—¿Qué haces? —me preguntó. Era típico de él hacerme preguntas que no quería responder.
—¿Qué crees? —le respondí. Él abrió la puerta justo cuando terminé de contestarle. Se quedo en la puerta mientras yo estaba dentro, semidesnuda y con una manga colgando de mi hombro. Me veía como una idiota.
-Por lo menos toca -le dije rotundamente. Estaba acostumbrada a ese comportamiento de su parte.
—¿Crees que deberías bañarte?
—Sudé y apesto.
-¿Y si te vuelves a caer?
—No seas exagerado. ¿Quieres evitar el agua por el resto de tu vida?
—Tú eres la exagerada -dijo. Caminó hacia mí y comenzó a tirar de mi ropa.
-¿Qué estás haciendo? -pregunté. Mi corazón apenas se había calmado y volvió a latir con fuerza.
-Te ayudo a bañarte.
—No, yo puedo sola.
—Si pudieras, no te habrías caído y ni sufrirías en tu estado actual.
No tenía idea de si trataba de ser considerado o si sólo trataba de aprovecharse de mí. Sin embargo, no parecía que quisiera aprovecharse. Como dijo: si él quisiera, tendría un montón de mujeres haciendo fila para pasar la noche con él. Extendió el brazo y apagó las luces. El baño se vio envuelto en la oscuridad absoluta.
-¿Qué tal así?
-No puedo ver nada.
-¿Qué necesitas ver si vas a bañarte? -me lanzó esa pregunta mientras sus dedos desabotonaban mi ropa con destreza.
—Parece que tienes mucha practica —espeté mientras trataba de llenar el silencio con una conversación.
—Tengo que desabotonar ropa diariamente, aunque sólo sea la mía.
- Yo lo hago todos los días y no soy tan hábil como tú.
Se inclinó de repente y me levantó en sus brazos. Chillé.
—¿Qué haces?
-Te llevo a la tina. Prepararé un baño medicinal.
Me metió dentro de la tina.
—Disfruta el agua y quédate quieta. Conseguiré las hierbas.
Qué considerado de su parte. Mi opinión sobre él mejoró un poco. Podrá parecer intimidante pero sólo se había portado bien.
El agua tibia subía constantemente en la bañera. Mi cuerpo quedó completamente sumergido en agua.
Me di cuenta que Roberto era como el agua. Cuando no estaba ni demasiado caliente ni demasiado fría, en la temperatura justa, hacía que uno se sintiera cálido y en paz. Pero te ahogarías con demasiada agua.
Estaba oscuro como boca de lobo. Lo único que pude ver fueron los números que brillaban en color azul, en los monitores de los avanzados aparatos tecnológicos de Roberto.
No tardó en volver al baño. Hundí todo mi cuerpo en el agua.
Sostenía una bolsita. Le pregunté qué había dentro.
-Peonía, apio, salvia, cártamo y algunas otras hierbas.
—¿Cómo sabes de esto?
-Soy una enciclopedia andante.
Nunca pestañeaba al jactarse de sí mismo. Incluso si lo hubiese hecho, no lo hubiera notarlo en la oscuridad.
Colocó la bolsa en la tina. El aroma de las hierbas llenó el aire.
-Me siento como un pollo que se cocina lentamente en una olla de caldo. Caldo de pollo con hierbas.
-No creo que eres seas tan nutritiva como un caldo de pollo con hierbas —dijo. Se buscó un banco y se sentó junto a la bañera.
—Y tú eres el sujeto que está cuidando la estufa, esperando que el caldo esté listo.
-Ese sujeto tendrá una olla de delicioso caldo de pollo al final del día. ¿Yo qué gano?
-Una belleza recién salida de la ducha —balbuceé sin pensarlo. Mi cerebro me abandonó mientras me hundía en el agradable calor del agua.
Sus ojos brillaron en la oscuridad.
—Lo espero con ansias.
La oscuridad parecía haberme envalentonado. Una duda me había atormentado durante toda la tarde. Me moría por preguntarle. Era una duda que yo misma me había respondido. De cualquier forma, era una que Roberto no había respondido de manera directa.
—Roberto —suspiré su nombre.
-Sí -dijo en voz baja-. ¿Qué pasa?
No le creí. Me había salvado innumerables veces. No creí que fuera capaz de hacerme daño.
-¿Entonces? ¿Significa que no eres gay?
Yo no podía creer que a él también le gustaran los hombres. La última vez que fuimos en un crucero, estábamos rodeados de marineros escasamente vestidos. Se veían bastante sexys con el pecho descubierto. Pero él los veía de la misma manera que un hombre miraría a otro hombre.
—Nunca dije que lo fuera.
¿Significaba que me equivoqué todo este tiempo?
Me senté derecha.
-¿De verdad no eres gay?
-¿Cómo quieres que te lo demuestre? -me dijo. Sus ojos se posaron en mi pecho.
Me di cuenta de que estaba expuesta al aire al haberme sentado en la bañera. A pesar de que las luces estaban apagadas, los ojos se acostumbran a la oscuridad después de un rato. Debía ver algo, a pesar de la oscuridad.
Acababa de exponer mi piel desnuda y él la miraba fijamente. Me encogí de nuevo en el agua y le salpiqué la cara.
—No hay necesidad de demostrarme nada de esa manera.
Su rostro quedó mojado. El cabello de su frente se pegó a su piel y el agua goteaba por su piel. Me sorprendió que no estuviera molesto. Levantó el brazo y se secó la cara con la manga.
-El caldo todavía no está list. Le falta sabor.
Me di cuenta de que se había vuelto más complaciente. No me había hecho nada a pesar de todos los problemas que le había causado.
-Deberías realizar una conferencia de prensa y dejar las cosas claras.
—¿De verdad es necesario?
—Por supuesto. Los negocios de la empresa han sido afectados.
—Ahora todo el mundo tiene el ojo puesto en el escándalo, nadie va a creer ni una sola palabra de lo que digo. Van a pensar que trato de encubrirlo.
Tomó una toalla y me la entregó.
-Es mejor que no decir nada. Asistiré a la conferencia de prensa. Causé este lío, lo voy a arreglar.
Me miró de forma curiosa.
-Te volviste valiente de la nada.
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