Un extraño en mi cama romance Capítulo 98

Nunca había estado en una situación así. Claro que no tenía idea de qué hacer.

-Pedir ayuda a gritos.

-¿Y si estuvieras atrapada en un lugar como este? ¿Quién escucharía tus gritos?

-Entonces, ¿qué hago?

-¿Piensas dejar que el tipo te haga lo que quiera?

-Es muy improbable que algo así suceda.

-Pero, ¿y si ocurre? Tienes que golpearlo donde le duele -dijo mientras me apretaba con fuerza la barbilla-.

Déjame enseñarte un movimiento.

Abrí bien los ojos y escuché con atención.

—Si alguna vez te encuentras en una situación así, si alguien intenta tomarte de esta manera y si intenta besarte, tienes que morderle los labios. Te soltará a causa del dolor. Entonces, aprovechas el momento, lo pateas con fuerza en la entrepierna y buscas la manera de escapar.

—Hay que probarlo —propuse.

Acercó su rostro al mío y me besó en los labios.

Aproveché la oportunidad y lo mordí fuertemente. Él soltó un alarido de dolor y me soltó, luego se llevó la mano al labio mientras daba vueltas hacia el suelo. Ver su alta figura hecha un ovillo girando en el suelo era graciosísimo. Me eché a reír. Se sentó con la mano presionada sobre los labios mientras me lanzaba una mirada amenazadora.

-Isabela...

—Como dije, es una práctica. No te pateé. Deberías alegrarte por eso.

Bajó las manos al costado. Su labio superior estaba hinchado a causa de la mordida. Estaba de color carmesí y se le veía bastante bien.

—El color se ve genial.

-¿Ah, sí? Vamos a hacerte lo mismo -dijo mientras se abalanzaba sobre mí y me sostenía.

No había forma de hacerle competencia cuando le soltaba la rienda al diablo que llevaba en él. No iba a dejar una simple marca si fuera a encajarme los dientes. Sus labios atraparon los míos pero no me mordió. Eran suaves, tanto que me recordaron a las orquídeas de mi madre. Había un tipo de orquídea cuyos pétalos tenían la forma de labios humanos. Eran suaves, como los suyos. Roberto se tomó tiempo su tiempo con el beso. No tenía idea de cuándo terminaría. Nuestros besos siempre me dejaban sin aliento. Todavía estaba en mi periodo, así que al final me dejó ir. Se sentó en la cama, abrazando sus rodillas mientras miraba el mar a través de la ventana. Me senté junto a él y también me abracé las rodillas.

—¿Tienes frío? —me preguntó.

- No -le respondí. No había manera de que tuviera frío. Estaba a punto de morir de calor.

-Isabela -dijo.

Su voz sonaba impotente cuando no estaba enojado.

-¿Mmm?

—¿Por qué te casaste conmigo?

-Eh. -Lo pensé bien, luego dije-: Por mi papá.

—¿Haces todo lo que tu papá te dice? —Se volvió hacia mí y me miró—. Entonces, ¿no es porque deseabas mi belleza?

-Ja. -Podía morirme de la risa-. En ese entonces ni siquiera sabía cómo eras.

—¿Nunca usas el internet? Soy muy famoso.

-No eres una estrella de cine, ¿a quién le importa si eres famoso? Sólo supe quién eras hasta el día de nuestra boda. La noche anterior, te busqué en internet. Había una lista de los hombres que las mujeres quieren que les prendan el horno. Tú eras el número uno.

-¿Prender el horno? ¿Eso qué significa?

-¿No sabes? Significa tener un bebé.

-Ah -dijo. Parecía muy satisfecho con los resultados de la lista—. ¡Soy muy popular!

—Eso significa que eres un semental ante los ojos del populacho femenino en internet.

Me miró. Sorprendentemente, no se enojó por lo que dije.

—Entonces, cuando me viste el día de nuestra boca, debiste haber quedado impresionada.

Era un verdadero narcisista. Pero, con toda honestidad, sí. Creí que las fotos habían sido editadas. No esperaba que se viera tan bien en persona. Habíamos tenido una recepción sencilla en la residencia de los Lafuente. Antes, habíamos tenido que visitar la oficina de registro. Nos conocidos en la entrada de la oficina. Él salió de su auto en un traje blanco. Sólo había visto hombres en traje blanco en la televisión o si eran maestro de ceremonias en una boda. Siempre creí que hacían que uno se viera extremadamente pretencioso. Sin embargo, Roberto le daba una cualidad diferente a los trajes. Su cabello era largo en ese entonces. Lo llevaba peinado hacia atrás y con cera. Se parecía a Robert De Niro en El padrino. Era una vista imponente.

Antes de eso, siempre había creído que Andrés era el hombre más apuesto del mundo. Siendo honesta, se había vuelto una imagen particularmente borrosa en mis recuerdos. No podía recordar su rostro con claridad. Después, cuando conocí a Roberto, me di cuenta de que alguien podía ser imponente y apuesto al mismo tiempo.

Yo moría por dormir. Me desplomé mientras me sentaba a su lado.

-¿Por qué de repente quieres hablar tanto?

—Porque las fiestas en yates son aburridas.

-¿Y para qué asistes si te parecen aburridas?

—No tengo de otra. No puedes evitar este tipo de eventos de negocios —dijo.

Me observó mientras me balanceaba adormilada y luego recargaba la cabeza en su hombro. Era firme y robusto. Para mí era muy cómodo. Me sentí con sueño, así que cerré los ojos. Vagamente, recuerdo escuchar a Roberto hablarme.

-¿Estás intentando localizar a tu padre biológico?

-Sí -respondí entre sueños.

-¿Sospechas que Arturo puede ser tu padre biológico?

-Sí.

-Puedo ayudarte a conseguir una muestra de su cabello para que puedas hacer una prueba.

-¿Por qué? -pregunté mientras luchaba por abrir los ojos.

—Porque si él es tu padre eso significa que es mi suegro. Eso facilitaría que hiciéramos negocios juntos.

—Hum —dije y volví a cerrar los ojos—. Típico de un empresario. Se guía por las ganancias.

—Puedo ayudarte.

-No, gracias. No vayas a interferir.

-¿No quieres saber la verdad?

—No sé cómo le esté yendo a Arturo. No quiero perturbar su vida. Además, tengo sentimientos encontrados al respecto —dije. Debía estar muy cansada, por eso las palabras salían de mi boca sin orden alguno—. Abril es la novia de Arturo. Si su relación sale bien, y si Arturo realmente es mi padre, entonces Abril podría acabar siendo mi siguiente madrastra.

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