Un extraño en mi cama romance Capítulo 14

Parecía que Silvia no le caía bien a abue. Era una señora extremadamente honesta. Si alguien no le caía bien, se le notaba en el rostro. Silvia había traído los bocadillos favoritos de abue, pero ella ni siquiera les echó un vistazo. Me jaló de la manga.

-Isa, querida, estoy muy aburrida aquí. Vámonos a casa.

Le sonreí a Silvia a manera de disculpa y saqué del cuarto a la anciana en una silla de ruedas. Podía caminar, pero acababan de darla de alta y estaba un tanto débil. Era más seguro que estuviera en la silla.

La llevé y un grupo de gente nos siguió La madre de Roberto caminaba a nuestro lado y platicaba con Silvia sobre el baile de caridad que habría esa noche. Parecía que las dos asistirían. La anciana las interrumpió de repente.

-¿Betito irá al baile?

-Claro, tiene que ir —respondió la madre de Roberto.

-En ese caso, ¿ya hicimos los arreglos para que envíen el vestido de Isa?

La madre de Roberto se quedó helada.

-¿Cuál vestido?

Me apresuré a susurrarle a abue al oído.

—No iré al baile, abue.

-¿Y entonces quién será la pareja de baila de Betito?

-Roberto tendrá el primer baile esta noche. Silvia es buena bailarina. Además, se complementan muy bien. Haremos que ensayen un poco antes de que comience el baile.

-Isa también sabe bailar, ¿no?

Abue me picó la cadera con el dedo y me hizo una cara mordaz. Sí sabía. Y también era buena. Pero no me interesaba asistir al baile. Hice un puchero.

—No sé bailar muy bien.

—Sólo necesitas un poco de práctica. Haré que Betito vuelva a casa temprano hoy. Ya está casado, ¿no sería raro que bailara con otra mujer? -La anciana hablaba con algo de fiereza-. Anden, preparen el vestido de Isa. Tiene que combinar con la ropa de Betito. Ya está decidido.

A la madre de Roberto se le borró la sonrisa de la cara. Silvia sonrió con gentileza.

-De hecho, yo ya tengo pareja para el baile. Es mi novio.

Estaba intentando que las cosas no fueran tan vergonzosas para ella y para la madre de Roberto. ¿Qué podía hacer yo? La anciana había dado la orden. Roberto estaría tan furioso cuando me viera en la noche.

Probablemente creyó que bailaría con Silvia. No esperaría que de repente su pareja terminara siendo yo misma.

El guardaespaldas cargó a abue al auto. La seguí. La madre de Roberto y Silvia se fueron en el otro. Yo tenía una expresión afligida. Puse un pedazo de chocolate amargo en la mano de la anciana.

-Sólo puedes comer una.

Se lo metió a la boca de inmediato y pareció estar embriagada de alegría.

—Sólo me siento viva cuando como chocolate.

-Sé buena y tómate tus medicinas como debes. La próxima semana podrás comerte dos pedazos.

Me sonrió de oreja a oreja.

-Bueno, como tú digas.

Se puso de buen humor ahora que había comido chocolate, de modo que decidí usar eso como ventaja para negociar con ella.

-Abue, ¿puedo no ir al baile esta noche?

-No —dijo con firmeza—. Tienes que ir.

-No sé bailar. Además, no me gusta ir a esos eventos.

—Mi querida Isa, hay gente que se mataría por recibir una invitación a estos eventos. Eres una muchacha tonta. —Me tomó con sus manos ásperas-. Además, Silvia también irá. ¿Vas a hacerte a un lado sin hacer nada mientras ellos hacen su bailecito privado?

-Abue, Silvia tiene novio.

—Es por pura apariencia. —Me dio un golpecito en la frente con el dedo—. Es un círculo complicado. Eres demasiado ingenua. Necesitarás tiempo para aprenderlo todo. No hay manera de que te libres de ir al baile. ¿A quién le importa que no sepas bailar? Vas a tener el primer baile con Betito. Todo el mundo debe saber que ahora eres la señora Lafuente. Eres la futura señora de la familia.

