser tan quisquillosas como pudiéramos, ¿A quién le importaba ser virtuosa? Abril había crecido bajo esas enseñanzas, sin embargo, no se había vuelto una belleza malvada, en cambio se estaba convirtiendo en un seudo hombre.

Cuando volví a la residencia Lafuente, Emanuel estaba jugando al baloncesto de nuevo, su sudor brillaba bajo el sol, recordé que Andrés también era bastante bueno en baloncesto, era la única persona que conocía que podía vencer a Abril en ese deporte, por mucho que Abril hacía trampa, nunca habría conseguido ganarle. Me detuve a la orilla de la cancha, Emanuel se emocionó al verme y comenzó a alardear.

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