Un extraño en mi cama romance Capítulo 174

-¿Las cosas van mal? -pregunté.

-Voy a correr un rato -dijo mientras pasaba a mi lado.

-Estás lastimado de la espalda, no deberías ir a correr —le dije y lo jalé de regreso—. Hay otras formas de aliviar el estrés.

Me miró de pies a cabeza.

-No creo que puedas hacer eso en este momento.

-No me refiero a eso -le dije enfurecida y lo saqué de la habitación-, ¿Sabes jugar Monopol/?

-¿Hay algo que no sepa hacer? -se burló-. Es un juego para niños.

-Entonces somos niños -respondí. Descubrí un Monopoly debajo de la mesa en la sala de estar antes.

¿Entonces por qué conseguiste uno?

—Emanuel lo trajo.

Lo empujé al sofá y comencé a dividir los billetes entre los dos.

-Cada uno recibirá cinco mil dólares. Que gane el mejor.

—¿Estás segura de que quieres jugar conmigo? ¿No te preocupa que te deje en bancarrota?-preguntó sin pensarlo mientras tomaba los billetes que le había dado.

-No creas que eres tan bueno. Se trata de suerte. Es posible que los dados te den turnos terribles.

Hacía mucho tiempo que no jugaba Monopoly. Recordé cómo Abril solía hacer trampa cuando jugábamos. Ella volvía a lanzar los dados cada vez que aterrizaba en la cárcel.

No podía recordar las reglas con mucha claridad. Roberto, por otro lado, parecía conocerlas muy bien. Vi como sus propiedades crecían en número mientras la pila de billetes frente a él se reducía.

-No deberías tener tanta prisa en construir sus casas.

Podrías quedarte sin dinero.

-Puedo obtener un préstamo del banco.

-Las reglas establecen que tienes que pagar dos mil dólares al banco cada vez que pases la casilla de alida. ¿Puedes pagar?

Él miró hacia arriba y sonrió. Había una mirada de anticipación en su rostro.

Los negocios de Empresas Lafuente incluían el desarrollo y la construcción de propiedades. Él podía considerarse un magnate inmobiliario por derecho propio, pero un juego es un juego. No era la vida real, no creí que le quedaría dinero después de una expansión tan rápida en propiedades al comienzo del juego.

Pidió prestada una enorme suma de dinero al banco. Compraría cualquier casilla en la que aterrizara y mejoraría los edificios siempre que tuviese la oportunidad. Acumuló una deuda de tres mil dólares mientras yo todavía tenía una gran cantidad de dinero en mis manos.

—Vas a la mitad del camino. Tendrás que pagarle al banco el préstamo que tomaste después de algunos turnos.

Deberías quedarte con algo de dinero, o perderás el juego cuando no puedas pagar.

-El juego no se acaba hasta que acaba —dijo y se encogió de hombros—. Tira los dados.

Damas y caballeros, presenciaron el vivo ejemplo del exceso de confianza. Un exceso de que lleva a la arrogancia. Su padre estaba en lo correcto, no siempre tenía la razón. Traté de convencerlo de que viera los errores en su actuar con mucha paciencia.

-Si lo piensas bien, tanto tú como tus hermanos son parte de la empresa. No importa quién firme el contrato siempre que esté firmado.

-No se trata de quién lo firme. Se trata de principios. Son hombres que carecen de previsión y que intentan patearnos cuando estamos en el suelo. No deberíamos colaborar con ellos.

-¿Pero no sufriría la empresa si pierdes cinco acuerdos

en un día?

-Veo que tienes oídos agudos. Escuchaste la mayor parte de la conversación —me contestó bromeando antes de comprar otro hotel.

—Incluso si Empresas Lafuente no se ve afectada por la pérdida de estos acuerdos, ¿no dañaría la confianza que te tiene tu padre?

-Si tiene suficiente previsión, debería confiar en mí -explicó. Había gastado su último dólar. Estaba a pocos turnos de pasar por la casilla. Llegó el momento de pagar.

-Roberto, -lo miré con preocupación y dije- ya no tienes dinero.

