Un extraño en mi cama romance Capítulo 256

Roberto era la «sopa de pollo» tóxica para el alma, era más venenoso que el arsénico. No tenía ni idea del porqué intentaba lavarme el cerebro con sus extrañas ideas así que no les hice mucho caso.

Santiago vino y le trajo un juego de ropa nueva, había un baño en mi habitación así que entró en él para tomarse un baño. Santiago se paró junto a mi cama y empezó a charlar conmigo.

—¿Te visitó el médico hoy?

—Sí, estoy bien. Tan solo es una neumonía, estaré bien después de unos días de reposo.

—¿Estuviste bajo mucho estrés?

No estaba segura, pero me sentía bien.

—¿Ya te ha venido a visitar alguien de la Organización Ferreiro?

Su pregunta inesperada me tomó por sorpresa.

—¿Por qué iban a hacerlo? Es probable que no tengan ni idea de que estoy aquí.

—Lo saben —dijo mientras me miraba directo a los ojos—. Hice que se supiera la noticia.

—¿Por qué?

—El señor Lafuente me lo dijo —contestó Santiago, pero no me ofreció ninguna explicación.

Perdí todo el interés en saber el por qué en cuanto mencionó el nombre de Roberto. La locura de Roberto no tenía ningún sentido y no valía la pena romperme la cabeza tratando de entender por qué hacía lo que hacía.

Roberto salió del baño recién bañado, se había puesto una camisa de seda azul cielo, me di cuenta de que le encantaba el color azul y las camisas de seda las cuales brillaban y se ondulaban con el viento, lo hacían parecer un personaje recién salido de un cuadro. Tan solo tenía que mantener la boca cerrada y abstenerse de esbozar esas inquietantes sonrisas suyas, así sería la persona más encantadora del planeta.

Se estaba secando el cabello con una toalla blanca, le había crecido el cabello, se veía esponjoso cuando estaba mojado y lo hacía parecer una papa a la que le había salido cabello.

—Isabela —me llamó mientras se acercaba a mi cama—. Llama a tu secretaria, haz que les informe a los directivos de la Organización Ferreiro que vengan al hospital ahora mismo para una reunión.

—¿Por qué? —pregunté, no tenía tanto trabajo así que no era necesario llevar a cabo una reunión en el hospital. Yo no era una adicta al trabajo como él.

—Has estado fuera de la oficina durante dos días.

—Podría estar fuera de la oficina durante dos años y la Organización Ferreiro podría seguir funcionando perfectamente sin mí.

Estaba diciendo la verdad, pero él no parecía feliz de escucharlo.

—En ese caso ¿Qué sentido tiene tu presencia en la Organización Ferreiro? Como directora, tu presencia es superflua.

—Sí, lo es. Siempre lo ha sido —murmuré.

—La humildad no te va a ayudar a dirigirla —dijo antes de entregarle la toalla a Santiago, a quien le dijo—: Llama a la chica marimacho si es que Isabela no lo quiere hacer. Haz que Abril hable con su secretaria.

Había pensado en consolarlo después de la horrible paliza que le había dado la abuela, pero cualquier pizca de simpatía que había sentido por él se desvaneció al escuchar sus duras palabras.

Santiago hizo de inmediato lo que Roberto le ordenó y Abril me llamó cinco minutos después.

—Isabela, ¿ya te encuentras mejor? Pensaba pasarme por el hospital después del trabajo. Santiago me dijo que quieres realizar una reunión allí, ¿Qué ocurre?

La cara de los directivos palideció, agitaron las manos y sacudieron la cabeza de forma enérgica en señal de negación.

—No, de ninguna manera, eso no es lo que queríamos decir. La señora Ferreiro está enferma, ¿no es verdad? Debería descansar y dejar de preocuparse tanto por la empresa.

—La señora Ferreiro puede estar enferma físicamente, pero su mente y su espíritu continúan estando con la empresa. Deberán reportarse en el hospital con ella todos los días después del trabajo —dijo Roberto, luego miró el reloj de su muñeca—. Démosles quince minutos a sus compañeros, ¿Creen que podrán llegar al hospital a tiempo?

Se quedaron en silencio durante unos instantes, luego sacaron sus teléfonos, salieron de la habitación y empezaron a llamar a sus colegas. Estaba lista para decirle algo a Roberto, pero se puso de pie y también salió antes de que pudiera decir algo. No tenía ni idea de lo que intentaba hacer.

En ese momento Abril habló con frialdad.

—¿Qué le pasa a Roberto? ¿Por qué maltrata a tu personal cuando puede maltratar al suyo?

—¿Tal vez se aburrió de torturarme sólo a mí?

—Fijaste un estándar muy bajo —dijo Abril mientras me daba un suave empujón en la cabeza, fue cuidadosa conmigo porque yo estaba enferma, tampoco apartó mi cabeza de su hombro—. Mira la energía que desprendía, se podía sentir a kilómetros de distancia, sólo necesitas un poco de eso y nadie faltará a tus reuniones. Tu secretaria y yo llamamos a todos personalmente, ellos sabían que su directora había sido hospitalizada así que deberían de haber encontrado alguna excusa para visitarte y preguntar por tu salud, no era necesario que fuese algo relacionado al trabajo. No tienes ningún tipo de autoridad en la empresa.

Eso era lo que Abril sabía hacer mejor, clavar un cuchillo en una herida fresca. Sabía que poca gente en la empresa me respetaba de verdad y ella dojo esa verdad de manera brutal. Las cosas habían mejorado desde la última vez que Roberto fue a mi oficina, todo el mundo comenzó a saludarme en voz alta cuando me veía, pero yo sabía que todo era una actuación. El respeto y la admiración debían surgir del corazón, pero me di cuenta de que en realidad no me respetaban ni me admiraban.

Los directivos volvieron a entrar a la habitación cuando terminaron de hacer sus llamadas.

— Ya cancelaron sus citas y vienen para acá en este mismo instante.

Estaba a punto de pedirle a Abril que preparara té para los recién llegados cuando mi teléfono sonó, era un mensaje de Roberto. ¿Adónde se había ido? Abril me dijo que se había dirigido a la oficina del decano del hospital, ¿Por qué me había enviado un mensaje de texto cuando podía haber ido directamente a decirme lo que quería decir? Miré el mensaje, era breve y conciso.

—Que Abril les diga que necesitas descansar, pídeles que esperen afuera.

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