El cielo había clareado cuando me desperté. La luz del sol entraba por la ventana e iluminaba la habitación. Abril roncaba con fuerza a mi lado y su muslo estaba sobre mi cintura, era una gigante y sus muslos eran largos y pesados como troncos. Me aplastaba así que le di unas ligeras palmaditas.
—Abril, levántate, déjame seguir viviendo.
Ella no se despertaba así que no tuve más remedio que abandonar mis intentos inútiles. Mi fiebre parecía haber cedido, me toqué la frente, ya no estaba tan caliente como antes, el suero que me habían colocado estaba vacío y en algún momento mientras dormía una enfermera me había quitado la aguja del dorso de mi mano. Me levanté de la cama y me dirigí al baño.
Miré a través de la ventana de cristal mientras pasaba por la puerta, la escena me impactó, los directivos de la Organización Ferreiro seguían allí, algunos estaban tirados en el suelo, profundamente dormidos, mientras que otros se agrupaban en parejas y dormían en las alargadas bancas que estaban afuera de mi habitación. Tenían un aspecto terrible, ¿Se habían quedado toda la noche? Roberto me había dicho que descansara y me había quedado dormida. Fue culpa de Abril, me había estado contando historias y no fui capaz de mantener los ojos abiertos, así que me había dormido. No se atrevieron a marcharse porque yo no se los había dicho, pero por supuesto que no me tenían miedo a mí, Roberto era la persona a la que le temían.
Encontré a Roberto acostado en el sillón que estaba saliendo del área de dormir de la habitación, también se había quedado dormido y sus piernas colgaban del borde del sofá, no parecía estar cómodo. Me puse en cuclillas junto a él, para ser sincera no tenía ni idea de lo que pasaba por su cabeza, si en verdad me detestara no debería sentirse obligado a velar por mí todas las noches, podría haberse ido a casa y dormir cómodamente, pero si estuviese enamorado de mí, no me habría jugado una broma tan horrible durante la rueda de prensa.
Tenía muchas ganas de conseguir un bisturí y abrirle la cabeza, quería saber qué pasaba allí dentro con desesperación. Estaba muy callada, pero Roberto abrió los ojos de un de repente y me asusté, intenté apartarme, pero olvidé que estaba en cuclillas así que caí al suelo con fuerza. Extendió la mano y me levantó de inmediato, podía ver el desprecio en sus ojos.
—¿Estás practicando para ser una mirona?
Por favor, nadie querría espiarlo, era tan egocéntrico.
—¿Mis directivos están todavía afuera?
—¿No puedes ver por ti misma? —dijo mientras se sentaba y colocaba su mano sobre mi frente—. Tu fiebre se ha ido, tus directivos son una buena medicina.
—Fue el médico el que me recetó una medicina que funcionó.
No discutió conmigo, se levantó y me ayudó a ponerme de pie.
—Límpiate la cara, traeré el desayuno.
—¿Qué hay de los directivos que siguen afuera?
—Todavía no es hora de trabajar, pueden esperar un poco más.
—Han esperado toda la noche.
—¿Y qué con eso? —dijo mientras me empujaba hacia el baño. Se apoyó en la puerta y me miró fijamente—. Tú eres la que paga sus salarios. Sus familias dependen de que les pagues, ¿Qué hay de malo en que te esperen una noche?
—No soy yo quien les paga el sueldo, es la empresa la que lo hace.
—Tienes que darte cuenta de que eres la ama y señora de la casa. No dejes que los demás te intimiden para que hagas lo que ellos quieren —me dijo antes de arrojarme una toalla—. Isabela, no tienes la voluntad de luchar en lo más mínimo.
No eran tiempos de guerra, ¿Por qué iba a molestarme con algo así? Me lavé la cara y me puse algo presentable. La señora Ana nos trajo el desayuno. Abril seguía en la cama, profundamente dormida y roncando, nadie sería capaz de despertarla por más que lo intentasen. Le dejé el desayuno y luego salí del área de descanso, me senté en el sillón y me arropé.
Roberto estaba bebiendo café negro y me dejó probarlo, sabía terriblemente amargo. En una ocasión, la madre de Abril había perforado la bilis del pescado cuando lo cocinaba, sabía como si fuese un melón amargo, su café sabía exactamente así. Roberto acompañó su café con queso y pan. El queso tenía muchas hebras y era muy elástico, verlo comer era como verlo sorber tallarines.
—¿No tienes que ir a trabajar?
Hacía dos días que no salía del hospital.
—Tengo gente que me informa de lo que pasa en la empresa, aunque no me presente a la oficina. Yo no soy como tú —me dijo.
Parecía hacer esos comentarios sarcásticos con mucho gusto, disfrutaba con mi sufrimiento, cuanto más sangraba, él era más feliz. Qué tipo más raro.
—Buenos días, señor Lafuente. —Lo saludaron a toda prisa.
Roberto pasó por encima de los que seguían dormidos en el suelo sin siquiera devolver el saludo, era la personificación de la arrogancia. Abril también salió, tenía una sonrisa deslumbrante en el rostro.
—Oh vaya, la directora se sintió mal anoche y se quedó dormida. No sabíamos que tenían pensado quedarse toda la noche, ¿Por qué no nos lo dijeron?
Oí las voces que se alzaban mientras los directivos empezaban a hablar.
—Está bien, no es ninguna molestia. La preocupación que la señora Ferreiro tiene por la empresa a pesar de estar enferma es realmente admirable.
No me pareció que estuvieran llenos de admiración, anoche más bien parecieron estar llenos de miedo. Sabía que no era a mí a quien habían temido, pero aun así sentí que una pequeña pizca de satisfacción se despertaba en mi interior. Los directivos se reunieron frente a mí cuando terminé de desayunar, tenían el pelo revuelto y algunos bostezaban, era probable que hubiesen dormido mal la noche anterior, dormir en ese corredor no debía ser nada cómodo.
Miré la hora, teníamos media hora antes de que empezara el horario laboral, llegarían tarde al trabajo si los retenía allí. Podría estar bien si sólo unos pocos llegaran tarde al trabajo, pero toda la directiva de la Organización Ferreiro estaba allí en ese momento, sería extraño que todos ellos llegasen tarde al trabajo.
—Deberían ir a la oficina ahora —dije—. Van a llegar tarde. Gracias por todo el trabajo que han hecho.
Sus hombros se relajaron, como si se hubiesen quitado un peso de encima. Se dieron la vuelta de inmediato, pero fue entonces cuando Abril decidió hablar.
—Esta noche ustedes reportarán el trabajo que quedó sin reportar —bromeó—. Vengan aquí inmediatamente después del trabajo.
Los directivos se miraron entre ellos, sus rostros se pusieron verdes y Abril sonrió con descaro.
—¿Alguien tiene alguna objeción al respecto?
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