-Pero tú sí —me dijo con una sonrisa radiante.

—¿Qué quieres decir con eso? -pregunté mientras tiraba los dados. Tomé mi pieza y comencé a contar los pasos que debía dar. Aterricé en la casilla donde se encontraba su hotel. De acuerdo con las reglas, debía que quedarme tres noches en su hotel. Por lo tanto, pagué. Fueron exactamente dos mil dólares. Él sonrió mientras extendía la mano.

—¡Bienvenida! Espero que disfrutes tu estadía con nosotros.

Seguí aterrizando en casillas con propiedades y hoteles en cada turno. Había mejorado sus propiedades con anticipación. Tuve que desembolsar una gran cantidad de dinero en efectivo. Mis propiedades, al contrario, no habían mejorado para nada. Apenas y pagó algo cuando aterrizó en mis casillas.

No pasó mucho tiempo para que él ganara la partida. Para entonces ya había saldado sus deudas y estaba empezando a acumular una gran cantidad de dinero. Me quedé con una pila miserable de billetes ante mí.

-El objetivo de expandirse rápidamente al comienzo del juego es obtener mayores recompensas al final. ¿No hay un dicho sobre esto? ¿Sin dolor no hay ganancia? -Arrebat los últimos billetes de mi lado del tablero y los agitó en mi cara—. Acabas de caer en bancarrota, Isabela.

Lo noté muy divertido.

-Juguemos otra ronda.

No había forma de que le ganara en un juego de negocios. Admití la derrota de manera sencilla y humilde.

-Juguemos «palabras encadenadas» -le sugerí-. La persona que no pueda continuar pierde.

-Qué aburrido. Juguemos «la frase interminable».

-¿Qué? Haría cualquier cosa menos correr desnuda.

Sin embargo, era una posibilidad que me pidiera eso, considerando lo pervertido que era.

-Verdad o reto.

—¿Verdad o reto? —le pregunté. Me pareció relativamente inofensivo. Después de algunas dudas, dije-: Elijo verdad.

—¿Tu corazón se aceleró cuando me escuchaste decir eso último?

-En tus sueños.

—Escogiste verdad. No puedes eludir la pregunta —dijo con seriedad.

¿Mi corazón se había acelerado? Iba a toda velocidad y no se detenía. No tenía ni idea de si era por lo que había dicho. Me llevé la mano a los ojos para protegerlos del resplandor del candelabro que colgaba sobre la mesa.

—No lo sé.

-¿Tu corazón estalló?

-No lo sé.

—¿Sientes mariposas en el estómago?

-Ni creas.

-No estás diciendo la verdad. No hay una mujer en este mundo que no se conmueva cuando digo esas palabras.

—Tienes una arrogancia terrible -le dije y me levanté del sofá—. Te ves menos tenso. Es hora de ir a la cama.

Me tomó del brazo.

—¿Tienes miedo de decir la verdad?

-Te crees mucho -le dije. Luché por salir esa tensión y me dirigí al ascensor. Tuvo que atender otra llamada telefónica. Permaneció de pie en medio de la sala de estar mientras respondía a la llamada.

Miré a través de las puertas de vidrio, y vi su ancha espalda. Siendo honesta, sabía que dijo eso en broma. Para él sólo fue un juego. Eso no significaba que mi corazón no comenzó a latir con fuerza cuando miré fijamente sus ojos oscuros y lo escuché pronunciar esas palabras. Roberto tiene ojos fascinantes. Te atraen. Son como agujeros negros que te absorben tan pronto como cruzas la mirada con ellos.

El ascensor subió lentamente y me llevó al segundo piso. Mi corazón seguía latiendo de forma salvaje. Lo hizo a propósito. Estaba segura. Lo dijo con esa intención.

Regresé a mi habitación. Quedé empapada en sudor y tenía que darme una ducha. Tomé una pijama y ropa interior limpia y entré al baño. No tuve tiempo de abrir el grifo pues escuché la voz de Roberto casi en cuanto entré al baño.

—Isabela...

-Mmm, estoy en el baño.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un extraño en mi cama