No estaba segura de si Andrés era un idiota, pero sus acciones fueron extremas. Roberto, por otro lado, sonaba bastante razonable. Me dio la libertad de tomar mi propia decisión. Podía sentir un dolor de cabeza acercándose en ese instante. Si yo negara haberle dado instrucciones de actuar en mi nombre, Roberto lo demandaría y él perdería el caso. Su carrera como abogado y su futuro se arruinarían. ¿Se suponía que fuera en contra de mi conciencia y mintiera sobre darle permiso a Andrés para presentar una demanda contra Roberto?
Mis pensamientos estaban hechos un lío. Mi mente era como un campo cubierto de hierba y un helicóptero aterrizó de forma inesperada en medio de él. Las palas de su rotor giraban con furia, levantando la hierba alta y azotándola de forma feroz y desordenada contra el viento.
No tenía idea de cuándo terminó el masaje de Roberto ni de cuándo salió de la habitación. Estuve tendida en la cama durante bastante tiempo, antes de que finalmente sintiera que mi cuello se ponía rígido. Me incorporé con lentitud. Pensé por un momento y decidí llamar a Andrés.
Estaba ocupado. Su voz sonaba extraña, como si sostuviera el teléfono entre el hombro y la mejilla.
—Hola, Isabela.
-¿Estás ocupado?
—Estoy en medio de una reunión.
—Te volveré a llamar más tarde.
—No, está bien. Saldré por un momento.
Caminé de puntillas hacia la puerta, con cautela; Roberto no estaba afuera. Cerré la puerta y me escondí en el dormitorio. La voz de Andrés ya sonaba normal cuando me respondió.
—Hola, Isabela.
—¿Presentaste una apelación para mi divorcio en mi nombre?
-Ah, lo descubriste-dijo con calma-. Así es. ¿No estábamos de acuerdo en hacerlo?
—¿Cuándo nos pusimos de acuerdo en eso?
-¿No fue así? Isabela, ¿has estado bajo mucho estrés los últimos días? —me preguntó. Su voz estaba llena de preocupación.
-No fue así, Andrés -respiré hondo y le dije-. Hablamos de eso pero no estuve de acuerdo con nada.
-Siempre has sido bondadosa e indecisa. Este es el mejor momento para atacar. ¿No quieres abandonarlo? ¿Quieres permanecer a su lado y vivir una vida sin dignidad?
No había pensado en pasar el resto de mi vida al lado de Roberto. Aun si decidiera hacerlo, no me parecía una vida sin dignidad. No era muy considerado ni gentil, pero no me había hecho nada tan terrible, a pesar de haberme metido en tantos problemas recientemente.
—Andrés, ¿eso entre Roberto y Santiago? No es lo que pensábamos. Cometí un error desde el principio. No son amantes.
—¿Quién te dijo eso? ¿El mismo Roberto? ¿0 su asistente, Santiago? Isabela, sé lo fácil que es creer en los demás. Sólo es una táctica. Hacer que Santiago te hable primero y aclare cualquier malentendido que haya y luego Roberto usa tanto la carnada como el látigo contra ti.
-Eso no es cierto -le conteste. Me palpitaba la cabeza. También la espalda—. De cualquier manera, debes retirar la apelación. No continuaré con la demanda. No ganarías el caso y terminarías perdiendo tu licencia.
—¿Por qué perdería el caso? Presenté la apelación porque tenía confianza en nuestras posibilidades.
-Pero yo nunca te di permiso para presentar la apelación en mi nombre. Lo hiciste sin mi consentimiento. Así que, ¿cómo te las arreglaste para hacer eso? ¿No necesitabas mi firma?
-Abril me dio tu sello personal.
Esa chica tonta. La regañaría más tarde.
-Lo hiciste sin mi consentimiento. Si él me pidiera que testificara en el juicio, te verías en un gran problema.
-Bueno -hizo una pausa— ¿lo harías?
Qué pregunta tan penetrante. No tenía idea de cuál sería mi respuesta. Fue la pregunta correcta. ¿Podría? ¿Me presentaría ante el juez, lo señalaría con el dedo y diría que usó mi sello personal sin mi permiso? De pronto me sorprendió darme cuenta de que no comprendía a Andrés en lo absoluto. Se sentía como un completo extraño.
—Andrés -hice todo lo posible por hablar con él de una manera tranquila y pacífica— este es un asunto personal. No trates de interferir. Retira la apelación y pretende que nunca pasó nada. Conozco el carácter de Roberto. No te dejará escapar con tanta facilidad si sigues con este asunto.
-Entonces, ¿crees que hizo lo correcto?
—Por supuesto. Tú eres quien está ansiosa por dejarlo, ¿verdad? Es una gran oportunidad para ti. Adonis es muy asombroso, de verdad sabe cómo aprovechar la oportunidad cuando se presenta.
—Abril —dije. Tenía muchas ganas de darle una feroz bofetada pero no podía hacer nada por teléfono más que hablar con ella y tenerle paciencia-, ¿De verdad crees que no hay nada de malo en lo que trama?
-¿De qué hablas?
—Piénsalo. Más allá de si el romance entre ellos es real, Andrés se aferró a eso para lanzar un ataque contra Roberto tan pronto como los medios filtraron el escándalo. ¿No te parece un tanto despreciable?
—¿Por qué despreciable?
-Incluso si tratamos de doblegar a alguien, no deberíamos explotar sus secretos o debilidades. Puede que Roberto y yo no nos hayamos casado por razones convencionales, pero tampoco nos odiamos. Lo que le hice dañaría mucho su reputación, y eso sin importar si al final gano o pierdo la apelación. Puede que no lo pero ¿no crees que hay algo mal con Andrés si es capaz de eso?
Abril quedó en silencio de su lado de la línea. Tenía un sentido peculiar de lo que estaba bien y lo que estaba mal, y resistió con fuerza los desafíos a su sentido de la moralidad y la ética. Probablemente estaba pensando mucho en lo que acababa de decir. Le tomó un buen rato antes de que finalmente hablara de nuevo.
—Lo que dices parece razonable. ¿Pero no son así todos los abogados? Deben tener la gran capacidad de olfatear debilidades en sus oponentes. Una vez que la encuentran, atacan de inmediato.
—Eso me parece un tanto despreciable. En mi opinión, cada industria y cada campo deberían tener sus propios fundamentos éticos. La forma en que Andrés se entrometió y explotó la privacidad de otra persona me incomoda mucho -dije con un suspiro—. Seré honesta contigo. Yo fui quien le dio ese regalo a Santiago en nombre de Roberto. La secretaria de Santiago pensó que estaba destinado a la esposa del presidente del Grupo Solidaridad y se lo dio a ella. Yo fui la causa de todo este fiasco. Todo sucedió porque los malinterpreté, no tienen el tipo de relación que pensé que tenían.
-¿De verdad? —me dijo. Ella se puso de mi lado al instante
—. También pensaba eso. El nivel de testosteronas de
Roberto está fuera de serie. No hay forma de que sea gay.
-Como sea, sólo ayúdame a hablar con Andrés. Se meterá en serios problemas si lo enfurece.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un extraño en mi cama