Yacía casi una semana y los soldados junto al rey planeaban las formaciones.
Erthe seguía con la mirada a su hija quien observaba a su esposo entrenar junto a los soldados.
Pero luego Erthe sabía que tenía que llevarse a Minesa a descansar, pues Aleckey no quería que su reina viera como se transformaba.
Sus grandes garras.
Su dolorosa transformación.
Aquella mirada tenebrosa.
Él no quería que ella le temiera.
Pero para él había algo peor.
Ese algo se llamaba Leopoldo.
Su primo.
Últimamente estaba muy cerca de Minesa.
Y aunque haya hecho de todo para que él no se le acercará, Leopoldo era tan terco, como un niño encaprichado, o ¿enamorado?
-Ten cuidado - susurró Josek - Leopoldo no es de fiar
-Sí. Tienes razón - suspiro pesadamente
(…)
Aleckey leía un libro.
Descansaba de un gran día de entrenamiento.
Pero empezó a sentir que sus ojos pesaban.
¡Maldito alcohol! - pensó Aleckey
Dejó el libro a un lado y camino hacia su alcoba.
Las escaleras se le complicaban, se agarraba de los barandales para no caerse no quería dejar a sus soldados sin su rey.
Hasta que escuchó una risa.
De ¿Leopoldo?
Aleckey de pronto dirigió su mirada hacia su reina, Minesa yacía durmiendo acurrucada entre las suaves colchas, aquellas que cubrían su desnudes.
El rey se sintió privilegiado y mal.
De pronto a su mente vino la imagen de su reina. Ella sollozaba silenciosamente mientras sus manos recorrían el delicado cuerpo de su amada.
Se sentía mal.
Se odiaba.
-Y me odio por eso - susurro acariciando la mejilla de Minesa
Sabía que apenas ella despertará sus hermosos ojos reflejarían odio, tristeza y miedo.
No quería perderla.
Pero los celos lo cegaron.
Y cometió un error.
Que tal vez no tenga arreglo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una humana para el rey