La medicina pareció hacer efecto. Las manchas habían comenzado a desaparecer de su piel. Intenté tocarlas. Las protuberancias de su piel también estaban por desaparecer.
-La medicina está haciendo bien su trabajo —dije feliz—, ¿Sientes algún efecto secundario desagradable?
-No, ninguno. Rápido, ayúdame a ponerme. Te estuve esperando toda la noche.
-Pudiste haberte puesto el medicamento en donde puedes alcanzar. ¿Por qué esperaste a que yo lo hiciera por ti?
-Isabela, ¿tienes alguna otra tarea que darme para batallar? —Se enfadó como un personaje de una telenovela del horario nocturno.
-Sí, eres un gran problema -le dije mientras lo ayudaba a aplicar la medicina. La sensación de frescor que deja en su piel debió ser bastante relajante. Sus párpados cayeron. Parecía como si estuviera a punto de quedarse dormido. Aunque sabía que secretamente me estaba mirando.
Le di una palmada en el dorso de la mano.
-¿Por qué me estás mirando?
-Vayamos a la casa de Andrés y juguemos con Bombón. Podemos volver a comer langostas.
-La casa de Andrés no es un restaurante que venda langostas. Además, debes cuidar tu alimentación. No puedes comer langostas ahora.
-Comí la última vez.
-Es por eso que tu piel empeoró en los últimos días- dije mientras terminaba de aplicar el medicamento en sus brazos y piernas—. Levanta tu camisa. Te aplicaré el medicamento en la espalda.
—¿A dónde fuiste anoche?
—¿Acaso es de tu incumbencia?
-Eres una chica y no deberías estar caminando tan tarde por la noche. Además, nuestra casa está ubicada al pie de una montaña. No hay nadie por la noche —me regañó sin cansancio.
-Mi hermana me llevó a casa.
—¿Te refieres a esa chica con cara de póquer?
—¿Cuál cara de póquer? Tiene una cara bonita.
-No tan bonita como tú. Parece un bloque de hielo. Qué aburrida.
Le agradecí su cumplido. Siempre había pensado que Silvia transmitía vibras más fuertes que yo. Ella era en verdad alguien importante y yo era la que pretendía ser parte de la alta sociedad.
Le di una palmada en la espalda cuando terminé.
—Muy bien, puedes volver a tu habitación ahora.
-Isabela, ¿por qué no compartes la habitación con mi hermano? —dijo. No parecía ansioso por irse ahora que había terminado de ponerle la medicina. Continuó echado en mi sofá.
-¿Qué te importa?
-¿Por qué te casaste con mi hermano entonces?
-¿Qué te importa?
-Isabela, ¿es sólo un matrimonio de conveniencia?
-Emanuel- lo miré y le dije-. Vuelve a meter tu trasero en tu habitación. De lo contrario, búscate a otra persona que te ayude con tu medicamento.
-Isabela, sé que Andrés está enamorado de ti — dijo. La repentina declaración casi me enchina la piel. Miré a la puerta apresuradamente. Estaba cerrada. Gracias a Dios por las pequeñas misericordias.
—¿De qué tonterías estás hablando?
-La última vez que estuvimos en casa de Andrés, eché un vistazo a su habitación. Estaba llena de tus fotos. Había fotos de ustedes dos cuando eran niños.
—¿Cómo puede ser eso una prueba?
—Eso es una prueba de que Andrés está enamorado de ti. ¿Por qué no te casaste con él? ¿Por qué te casaste con mi hermano?
Cómo deseaba poder meter en su boca un par de calcetines apestosos para que dejara de gritar, pero no tenía calcetines sucios en mi habitación así que lo levanté de mi sofá.
—Salte, ahora.
Le tomé su mano y su palma era áspera y callosa. Quizá era por hacer dominadas y jugar básquetbol.
Apretó mi mano de repente. Sus ojos brillaron intensamente cuando dijo:
—Isabela, tus manos son tan suaves.
—¡Sinvergüenza! —dije mientras lo empujaba hacia la puerta—. ¡Voy a dormir!
-Eres una criatura tan ingenua. ¿Por qué firmaste el documento?
-Le pedí a Andrés que le echara un vistazo. Dijo que no había nada malo en la escritura.
-Claro, no hay nada de malo en ello. Aun así, algo huele sospechoso para mí.
-Estás siendo paranoica. Echemos un vistazo a la casa de mi madre esta tarde, luego hagamos los documentos oficiales lo antes posible.
—Está bien.
Después de comer, Abril y yo nos apresuramos hacia la casa en la que había vivido cuando era niña. La zona donde se ubicaba la casa había sido parte del antiguo centro de la ciudad, pero hoy en día, la mayoría de las construcciones se estaban haciendo cerca de la zona comercial. En cambio, el antiguo centro de la ciudad fue rediseñado como zona histórica.
La casa seguía en pie donde había estado. La fachada parecía haber envejecido por lo que recé para que todo dentro se viera igual.
Mi padre había amado tan profundamente a mi madre que debió haber conservado todo en la casa con cuidado. No había visitado este lugar desde que ella falleció. Probablemente a mi padre le había preocupado que yo estuviera molesta, así que nunca me había mencionado nada sobre la casa.
Abril tiró de mi brazo y dijo:
—Vamos a entrar. ¿Por qué estás ahí parada como idiota?
Recordé que a mi madre le había gustado colocar la llave debajo de una maceta de ancianos azules en el jardín. Deslicé mis dedos debajo de la maceta y tuve razón. La llave estaba ahí. Se había vuelto amarillenta y polvorienta. Recé para que todavía funcionara, pero Abril logró abrir la puerta con un solo empujón.
-La puerta no está cerrada en absoluto. No deberíamos haber perdido tanto tiempo tratando de encontrar la llave.
¿Qué demonios?
Abril jadeó de repente. Miré hacia arriba. La casa estaba hecha un desastre. Fue como si una tormenta la hubiera barrido por dentro. Las paredes estaban salpicadas de una sustancia negra y pegajosa. Los azulejos habían sido arrancados del suelo. Los muebles y las pinturas de las paredes habían sido destruidos. Era un completo desastre.
Si la fachada de la casa no hubiera permanecido sin cambios, no habría podido reconocer este lugar como la casa en la que mi madre y yo habíamos vivido alguna vez.
Abril dio una caminata rápida por la sala, maldiciendo mientras corría.
—Alguien hizo esto. Qué demonios. ¿Quién pudo haber sido tan cruel?
Entonces, se congeló en seco de repente y me miró.
-Tu madrastra, Victoria. Ella debió ser. ¡Ella hizo esto!
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