Un extraño en mi cama romance Capítulo 77

Me di cuenta de que mi vida era como un bote solitario a la deriva en el vasto océano, siendo golpeado por una ola tras otra chocando contra los costados de mi bote.

Apenas tuve tiempo para tomarme un respiro.

Tenía otra secretaria además de Abril. Me dijo que su mentor se había desempeñado como asistente personal de mi padre.

Le pregunté qué le había pasado a su mentor. Dijo que lo habían despedido. Cuando traté de sacarle más detalles, se negó a revelar más.

El nombre de mi secretaria era Silvia Pilar. Casi el mismo que el de una famosa estrella de cine, Silvia Piñal.

Ella dijo:

-El director ejecutivo de Empresas Lafuente, Roberto Lafuente, está aquí.

Había venido como había dicho que lo haría. Me levanté

apresurada.

-No está aquí para verla -dijo Silvia-, Se dirige al piso veintitrés.

La oficina de mi madrastra estaba en el piso veintitrés. ¿Estaba aquí para ofrecer un trato de sociedad a mi madrastra? No. No podía dejar que eso ocurriera.

Salí corriendo de mi oficina y le dije a Abril y Andrés.

-Tengo que hablar con Roberto.

No pensé que estaría feliz de ver a Andrés. Abril fue demasiado precipitada. Me preocupaba que pudiera terminar en una pelea con Roberto si no podíamos cerrar un trato.

Me las arreglé para atraparlo en el ascensor. Santiago y su secretaria, la señorita María, también estaban con él.

—Señor Lafuente, hablemos.

-Ya lo hicimos -dijo mirándome. Entonces se abrieron las puertas del ascensor. Salió.

Me paré justo enfrente de él.

-Hagámoslo de nuevo. Disculpe -dije mientras lo arrastraba a un lado-. Roberto, el cachorro se ha ido.

Resopló.

"¿Y?

-Fui la primera persona con la que hablaste sobre una asociación. No estaba segura de lo que estaba pasando entonces. Ahora sí. ¿No me darás otra oportunidad?

—Tuviste tu oportunidad.

Sabía que diría eso. Miré a Santiago, que estaba a punto de alcanzarnos, luego le susurré al oído a Roberto.

—¿Por qué no mejor les hago saber a todos sobre tu miedo a los cachorros y los murciélagos? ¿Te imaginas lo que sucedería cuando la gente se enterara de que el famoso Roberto Lafuente le tiene miedo a los animales pequeños? Supongo que la noticia será un golpe para tu reputación.

Entrecerró los ojos y dijo:

-¿De verdad crees que tienes algo en contra mía ahora que conoces esa información?

—Probemos entonces —dije y di un paso hacia Santiago—. Santiago, tengo algo que decirte.

-Isabela. -Roberto tiró de mí hacia atrás por el cuello. Casi me quitó la blusa.

Me arrastró frente a él y dijo-. ¿Conoces las consecuencias de amenazarme? ¿Lo has pensado con detenimiento?

—No —le contesté con honestidad—. No hay tiempo para eso.

Se echó a reír a carcajadas de enojo.

-No tengo ¡dea de cómo el estimado difunto Ramiro Ferreiro, con su previsión y sabiduría, se las arregló para juzgar tan mal y decidió darle a un idiota un puesto tan importante en su empresa.

No estaba de acuerdo con su declaración de que yo era un idiota. Pero había tenido razón en algo. Mi padre había cometido un error cuando decidió dejarme asumir el control de la Organización Ferreiro.

-Vas a trabajar con la Organización Ferreiro de todos modos, por lo que no debería importar con quién firmes el acuerdo de asociación. Después de todo, somos marido y mujer.

-Está bien -dijo mientras aflojaba su agarre sobre mí. La sonrisa en su rostro parecía astuta. Me sentí como si acabara de caer en una trampa.

—Firmaré el acuerdo de asociación contigo.

Y así fue como Roberto se convirtió en el primer socio que obtuve después de que comencé a trabajar en la Organización Ferreiro. Era una asociación por la que ninguno de los altos directivos expresó su desaprobación.

Después de que se firmó el contrato, hicimos los arreglos para que se llevara a cabo una fiesta de celebración esa noche para conmemorar la asociación exitosa establecida para un proyecto tan importante.

Una fiesta en mi primer día de trabajo. Una fiesta con alcohol. Cuando no podía beber nada.

—No te preocupes —dijo Abril—, Eres la jefa. Nadie se atreverá a hacerte beber.

Por desgracia, Abril se había equivocado al respecto.

Podría ser la accionista mayoritaria de la empresa, pero todavía era una estudiante de primer año en lo que respecta al negocio. Ocupaba un cargo poderoso a pesar de carecer de la experiencia y la capacidad necesarias. Eso invitaba a la envidia, los celos y el odio.

Todos sentían que podían hacer un trabajo mucho mejor que yo.

Este era un don que tenía Roberto. Me dieron ganas de pegarle incluso después de haberme ayudado.

Encontré a Abril y Andrés en una esquina. Los habían llenado de bebidas. El rostro de Abril estaba rojo brillante. Obviamente, Andrés también estaba borracho.

-Abril, Andrés, conseguiré que alguien los lleve a casa.

La fiesta no había terminado, así que no podía irme todavía. Le dije al chófer que los enviara de regreso.

Apenas estábamos a la mitad de la fiesta, pero había perdido a mis protectores, que me habían estado flanqueando antes.

Sola y sin mis aliados, comencé a buscar a Roberto. Él era el único que podía servir como mi protector y escudo ahora.

No lo vi en la fiesta, así que me dirigí al jardín en busca de él. Al fin, escuché una voz familiar que venía de un rincón discreto del jardín.

No estaba solo. Había alguien más con él.

Era la voz de Silvia.

-Parece que te estás llevando bien con Isabela. Creo que tomé la decisión correcta al irme.

-Debería agradecerte entonces, por permitirme encontrar mi único amor verdadero.

-Roberto -Silvia gritó su nombre en voz baja. Su voz sonaba ahogada por las lágrimas.

Ella todavía estaba enamorada de Roberto. Entonces, ¿por qué lo había dejado en primer lugar?

Me escondí debajo de un árbol enorme y escuché a escondidas su conversación. Me sentí culpable por hacer eso, pero no tenía elección. Roberto era el único que podía protegerme ahora.

Era tarde y el cielo estaba oscuro. Los vi a los dos parados juntos. No tenía ¡dea de lo que estaban haciendo. No sabría decir si estaban abrazados.

Entonces, de repente, mi teléfono empezó a sonar. No lo había puesto en modo silencio. El tono de llamada sonó fuerte en la noche.

Bajé el volumen de inmediato. Era Abril. Envió un mensaje para informarme que había llegado a casa a salvo.

Estaba a punto de devolverle el mensaje cuando alguien me quitó el teléfono de las manos. Miré hacia arriba y vi a

Roberto. Se paró frente a mí con mi teléfono en sus manos.

-Entonces, ¿tienes la costumbre de escuchar a escondidas las conversaciones de otras personas?

—Esto es un malentendido -traté de explicar—. Sólo estaba pasando.

-¿A dónde te dirigías? -Roberto señaló el lago frente a nosotros—. Este camino conduce al lago artificial. ¿Estás pensando en nadar en medio de la noche?

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