Un extraño en mi cama romance Capítulo 140

El bar estaba cerca y al otro lado de la calle. Se veía elegante y diferente a la mayoría de los bares. Las paredes estaban llenas de estanterías llenas de filas y filas de libros.

Melisa pidió una botella de licor fuerte. Ni siquiera se molestó con los cócteles. Miré la botella con preocupación. No era buena con el alcohol en absoluto, un solo trago de eso me haría caer.

Melisa se sirvió un trago sin hacer lo mismo por mí.

-Puedes tomar jugo de frutas. Las resacas son un dolor.

Irónicamente, el hecho de que no me hiciera beber con ella me hizo sentir mal por no beber. Entonces, también me serví un trago.

-No soy buena para tomar alcohol así que sólo voy a beber un poco.

Ella levantó su vaso hacia mí, luego casi vació todo el vaso de un solo trago. Estaba loca de miedo, el whisky tenía un alto contenido de alcohol y también hacía un buen efecto. Traté de detenerla.

-No deberías beberían rápido. Te emborracharás.

—Eso estará genial. Entonces no estaría pensando demasiado en las cosas -me sonrió.

Pedí unos aperitivos. Agarró una tira de calamar desmenuzado y comenzó a mordisquearlo lentamente.

Bebí lentamente mi whisky. Fue amargo y seco. Sabía horrible. Tenía la sensación de que a la mayoría de la gente le encantaba beber no por el sabor del alcohol, sino por cómo se sentían después de beber. Les gustaba la neblina en su cabeza y cómo la bebida les hacía olvidar sus problemas, pero volverían a estar sobrios eventualmente. Nada hubiera cambiado. Por eso no me gustaba beber en absoluto. No resolvía nada.

Melisa se veía genial cuando bebía. Ella era hermosa y de voz suave. Ella también estaba pensativa.

Ella había caminado por el lado de la banqueta que daba a la calle cuando nos dirigimos al bar. Cuando estábamos cruzando la calle, me había recordado repetidamente que un automóvil acababa de girar y me había dicho que me diera prisa. Tuve una primera impresión bastante buena de Melisa. Pensé en su trágico destino como un desafío si se casara con Santiago.

-Señorita Isabela Ferreiro —dijo en voz baja.

-Sólo llámame Isabela -dije.

—Isabela —dijo. Tenía una hermosa voz. Se mezcló suavemente con la música relajante que sonaba en el bar y sonó como una hermosa canción-. Sabes, no solía ser tan buena bebedora, pero tuve mucha práctica y me volví buena en eso a las dos semanas de conocer a Santiago.

La miré estúpidamente antes de empujar un plato de camarones fritos hacia ella.

Cogió una rodaja fina y la mordió.

—Me enamoré de Santiago la primera vez que lo vi. No soy el tipo de persona que abre sus emociones, pero de alguna manera, cuando lo vi por primera vez, sentí como si hubiera caído en un profundo abismo.

Terminó el whisky en su vaso. Me pidió llenara su vaso hasta el borde.

-El amor es como un abismo. Si la otra persona también te ama, eso significa que ambos han caído juntos al abismo y pueden ayudarse mutuamente a salir de él. Pero si la otra persona no te ama, estarás atrapada para siempre.

Esa debe ser la visión del amor más devastadora que jamás haya escuchado. Tomé otro sorbo de mi whisky. Qué sabor tan horrible.

—¿Has hablado con él sobre cómo te sientes?

-Quería hacerlo, pero no me ha dado la oportunidad. De todos modos, no es el momento adecuado para hablar de esto. Sólo nos conocemos desde hace dos semanas —dijo ella mientras agitaba su vaso, derramando el líquido dorado pálido en el interior-. El amor es una cosita tan lamentable y patética. Ya no estás a la misma altura con otra persona cuando te enamoras de él. Puedo decir que Santiago no me ama, pero eso no me impidió sentirme tan feliz cuando me propuso matrimonio.

No pude entender cómo debió haberse sentido. Todavía estaba luchando por entender cómo debió haberse sentido ella entonces cuando me preguntó:

-Isabela, ¿amas a Roberto?

-Mmm -tartamudeé, aturdida por un momento ante su pregunta.

-¿Fui demasiado lejos?

-No, en absoluto —dije apresuradamente y agité mis manos salvajemente-. No me siento de la misma manera que tú. No hay amor entre Roberto y yo.

—¿Sabes quién es?

No pude decírselo. No dije que no lo supiera, pero tampoco dije que sí. En cambio, la miré a los ojos. Estaban llenos de lágrimas.

-No entiendo. ¿Por qué no eligió casarse con la persona que ama? ¿Por qué eligió casarse conmigo en su lugar? ¿Su familia la desaprueba? Sus padres son muy liberales. No harían algo así.

La persona de la que Santiago estaba enamorado era alguien con quien no podía casarse legalmente. Tenía tantas ganas de decirle a Melisa que a él no le gustaban para nada las mujeres. Estaba enamorado de un hombre y por eso nunca se enamoraría de ella, pero todavía me quedaba una pizca de cordura. Este era el secreto de Santiago y no pude decírselo.

Agarré la botella de la mesa y llené mi vaso. Luego, vacié mi vaso de un sólo trago. El alcohol quemó mi lengua y quemó mi garganta mientras fluía hacia mi estómago. Envió calor corriendo por mis venas. Sólo pude decirle a Melisa:

-Créeme. Él nunca se enamorará de ti. Olvídate del hombre que sólo conoces desde hace dos semanas. ¿No es eso mejor que arruinar el resto de tu vida?

Luego, me emborraché.

Santiago podría haber aparecido después de eso. Probablemente fue él quien me subió al auto. Me apoyé en el asiento trasero y vi cómo me abrochaba el cinturón de seguridad. Esta parecía la oportunidad perfecta para hablar con él.

Agarré su corbata.

—Santiago, no te cases con Melisa si no la amas. No la conviertas en un objeto de sacrificio para tus objetivos. No es justo para ella.

Debo haber dicho mucho más después de eso. Sin embargo, no pude recordar los detalles exactos de lo que dije.

Cuando finalmente recuperé algo parecido a una mente clara, me encontré acostada en la cama de mi propia habitación. Mi cabeza palpitaba dolorosamente.

-Mírate nada más, emborrachándote a plena luz del día.

La voz de Roberto sonó desde mi cama.

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