Un extraño en mi cama romance Capítulo 189

-Tienes que recostarte.

-Hazme sentir mejor -dijo, como un niño con el que no se podía razonar.

Dudé antes de ceder. Bien. De todos modos, no podía ver nada. Me acerqué y puse mis manos en sus mejillas. Su rostro se sentía tibio. Su piel estaba caliente como una estufa. Sus pestañas eran largas y rizadas y su nariz afilada. Roberto era hermoso. Tenía el tipo de belleza que te llegaba directo al corazón. No importaba si te gustaban los hombres afeminados, lindos, toscos o estoicos.

Roberto iba a gustarte. Puede que tuviera un temperamento pesado, pero nadie se iba a quejar sobre su físico. Aunque fueras mujer u hombre, viejo o joven, te parecería atractivo.

Lo miré como en medio de un sueño. No sentía que lo detestara. ¿Lo había detestado alguna vez? Mis labios se acercaron a su frente. Estaba a punto de besarlo en la frente cuando él se movió sin aviso. Mis dedos se deslizaron de sus mejillas y el beso cayó en sus labios.

Frunció un poco el ceño y murmuró entre los labios de los dos:

-Isabela, me robaste un beso.

Estaba furiosa. Intenté romper el beso pero él me presionó contra el sillón. Sus besos eran diferentes cada vez. A veces, eran intensos y abrumadores, como una tormenta. Otras, eran sorprendentemente dulces. Esta vez fue así. Él tenía los ojos cerrados. Estaba sobre mí pero yo casi no sentía su peso. Parecía que se estaba sosteniendo, su cuerpo encima del mío. Me preocupé de que se fuera a cansar.

Mi corazón retumbaba en el pecho. Latía rápida y frenéticamente, como si estuviera a punto de darme un ataque. Latió con fuerza hasta que nos separamos del beso. Roberto recargó la cabeza sobre mi hombro y murmuró:

—Eso es lo que te pasa por robarme un beso.

Debí haberle contestado pero no lo hice. Esta vez no.

Se quedó en el sillón a mi lado como un niño. El sillón era demasiado pequeño para los dos. Me abrazó para que no me cayera. No esperaba quedarme dormida en sus brazos. El sonido de sus latidos tenía un ritmo constante y relajante. Me hizo sentir a salvo.

Desperté en la cama. Roberto estaba en el sillón, mirando su laptop. En los últimos días, había estado durmiendo muy profundamente. No me desperté cuando me cargó a la cama. Me incorporé y miré a Roberto como aturdida.

—¿Qué hora es?

-Cinco de la tarde -dijo después de ver su reloj.

Por eso tenía tanta hambre. El día había pasado sin que lo supiera. Me acerqué a él y observé sus ojos.

-Ya se ven mucho mejor. No están tan hinchados.

-Y no me duelen tanto. Es una cura milagrosa.

-Tienes que confiar en la medicina tradicional.

-Creo que quisiste decir magia negra. Lograste curarme con unas cuantas flores.

—No discutas por nimiedades. Funciona. Eso es todo lo que importa.

Se encogió de hombros en señal de que estaba de acuerdo.

-Me estoy muriendo de hambre -dije. Me rugía el estómago.

—¿Qué quieres comer?

-Mmm. -Me puse a pensar-. Quiero pizza.

—Bueno, haremos que Baymax pida a domicilio.

Roberto presionó un botón y llamó a Baymax. Escogí unos cuantos sabores.

-¿Puedes comerte todo eso? -preguntó Baymax.

—Podrías ayudarme.

-No tengo un sistema digestivo.

-Ese no es el problema -dije-. Ni siquiera tienes boca.

Me eché a reír. Baymax se enfurruñó mientras se iba. No tenía idea de lo divertido que era jugarle bromas a un robot. De verdad lo disfrutaba.

La pizza llegó en un santiamén. Sin embargo, no sabía que Roberto no comía pizza.

-¿Eres alérgico al queso o algo?

—No tengo tantas alergias.

—¿Entonces por qué no comes?

-No me gusta.

Le eché un vistazo al mañoso que tenía en frente.

-Sólo estás siendo quisquilloso con la comida. Imagínate que hubieras nacido en Etiopía. No podrías darte el lujo de ser exigente con lo que comes si no hay suficiente

comida.

—Pero no nací en Etiopía —respondió con sequedad.

-¿Eso significa que acabamos de besarnos indirectamente? ¿Y que besé a Abril indirectamente?

-Ahorita me sigues contando. Iré a traerte otra pajilla.

Sostuvo el jugo lejos de mi alcance.

-Isabela, recuerda que hoy me has robado dos besos.

jHum! No supe por qué pero se veía graciosísimo. El aura intimidante que siempre lo rodeaba se había desvanecido por completo. De repente, recordé lo que le había dicho a Abril aquella noche en la cena. «Sólo tengo 26 años», había dicho casualmente. Roberto, de 26 años. El diablo a quien todos temían. Este Roberto, que nunca comía pizza, se comió dos rebanadas de pizza de carnes y dos de pizza de quesos. Después de eso, sus garras demoniacas intentaron tomar mi pizza hawaiana. La pina podía causar irritación, así que sólo le permití comerse una rebanada.

-¿No dijiste que no te gustaba la pizza? -pregunté.

-¿No fuiste tú quien dijo que no querías que se desperdiciaran? —respondió ágilmente.

Me quedé sin palabras. No debe subestimarse el efecto medicinal de la violeta. Dos días después, los ojos de Roberto estaban casi recuperados. Mañana iríamos a Isla Solar. Tomó varios pares de lentes de sol y comenzó a mostrármelos.

-Son ediciones limitadas. Sólo hay un par en todo el mundo.

-¿Por qué siempre son de edición limitada?

-No quiero tener algo que otra gente también tiene.

-Hoy en día, las empresas promocionan sus productos diciendo que son populares y que se venden como pan caliente. Si todos fueran como tú, las empresas no podrían vender nada.

—Su objetivo es un sector diferente del mercado. Sus clientes y yo somos completamente diferentes -dijo antes de acomodar los lentes en una hilera-. Son unisex.

Escoge los que te gusten. Puedo dártelos.

Les eché un vistazo rápido.

—No necesito lentes de sol.

-En el mar, el sol puede ser muy duro. Tienes que usar lentes -me dijo. Escogió uno y me lo dio-. Ten.

Tomé el par de lentes de sol. Parecía que tenía otro con un diseño similar.

-¿Hay otro par como este? ¿Son para parejas?

-¿Parejas? -sonrió. Sus ojos brillaban-. No te hagas ilusiones. ¿Ya hiciste maleta?

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