Parecía que tenía que comer ese trozo de bistec. No se iba a rendir. Abrí la boca y me metió el trozo de carne. El bistec sabía muy bien, jugoso y tierno. Pero antes de que terminara con el primer bocado, Roberto cortó otra rebanada y me la llevó a la boca nuevamente.
Lo miré fijamente.
—Deberías empezar a comer. Puedo cortar mi propio bistec.
-No puedo comer hasta que hayas terminado -dijo. Su sonrisa era dulce como el betún de un pastel. Podría provocarte diabetes.
-Gracias, pero estaré bien comiendo sola.
-Me preocupa que puedas cortarte —dijo Roberto, antes de volverse repentinamente hacia Andrés-. Yo corto el bistec para mi amor cada vez que ella pide este platillo. Yo mismo le doy de comer. No habría otra manera de que comiera.
Le pellizqué el muslo con fuerza. Echó la cabeza hacia atrás y me miró. Detente. Mis labios se movieron silenciosamente. Se rio con alegría y se inclinó, chasqueando sus labios en mi mejilla.
—¿Mi amor quiere otro beso?
Comencé a rezar en silencio, deseando desesperadamente que la comida terminara pronto. No sabía por qué Roberto estaba haciendo esto. No tenía ¡dea de lo que estaba haciendo. Pero me di cuenta de que se estaba divirtiendo. Parecía divertirse mucho y no se iba a cansar pronto de hacer esto.
Le gustaba verme en aprietos. De hecho, esa podría ser la razón por la que estaba haciendo esto en primer lugar. Andrés habló muy poco durante la comida. Comió tranquilamente. Roberto siguió intentando que hablara.
-El señor Gallardo es un gran abogado. Hiciste un gran trabajo con el caso de Mark. Ha estado tratando de llevarte a su empresa, pero no parece tener mucho éxito con sus intentos. Me pregunto si tendré una mejor oportunidad al ver que eres buen amigo de mi esposa.
—Actualmente estoy trabajando en la empresa de mi mentor -dijo Andrés después de tomar agua.
-No hay conflicto de intereses. Puede unirse al equipo de asesoría legal de Empresas Lafuente.
-Gracias por la oferta, pero realmente no estoy interesado -dijo Andrés cortésmente. Sus ojos estaban fijos en el tenedor que Roberto había empujado hacia mí. Le dijo a Roberto en voz baja:
-Las alergias de Isabela se intensificarán si come demasiada carne, especialmente en primavera. Creo que ya ha tenido suficiente.
-Ya no tiene alergias. No se han visto durante tanto tiempo, es natural que muchas cosas hubieran cambiado —mintió Roberto sin esfuerzo y sin un poco de vergüenza.
Era cierto que mis alergias se agravarían si comía demasiada carne. Comer demasiada carne me hizo sentir incómoda. Aparté el tenedor de Roberto.
—Gracias. Comeré algo más.
—Puedes comer mis camarones —Abril dejó caer dos camarones grandes en mi plato-. Están a la parrilla a la perfección. La carne está muy tierna. No saben nada mal.
Mantuve la cabeza gacha y usé el tenedor para quitarle la cáscara a los camarones.
Roberto continuó charlando.
—¿Algo interesante que todos hicieran cuando eran niños? ¿Por qué no charla sobre ello?
Pensé que Andrés lo ignoraría, pero le respondió a Roberto.
-Cuando era niño, le dije a Isabela que me casaría con ella cuando fuera mayor de edad.
No esperaba que Andrés mencionara eso de repente. No esperaba que fuera tan contundente frente a Roberto. Lo miré en estado de shock con un camarón en mi boca y que casi olvidada. Me miró detenidamente y luego bajó la mirada.
-Estoy muy feliz de volver a verla hoy. Tengo la sensación de que no pasará mucho tiempo antes de que cumpla mi promesa.
-¿Es eso? -No pude sentir ninguna infelicidad en la voz de Roberto. Ahuecó un lado de su cabeza con su mano y me miró con interés.
-No tardaré, ya veo. Isabela, ¿eso significa que viviré por mucho más tiempo?
No supe qué decirle. Continuó descaradamente:
—Es ilegal estar casado con varias parejas. Probablemente no podrás cumplir tu promesa de la infancia a menos que yo esté muerto.
Le di a Andrés una mirada fugaz, luego negué con la cabeza. Se quedó callado y dejó los cubiertos.
-Señor Lafuente, gracias por la comida. He terminado. Tengo algo que atender por la tarde. Me tengo que ir.
-Aún no hemos comido postre -dijo Roberto con indiferencia. Levantó la barbilla hacia la entrada del restaurante y continuó—. Este restaurante es un poco extraño. Nadie puede irse hasta que se coma el postre.
-Vuelve a tu asiento. No he terminado aún.
-Puedes tomarte tu tiempo.
—Da otro paso y enviaré a Abril a la cárcel.
-¿Ya terminaste? ¿Piensas usar eso para chantajearme por el resto de mi vida?
-Claro, si funciona. Parece bastante efectivo -dijo con una sonrisa maliciosa en su rostro. Lo odié con todas mis fuerzas.
Me mordí los labios y me volví a sentar, luego comencé a cortar mi bistec. De repente empujó su plato hacia mí y cambió el suyo por el mío.
-¿Qué estás haciendo?
—No me gusta el pescado.
—¿Por qué lo ordenó entonces?
—¿Por qué pediste bistec cuando eres alérgica a la carne?
Quería decirle que había estado loca de furia, y que todo había sido por él, pero simplemente estaba demasiado cansada para discutir con él en este momento.
Además, todavía no me había llenado. Comí la fuente de mariscos que había pedido Roberto. Sabía muy rico. El bacalao estaba tierno y suave y el atún asado fragante y delicioso. Cuando estaba por terminar el platillo, Roberto llamó al camarero.
-Consígueme una docena de ostiones.
Miré su plato. Casi había terminado todo el plato de bistec y ahora estaba pidiendo más comida.
-¿Sigues con hambre?
-No en realidad, pero los ostiones son buenos para la libido de un hombre, ¿cierto? —Se echó a reír. Agarré mis cubiertos con fuerza. Podía imaginarlo en mi mente: la visión de sangre fresca brotando de su cuello mientras lo apuñalaba con el tenedor. Qué gran placer me traería eso.
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