Alguien llamó a la puerta de la sala de reuniones. Los ojos de todos se volvieron hacia la puerta. Mis dedos temblaron entre las manos de Abril. No estaba segura de lo que esperaba al otro lado de la puerta. Se abrió. Había un hombre.
Llevaba una chaqueta gris y pantalones azules. Se veían arrugados.
-Señora Guerra -dijo el hombre dócilmente mientras se inclinaba al hacer una profunda reverencia.
—Señor Tirado, está aquí —dijo mi madrastra mientras lo saludaba cálidamente-. Por favor, ¡entre!
El hombre entró en la sala de reuniones. Finalmente pude darle un buen vistazo a su rostro cuando se acercó a nosotros. A ser honesta conmigo misma, mi corazón dio un vuelco en ese momento. Sus rasgos se veían tan familiares. Compartíamos un extraño parecido.
Se veía como de unos cincuenta años. Me di cuenta de que debió verse muy guapo cuando era más joven. Quizás la vida no lo había tratado muy bien. Parecía viejo y agotado.
Sonrió con algo de seriedad a todos los que estaban sentados alrededor de la mesa, asintiendo cortésmente con la cabeza, y dijo:
—Encantado de conocerlos a todos. Es un honor. Es un verdadero honor.
Su cabeza se movió hacia arriba y hacia abajo mientras saludaba a todos cortésmente.
-Señor Tirado, déjeme presentarlo. La joven ante usted es la directora ejecutiva de la Organización Ferreiro. Su nombre es Isabela Ferreiro.
-Ah, entonces eres Isabela —comentó mientras me miraba. Pareció gratamente sorprendido.
Se refirió a mí con un apodo de cariño que mi madre usaba. Me levanté. Mis dedos estaban helados, como nieve.
—¡Vaya, se parecen tanto cuando están juntos! —Mi madrastra aplaudió alegremente-. Todavía no ha sido presentado correctamente. Él es el padre biológico de mi querida hijastra, el hombre cuya hija mi Ramiro ayudó a criar durante veintitantos años.
Me apoyé ya sin fuerzas contra la mesa. Abril se puso de pie y me sostuvo. El hombre se me acercó con una amplia sonrisa plasmada en su rostro.
-Isabela, mira lo alta que has crecido. Ha pasado tanto tiempo. Sólo eras así de alta cuando te vi por última vez.
Dejó que su palma alzada en el aire para indicar la altura que tenía cuando me vio por última vez. Luego, se acercó a mí. Yo retrocedí instintivamente. No conocía a este hombre. Su aparición había sido demasiado repentina. No estaba preparada para eso.
Me volví y miré a Abril. Ella juntó los documentos sobre la mesa y dijo:
-La reunión ha sido interrumpida. Terminemos aquí, entonces.
Estaba a punto de irme cuando mi madrastra volvió a hablar.
—Señor Tirado, la hija que ha buscado con tanto ahínco está justo frente a usted. Ella es la directora ejecutiva de la Organización Ferreiro. Tiene dinero en efectivo. Ella es quien puede ayudarlo con su problema.
—Isabela —dijo mientras estiraba su mano hacia mí—, papá está en aprietos. Les debo dinero a algunas personas. Tienes que ayudarme.
-¿Qué está pasando aquí? ¿Quién eres tú? -Abril me empujó detrás de ella-. ¿Por qué le pides dinero tan pronto como la ves? ¿Te conocemos?
—Abril, mantente fuera de esto. Esto no tiene nada que ver contigo. El señor Tirado es el padre biológico de Isabela.
—¿Vamos a creer en tu palabra?
—¿No me crees? Señor, enséñele la evidencia.
El hombre empezó a hurgar en sus bolsillos. Sacó un papel arrugado y me lo entregó. Me escondí detrás de Abril. Ella tomó el papel por mí. Le eché un vistazo.
Era mi acta de nacimiento. Mostraba el hospital en el que había nacido. El nombre de mi madre estaba impreso en el espacio para «madre». En el de «padre», estaba el nombre de Juan Tirado.
Abril le arrojó el trozo de papel de regreso.
-¿A quién intentas engañar con este trozo de papel hecho jirones?
-Isabela, en verdad soy tu padre. Tu madre te tuvo después de casarnos. Aquel padre ricachón tuyo apareció después de eso. Todo esto es culpa mía por ser tan inútil.
Reflejaba con exactitud lo que yo sentía en ese momento.
-Isabela. -Se arrodilló ante mí y tomó mi mano-. Puede que se haya casado con tu madre, pero eso no significa que sea tu verdadero padre. Aún no ha realizado una prueba de ADN.
-No soy la hija biológica de mi padre. ¿De quién soy hija si no soy de Tirado? ¿A cuántos hombres frecuentó mi madre mientras estaba viva?
—Eso no es lo que quise decir. Pero Tirado es un bueno para nada.
-Eso no importa si de verdad resulta ser mi padre.
—Isabela... —quería consolarme, pero después de murmurar durante un rato, quizás se dio cuenta de que no tenía la menor idea de qué decir para hacerme sentir mejor. En su lugar, decidió quedarse callada.
Mi secretaria entró corriendo y me dijo que Juan Tirado estaba en la puerta. Quería verme.
—Dile que se vaya -le dijo Abril—. No debería estar aquí, creando disturbios en la oficina.
-Déjalo entrar —dije resignada—. Sigue siendo el exmarido de mi madre.
Abril suspiró y le hizo una señal a la secretaria.
-Dile que entre.
La puerta se abrió. Entró. Parecía apático y derrotado.
Debe ser la razón por la que había sentido episodios ocasionales de infelicidad para mi madre cuando era niña.
No lo entendí en ese entonces. Mi padre la había amado tanto. A pesar de que tenía una familia separada, pasaba gran parte de su tiempo con nosotros. ¿Por qué se sentía tan triste a veces?
Él pudo haber sido la razón.
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