La mañana ya había llegado, reposaba sobre la gran cama mientras acariciaba la cabellera de su reina, llevaba despierto unos cuantos minutos, pero solo quería quedarse ahí contemplándola, solo quería estar a su lado absorto del mundo que lo rodeaba.
En la cocina del castillo las doncellas cocinaban apresuradamente, la gran mesa relucía por unos exquisitos manjares y la silla del rey brillaba junto a la de su reina.
-Apresura muchacha ve y toca avisa al rey que el desayuno ya está servido - la muchacha de cabello rojizo hizo caso y salió de ahí en dirección a la alcoba del rey.
La gran puerta yacía cerrada albergando a los recién casados.
La joven toco con suavidad temblorosa sobre su lugar.
-Mi rey el desayuno ya está servido – aviso con lentitud
-Gracias Soledad - la ronca voz del rey de oyó hasta las afueras, la joven sin más se dirigió al gran comedor a esperar a sus reyes.
Minesa seguía mirando su reflejo, el gran vestido morado y aquella corona relucían, pero ella se mantenía triste, perdida en sus pensamientos.
-Reina mía, vámonos - tomo con suavidad la mano de Minesa y camino lentamente hacia el comedor guiándola en su camino
-Bienvenidos - todos los sirvientes hicieron reverencia saludando a la vez.
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