Yo no esperaba nada de eso. De verdad no quería asistir al baile, pero sus palabras me mostraron que no cedería. Si enojaría si yo insistía con no ir. Sólo gracias a ella había logrado sobrevivir tanto tiempo en esta familia. No sé por qué, pero nos llevábamos bastante bien. Le había agradado desde que me uní a la familia y ella también me agradaba.

Poco después de que volvimos a la residencia Lafuente, enviaron el vestido a mi cuarto. Roberto iba a usar un esmoquin negro. Mi vestido era morado oscuro y tenía unos detalles más claros en los dobladillos. El cuello era ancho y recto. Me quedaba a la perfección.

La voz de abue se oía a un kilómetro de distancia.

—Mi querida Isa se ve tan bonita. Mira esa figura y esa cara. Ja, ja, ja.

La maquinista estaba parada a un lado de nosotras. Me sonrojé a causa de tantos halagos. Ella no se detuvo ahí, sino que también arrastró a la maquinista.

—¿No se ve encantadora?

-La señorita Ferreiro se ve hermosa con ese vestido —respondió.

-¿Por qué la llamas «señorita Ferreiro»? ¡Deberías llamarla señora Lafuente o señora! El rostro de la anciana se volvió sombrío mientras reprendía a la mujer. La maquinista se puso pálida y se apresuró a corregirse.

Quizás abue era la única persona en esta casa que me veía como la esposa de Roberto. Ni siquiera yo lo hacía.

Terminaron de maquillarme y me pusieron joyería para combinar. Abue insistió en que usara su precioso collar de perlas. Dijo que le iba a la perfección a mi vestido. Sin duda el collar era hermoso, pero era demasiado valioso para que yo lo usara. Sin embargo, ella insistió. La madre y las hermanas de Roberto estaban ahí cuando bajé. Se volvieron cuando aparecí. Pude ver la sorpresa en sus miradas; eso y los celos. Estaban celosas de cuánto me apreciaba abue. Eso hizo que fuera más difícil adaptarme.

Me acerqué a la madre de Roberto y la saludé. Había estado tomando el té. De repente, dejó la taza a un lado, frunció el ceño y le preguntó a su hija mayor:

—¿Ya llegó el auto?

-Está esperando afuera, mamá.

—Pues vámonos.

Ni siquiera me miró. Mis cuñadas la acompañaron afuera. No era sorpresa que no le agradara. Quizás fuera parte de la familia Ferreiro, pero mi estatus no era para enorgullecerse. Mi madre no tuvo lugar en la familia.

Aunque yo nunca pensé que ella fuera una mantenida. Sin embargo, yo no le caía nada bien a la madre de Roberto; Silvia, en cambio, sí.

Me subí en el otro auto y recibí una llamada de Abril de camino al baile.

-Vamos a cenar más al rato.

-¿Eh?

-Tengo que ir a un baile de caridad con mi papá. Qué emoción —se quejó—. Odio usar vestidos de noche. Siempre soy la más alta del lugar, me ponga donde me ponga. Como una jirafa en medio de un rebaño de cebras. ¿Qué tiene eso de divertido?

Solté una risita.

—Deja de echarte flores. Dudo que haya muchas posibilidades de que sirvan cena. Probablemente sólo nos

darán cocteles.

-¿A qué te refieres?

-Yo también iré al baile.

—¿Es en serio? -chilló emocionada.

No podía compartir su emoción. No tenía idea de cómo reaccionaría Roberto cuando me viera.

En cuanto llegué al salón, comencé a esperar a que llegara Abril. Todos eran desconocidos. Puede que suene vergonzoso pero aunque había vivido con la familia Ferreiro desde hace tantos años, nunca había asistido a un evento así.

Vi a Silvia entre la gente. Tenía en la mano un cóctel de color azul celeste mientras charlaba con alguien. En su vestido blanco, parecía un lirio en flor, hermosa e inalcanzable. Le eché un vistazo antes de perder el interés y voltearme a otro lado. Entonces, escuché las voces apagadas de unas chicas que estaban cerca de mí.

-Roberto está aquí.

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